Es el costo por criarlas, dicen padres de ese municipio de Chiapas
Vender o repudiar mujeres, práctica normal en Teopisca
Cada vez son más las que desafían usos y costumbres y huyen de sus casas
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Ampliar la imagen Cada vez son más las mujeres de municipios de Chiapas, como Amatenango del Valle, que huyen de sus comunidades para trabajar en zonas urbanas ante el temor de ser vendidas por su padres Foto: Moysés Zúñiga Santiago
Teopisca, Chis., 14 de julio. Para evitar ser vendidas por sus padres, muchas niñas y jovencitas de las comunidades indígenas de este municipio huyen hacia las zonas urbanas cada vez con más frecuencia y se emplean en tiendas, comercios y casas particulares.
La costumbre de vender a sus hijas -algunas de 12 años de edad- es considerada "normal" por muchos padres de familia de la zona indígena y autoridades, y se justifican al decir que sólo cobran lo que ha costado "la crianza" de la mujer.
Otro hecho "normal" es la devolución de las mujeres cuando el marido alega que no saben trabajar o no pueden tener hijos, como ocurrió recientemente en una de las más de 180 localidades de este municipio.
Según información de los pobladores, el marido se quejó ante las autoridades de que la joven mujer con la que se había casado "no servía para hacer el oficio en la casa", por lo que decidió devolverla a sus padres.
El caso fue tratado en asamblea general extraordinaria, donde las autoridades, los ancianos y el resto de la población estuvieron de acuerdo en que la joven, exhibida y humillada, fuera devuelta -como una mercancía-, y sus padres regresaran el dinero que recibieron por ella.
Los progenitores no tuvieron más que aceptar el acuerdo, que incluía la imposición de un castigo para la mujer, el cual no fue precisado.
Una fuente de la alcaldía aseguró que la venta y la devolución de las mujeres es algo común en las comunidades, pero en fechas recientes las jovencitas se han comenzado a rebelar y prefieren huir de sus hogares antes que sus padres hagan trato con algún pretendiente.
Es el caso de una joven de 16 años que huyó de su casa al darse cuenta de que un hombre al que ella no quería pagó 6 mil pesos a su padre para casarse con ella. El progenitor fue retenido por la familia del pretendiente y obligado a devolver el dinero recibido.
Una joven de 14 años, que huyó de su casa ubicada en una comunidad del vecino Amatenango del Valle y se empleó en una papelería en esta ciudad, aseguró que las jovencitas han empezado a tomar conciencia de sus derechos y desafían "los usos y costumbres" comunitarios. Cada vez son más las que salen a zonas urbanas a trabajar para evitar ser vendidas por sus padres.
Por esta razón las mujeres que salen de su comunidad ya no son conquistadas por los varones, quienes alegan que "ellas han sido tocadas en la ciudad y ya no sirven"; además, han cambiado su forma de vestir.
Contó que, según sus abuelos, antes los padres no vendían a sus hijas. "Dicen que el novio llevaba bocado (entrega de una canasta con pan, refrescos, cerveza, aguardiente) y otros productos para que los padres le dieran a la mujer".
Pero desde hace varios años "la costumbre se ha pervertido porque, además del bocado, los padres piden dinero por sus hijas, muchas de 12 años de edad, las cuales son vendidas. En muchos casos sólo se aplica la costumbre del bocado, considerada menos denigrante para las mujeres.
"El precio de la hija lo decide el padre según lo que haya gastado en alimentación, salud, vestido y educación, si es que la ha tenido, y otros aspectos relativos a la crianza de su hija y de acuerdo con sus características físicas", manifestó la jovencita. Agregó: "Está mal que los padres vendan a sus hijas, pues no son cosas. Por eso vine a trabajar a Teopisca, para que nadie me compre, y una de mis primas también llegó conmigo".
El alcalde de Teopisca, Abel Tovilla, aseguró que en su municipio "ya no existe la costumbre de que los padres vendan a sus hijas porque 99 por ciento de las comunidades son cristianas, y ahora ya se casan conforme a su creencia religiosa; ya existe el noviazgo".
Al contrario, una religiosa que no quiso ser identificada comentó que algunos padres de familia católicos que "escuchan la palabra de Dios son los que ya no piden dinero por dar a sus hijas, sólo bocado". Los que más venden a sus hijas, agrega, son los priístas tradicionalistas, que piden mil, 2 mil, 5 mil o 10 mil pesos por la crianza de la mujer".
Manifestó que es común que los hombres devuelvan a las mujeres, algunas veces embarazadas, con el pretexto de que no saben echar tortillas, lavar la ropa, hacer comida y recoger leña.
También ocurre, añadió, que cuando los padres no aceptan el bocado, el novio mata a la joven o a alguien de su familia. "En Amatenango han ocurrido tres homicidios de 2004 a la fecha", señala.
El obispo Felipe Arizmendi Esquivel afirmó: "Cuando yo he preguntado a indígenas sobre esto, me dicen que no es propiamente una venta de las hijas, sino que sus papás piden ayuda para todos los trámites previos al casamiento.
"Quienes van de parte del novio, familiares o arregladores, deben llevar pan, fruta, refresco, posh (aguardiente), carne y dinero, pero dicen que es para dar de comer a la familia de la novia, a sus parientes y a cuantos intervienen en la petición. No se diga en algunos casos el matrimonio religioso, aunque no es muy frecuente".
Consideró: "Habría que averiguar si se trata de una compra o una costumbre de compartir, en forma comunitaria, los acontecimientos familiares".