El revolucionario ruso rechazaba el sabotaje como método de la lucha obrera
El acervo de la Casa Azul detalla la relación de Trotsky y Diego Rivera
Ante el pintor se quejó de los “artículos odiosos” que le dirigía el periódico El Machete
Mucho queda por descubrir en los tesoros que resguarda la Casa Azul de Frida Kahlo en Coyoacán. La exposición que fue abierta al público este fin de semana es apenas “un cubito de hielo de la punta de un enorme iceberg”, como la han descrito los organizadores.
Entre el acervo epistolar destacan las cartas con las que, en su momento, los investigadores conocerán más a fondo el pensamiento de León Trostky durante su exilio en México. En algunas misivas que este artífice de la revolución rusa le envía a Diego Rivera, le pide consejo y critica a los comunistas mexicanos.
El 12 de junio de 1937, Trotsky le dice al pintor (“querido amigo”): “Usted sabe que yo no intervengo en la política mexicana en general y en la sección mexicana de la Liga Comunista Internacional en particular, pero ciertas demostraciones de la liga que afirma solidaridad con el ‘trotskismo’ me fuerzan a expresar mi opinión por conducto de usted, con la mayor claridad.
“¿Qué significa ‘acción directa’ contra la vida cara, huelgas, sabotaje, boicot, contra los hambreadores del pueblo? Por primera vez en mi vida oigo que el sabotaje es un método de lucha obrera. El sabotaje de la producción o de los transportes no significa la baja de los precios sino el alza. Los falsificadores estalinistas acusan a los trotskistas de sabotaje. Nosotros rechazamos esta acusación con indignación. La proclama de la liga puede ser y será interpretada como la confirmación de calumnias y falsificaciones estalinistas.
“¿Qué significa en este caso ‘acción directa’ sin fijar su contenido político? Esta fórmula del vocabulario anarcosindicalista puede ser y será interpretada por nuestros adversarios como una incitación a actos terroristas. El llamado es animarxista, falso y aventurista. Pero no solamente esto: para esta farsa política los autores del llamamiento han escogido una forma que pereciera especialmente creada para servir a los planes estalinistas.
“Yo me reservo el derecho de reprobar total y radicalmente esta política ligera y criminal. Estoy seguro de que usted será de la misma opinión que yo.”
Triunfo de la revolución
En los tiempos de Kahlo y Rivera, el triunfo de la revolución bolchevique, en 1917, considerado el primer gran triunfo de las ideas de Carlos Marx, permeaba el ambiente. El mundo intelectual mexicano de entonces, con figuras como José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, andaba por la izquierda.
En enero de 1937, Frida y Diego recibieron al exiliado León Trotsky y su esposa en Coyoacán. El revolucionario había sido pieza clave durante la Revolución de Octubre, al organizar al Ejército Rojo. Llegó al país huyendo de una persecución de la URSS, consecuencia de su crítica de la burocracia encabezada por Stalin, que controlaba su país.
Stalin y Trotsky nunca simpatizaron; eran opositores. Este último advirtió que si se desarrollaba una burocracia privilegiada y el partido sufría una erosión interna, la supervivencia de la Unión Soviética estaría amenazada.
Los líderes trotskistas del mundo formaron una agrupación denominada la cuarta Internacional, que existió en México. Aunque Lenin en su testamento político nombró sucesor a Trotsky, José Stalin fue astuto, le ganó la partida y se convirtió en dictador: consideró enemigo acérrimo a éste y lo persiguió hasta aniquilarlo. En 1927 Trotsky fue exiliado, mientras en Rusia cayeron los principales miembros de la cuarta Internacional frente a pelotones de fusilamiento.
El 7 de noviembre de 1936, en el Rancho del Charro, en la ciudad de México, los miembros del Sindicato Unico de la Construcción organizaron una manifestación para recordar que México, siendo el paladín del derecho de asilo, debía concederlo a Trotsky, con el fin de que pudiera vivir aquí con las garantías necesarias para salvaguardar su vida.
Durante una sesión secreta del Buró Trotskista de la ciudad de México se decidió que Diego Rivera y Octavio Fernández buscaran un contacto para llegar con el presidente de la República y pedirle que se expidiera la visa a Trotsky, en calidad de refugiado político.
Rivera era un apasionado trotskista y en aquella época pintó diversas motivos del comunismo, entre ellos un mural con los retratos de Lenin y Trotsky, que se colocó en la puerta principal del rancho.
Lázaro Cárdenas concedió el asilo político por mediación del general Francisco J. Múgica, secretario de Comunicaciones y Obras Públicas. Así Tyotsky pudo abandonar Constantinopla, donde se encontraba por haber sido rechazada su solicitud de asilo en Francia, Alemania e Inglaterra. Llegó a Tampico, Tamaulipas, con su esposa, Natacha Sedoff, y su nieto Esteban el 9 de enero de 1937.
Dieciocho días después mandó esta carta a Rivera, que forma parte del acervo recién expuesto en la Casa Azul, de Coyoacán: “Querido amigo, está usted enfermo y, desgraciadamente, no puedo hablarle hoy. Excúseme si lo inquieto por esta carta urgente (…). “Se me ha informado de artículos odiosos dirigidos contra mí por el periódico ‘comunista’ El Machete –en cuanto a mí, desde hace mucho tiempo no leo ese género de literatura, pues prefiero seguir las actividades de la GEPEU (antecesora de la KGB, policía secreta de la URSS) sobre la base de los originales y no sobre las débiles copias.
“No dudo que los miembros del P. Comunista sean en su mayoría gente honrada, pero engañada; tampoco dudo que el aparato del engaño se encuentre entre las manos de agentes directos de la GEPEU: esta es la regla internacional. ¿Puedo permitir pasivamente que se me ensucie impunemente a los ojos de la opinión pública mexicana, de la que yo aprecio tan altamente la confianza? (…) Yo esperaré sus consejos amigables y competentes”.