Editorial
Seguridad nacional y confusión oficial
Los ataques contra ductos de Pemex en Guanajuato y Querétaro han puesto en la mira de la opinión pública el tema de la seguridad nacional y, en particular, del organismo estatal supuestamente encargado de generar información para preservarla, el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen). Sin duda, esa dependencia no fue capaz de prevenir los atentados y, a lo que puede verse, ni siquiera está en posibilidad de dar a conocer sus causas. El tamaño de este fracaso puede encontrar explicación parcial en factores que han sido señalados en estos días, como la falta de escrúpulos y la impericia que caracterizaron el manejo de la política interior a lo largo de la administración pasada y la decisión de la presente de colocar al frente del Cisen a un hombre sin más méritos para el cargo que haber sido el encuestador de cabecera del actual titular del Poder Ejecutivo.
Sin duda, los lastres de la frivolidad foxista y el nombramiento de Guillermo Valdés Castellanos en función de compadrazgos y no de aptitudes introducen graves factores de debilidad en el centro de seguridad nacional, pero sería injusto circunscribir la crisis a esos dos elementos. La raíz del problema es, en cambio, la carencia, por parte de los gobernantes panistas, de un concepto claro de seguridad nacional y su incapacidad para construir una política definida en ese terreno.
Por ello, es frecuente que confundan la seguridad nacional con la seguridad pública, con el combate a la delincuencia, con la política de defensa, con la represión de movimientos sociales, con la política exterior o hasta con la seguridad nacional de Estados Unidos. En el marco de esta confusión no es inusual que se invoque la seguridad nacional como pretexto para la firma de acuerdos de cooperación policial con el país vecino, como justificación de la lucha contra el narcotráfico o como coartada para amenazas de represión.
Esta falta de claridad, inaceptable en cualquier administración, pero especialmente en una que ha hecho de la seguridad su principal consigna, da por resultado un desgobierno institucional que se ejemplifica con la falta de delimitación de funciones entre el propio Cisen, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la Procuraduría General de la República (PGR) y la Secretaría de Seguridad Pública federal (SSP).
Ante semejante confusión conceptual y operativa, y habida cuenta de la opacidad y la discrecionalidad con que se maneja la institución referida, uno de los peligros más evidentes -si es que es sólo un peligro- es que el gobierno utilice la dependencia referida con propósitos facciosos y partidistas y la ponga a espiar a las oposiciones políticas y sociales; es decir, que actúe como hizo la administración de Richard Nixon con la CIA en los años 70 del siglo pasado en Estados Unidos, como en nuestro país lo siguieron haciendo las dependencias que antecedieron al Cisen -las siniestras Dirección Federal de Seguridad (DFS) y la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (DISP), las cuales tuvieron un papel destacado en la ejecución de la guerra sucia en el país- y como hizo Vicente Fox con la PGR en el sexenio pasado.
Es urgente que los integrantes del grupo en el poder comprendan los alcances de la seguridad nacional como el conjunto de medidas orientadas a garantizar la viabilidad, el desarrollo y los objetivos nacionales, en el marco de la integridad territorial y de la plena soberanía. Pero es poco probable que lo consigan en tanto no desarrollen un verdadero proyecto de nación, del que por lo visto hasta ahora, carecen, más allá de sus afanes explícitos de perpetuarse en el poder y de garantizar la persistencia de privilegios, desigualdades y complicidades en el país.