Desde el otro lado
Terceros en discordia
En las elecciones celebradas en 2000 para elegir al presidente de Estados Unidos, el entonces candidato por el Partido Republicano, George W. Bush, obtuvo un cerrado triunfo sobre Al Gore, candidato por el Partido Demócrata. Ralph Nader, candidato independiente, fue el tercero en discordia; su votación fue menor a 3 por ciento, pero suficiente para dividir los votos demócratas y con ello dar el triunfo al candidato republicano. Han pasado siete largos años y eso es historia, pero ahora que se acercan las elecciones Ralph Nader es noticia una vez más.
Recientemente apareció en el diario Chronicle de Houston una información que habla sobre la posibilidad de que las autoridades del estado de Pensilvania congelen 61 mil dólares de la cuenta del señor Nader. La sanción es resultado de la demanda interpuesta por un grupo de abogados que lo acusan de haber suministrado cerca de 25 mil solicitudes que contenían firmas apócrifas. La insólita razón por la que después de casi siete años hayan resucitado el caso es evitar que contienda nuevamente en la elecciones de 2008 y con ello vuelva a dividir a los votantes demócratas.
Al margen del resultado y lo insólito de la demanda, vale detenerse a revisar el efecto que, al menos en Estados Unidos, han tenido las candidaturas independientes como la de Nader en 2000.
Quienes apostaron por Nader como candidato del Partido Verde (nada que ver con su símil mexicano) vieron en ese binomio la semilla para construir una organización nueva que oxigenara el ambiente político. El hecho es que pasadas las elecciones, rompió el diálogo con los millones que votaron por él y en lugar de recorrer el país y mantener el proyecto vivo, decidió abrir un largo paréntesis en el que se perdieron votantes y expectativas. El efecto práctico de esa forma de actuar es que grandes franjas de la sociedad, principalmente los jóvenes, se abstienen de continuar participando en la vida política.
En el mejor de los casos ven como imposible romper con el equilibrio político establecido y en el peor reniegan de la política y, sin distinción alguna, de todos los políticos por considerarlos oportunistas e incluso faltos de integridad.
No es casual ni deja de ser sintomático que Nader esté sopesando la posibilidad de participar nuevamente como candidato independiente. Al margen de que en un ambiente tan polarizado, su candidatura pudiera ser otra vez el fiel que incline la balanza en las próximas elecciones, el problema real es que si reincide en su estilo personal de aparecer fugazmente en los meses de campaña y esfumarse después, otra generación de jóvenes que apostarán por él se marginarán de la vida política y con ello aumentarán los millones que, frente a más de lo mismo, decidan quedarse en casa a la hora de votar. Con ello gana el estatus y pierde la democracia.