Sensibiliza a escolares mediante la música y la danza
Elogian labor pedagógica de un coreógrafo mexicano en Bonn
Bonn, 5 de julio. Más de un centenar de niños y adolescentes provenientes de cuatro escuelas de Bonn, bailaron Carmina Burana, de Carl Orff, acompañados de la orquesta Beethoven, del coro de la ciudad y de un coro infantil.
La obra dirigida por el coreógrafo y bailarín mexicano Miguel Angel Zermeño tuvo una preparación de nueve meses y culminó con una apoteósica noche de gala en el magno edificio de la Opera de Bonn, a orillas del río Rin.
El público, integrado en buena parte por padres de familia, celebró de pie y con una larga ovación a los jóvenes bailarines y al equipo de profesionales que acompañaron el proyecto desde octubre pasado. Tras los pequeños, visiblemente emocionados, salió a escena el pedagogo y director artístico del proyecto, quien fue recibido con una aclamación del auditorio repleto.
“Me siento triste y contento, es una emoción muy confusa porque el proyecto ha concluido”, dijo el espigado bailarín a La Jornada. “Fue una labor muy intensa que me sacó el instinto paterno, porque cada niño tiene una necesidad propia, una identidad. A uno hay que bajarle el ego, a otro empujarlo para que gane seguridad. Hay que saber a quién decirle sí y a quién no, a quién regañar y a quién aplaudir. Es mucho más que una labor pedagógica”, afirma.
Rythm is it!
El iniciador del proyecto, el alemán Michael Roetsch, se inspiró en la exitosa propuesta educativa realizada en 2003 por la Filarmónica de Berlín que dirige el británico sir Simon Rattle, y que quedó plasmada en el documental Rythm is it. Fue un experimento dirigido por el coreógrafo y amigo de Rattle, Royston Maldoom, que reunió a 250 jóvenes provenientes de las zonas más problemáticas de Berlín para enseñarles a apreciar y entregarse a la música y a utilizar su cuerpo para expresarse. Después de un intenso entrenamiento, el proyecto culminó con una dramática puesta en escena del ballet Le sacre du printemps, de Igor Stravinsky, en la sede de la Filarmónica de Berlín.
Aunque ambos proyectos comparten el mismo objetivo, Zermeño evitó considerar la propuesta berlinesa como referencia. “unque vi la película, traté de olvidarme de su existencia, no quería copiar porque no lo acostumbro, me estorbaba en vez de ayudarme”, afirmó resuelto el tapatío que fue bailarín durante siete años en el Ballet Nacional de México, entonces dirigido por Guillermina Bravo.
Apoyado por otros cuatro coreógrafos, el artista mexicano dirigió distintas coreografías que confluyeron en una sola. Se trataba de considerar las distintas edades de los cuatro grupos escolares, integrados por alumnos de entre 11 y 16 años. El común denominador fue que las escuelas provenían de zonas marginales donde a menudo hay violencia familiar, criminalidad, guetos de extranjeros y también racismo.
El coreógrafo trabajó en tres líneas de trabajo: física, sicológica y de integración. “Con la computadora, los jóvenes están siempre agachados y el cuerpo tiende a oxidarse, también había que apoyarlos sicológicamente para que ganen más seguridad y una misma coreografía los obligó a tocarse, a hablarse, lo que al principio fue muy difícil”, afirma Zermeño. En la obra inclusive participaron cuatro alumnos con minusvalías.
La obra comienza con voces infantiles que se escuchan en un teatro oscuro, que reflexionan sobre la palabra destino (schicksal), que como la fortuna, puede ser buena o mala. “Infortunio es que muera mi gato, suerte es que saque una buena nota”, se escucha poco antes de que se abra la cortina y revela en el escenario a la figura de la diosa Fortuna. Con el fragmento O Fortuna, el más conocido de la obra de Orff, comienza y termina la cantata basada en poemas monacales medievales.