Reubicación de ambulantes amenaza a empresas familiares
El comercio ambulante que invade las calles y las plazas del primer cuadro de la ciudad no sólo se nutre de artículos chinos o "pirata", sino también de productos mexicanos elaborados en pequeñas empresas familiares, cuyos propietarios advierten que irán a la "bancarrota" con la reubicación de los vendedores en la vía pública en el perímetro A del Centro Histórico.
Residentes del Distrito Federal o procedentes de otras entidades del centro del país como el estado de México o Querétaro, los pequeños empresarios que han habilitado sus casas como talleres de ropa, calzado, y todo tipo de artículos para fiestas u ornamentales, explican que el centro de la ciudad se ha convertido en el último espacio de su sobrevivencia, pues 70 por ciento de su clientela lo representa el comercio ambulante.
"Vamos a perder de vista a nuestros clientes, bien que mal, aquí ya los tenemos ubicados. Habrá quien diga que ya los encontraremos o haremos nuevas rutas, pero en ese reacomodo a cuánta gente que depende de nosotros vamos a dejar sin empleo", dice don Gilberto Trujillo, quien aprovechó un "hueco" en la demanda de las grandes empresas para hacer la propia, junto con dos hermanos.
"Lo que nosotros hacemos son artículos de plástico para fiestas: servilleteros, paneras, pinzas, hieleras y saleros. Antes nadie las quería hacer, porque son piezas muy pequeñas, pero afortunadamente se abrió un nicho y ahora las vendemos por mayoreo a los ambulantes, que se encargan de adornarlas para cualquier evento", refiere.
En el mismo ramo trabaja Jesús Morquecho García, pero con figuras en miniatura de resina. Es la única actividad, confiesa, en la que logró insertarse, después de estar recluido en la cárcel acusado de vandalismo. "Llevo en esto ocho años, no me alcanzaba lo que ganaba en un taller de velas, y cuando me casé tuve que buscarle por otro lado, y ahí la llevo".
Pero ahora, agrega, "los pedidos se han venido abajo, porque hay incertidumbre en todo el comercio y nadie quiere arriesgarse. Lo que pasa con las reubicaciones es que como la gente ya sabe a donde comprar, si les mueves el puesto, aunque sea dos calles, ya no los encuentras y no venden igual".
Lo mismo expresa don Carlos Santiago, quien cada ocho días llega a la ciudad procedente de Tequisquiapan, Querétaro, para ofrecer sus artículos de mimbre. "La mayoría de mis clientes son vendedores ambulantes. Con la primera reubicación, perdimos a muchos, lo que nos causó una merma importante, porque damos nuestros productos a crédito, ahora imagínate cómo nos va ir cuando nos cambien a todos".
Otro es el caso de la señora Icela Luna, quien cuenta con un pequeño espacio en la calle Venustiano Carranza. "Yo fabrico vestidos de niña, tengo seis costureras que dependen de mí, tendría que despedirlas si me quitan, porque yo no distribuyo a otros vendedores, vendo el producto que hago".
"No compró nada chino. La tela, los hilos, todo lo adquiero aquí mismo en el centro, en Cruces y José María. Es material económico, porque tenemos que pensar en el cliente que viene, si rebasa los 50 pesos, ya no lo compran. Con la mano de obra y la materia prima cada vestido me sale en 22 pesos y lo vendo en 35 pesos. Le gano poco, pero se vende rápido", apunta.
Esta ventaja, admite, ya no se repetiría en un local. "Me gustaría que las autoridades tomarán en cuenta que no vendemos piratería o producto chino, sino que somos productores en pequeña escala que, en otro escenario, vamos a desaparecer", advierte.