De rebozos, resistencia y honores
Ahora sí creo que México ya pasó a ser el paradigma de la desigualdad social. Mientras Slim acumula una fortuna de 67 mil 800 millones de dólares, la mitad de la población mexicana vive con menos de 5 dólares al día.
La confrontación por la desigualdad social se expresó el domingo pasado en uno de los movimientos de resistencia más importantes del país: la marcha del primer aniversario del fraude electoral, ocurrida en la misma semana en que amanecimos con la noticia de que tenemos al más rico magnate, al campeón de la acumulación de capital en el mundo. Menos mal que también tenemos muchos rebozos, porque así podremos taparnos el rostro de la vergüenza.
Siguiendo sin descanso esa meta tan humanista que caracteriza a nuestros empresarios, Slim logró el sueño de su vida: ser el más rico del mundo. No hace mucho, con el remate de Telmex, Carlos Salinas arrancó la privatización de servicios públicos, otorgando a su tocayo una oferta que superó el más alto porcentaje de rebaja que se ofrece por una cháchara en el mercado de La Lagunilla. Como estrategia política estatal, la privatización se ha acompañado de una regulación del mercado que limita los derechos laborales y que reduce las prestaciones sociales para ahorrar gastos y favorecer la acumulación de capital, ya sea entre la elite financiera o entre políticos que se enriquecen "inexplicablemente" en un sexenio. Queda claro que Slim ha logrado movilizar la fuerza de trabajo y superar cualquier competencia al heredar ilegalmente dinero del erario, forzar el rendimiento, acaparar mercados y ofrecer chambas mal remuneradas.
Por eso es tan importante el movimiento de resistencia que se expresó el domingo pasado en el Zócalo. Porque en el centro de ese movimiento hay un proyecto alternativo de nación, un sueño que nos arrebataron empresarios y políticos con intereses muy mezquinos. El movimiento arrancó con el asalto al proceso electoral, pero hoy va mucho más allá de ese gravísimo atraco: es la expresión pacífica y simbólica de las ganas de cambiar las desigualdades, de detener la imposición cultural y la represión que vienen acentuando los gobiernos de derecha. Es la esperanza de una sociedad civil que todavía cree en la democracia y que tiene la ilusión de civilizar al capitalismo por la vía pacífica, pese a la contundencia de una realidad polarizada y excluyente.
"Sólo con ese movimiento vamos a poder sacar a nuestro país del atraso en que se encuentra y vamos a poder sacar a nuestro pueblo, y esto es lo más importante, de la pobreza", declaró el "presidente legítimo", de quien se burlan tanto panistas como intelectuales moderados. Andrés Manuel López Obrador conserva su liderazgo principalmente por su honestidad y austeridad personal, así como por sus logros en materia de derechos sociales y económicos que alcanzó como jefe de Gobierno de la ciudad de México. Se trata de rasgos muy ausentes en los políticos actuales y aun entre algunos de quienes lo rodean, líderes que han convertido a los partidos de izquierda en mercado de votos y negociación de principios. El sinuoso y claro caminar político de AMLO legitima su discurso: "La llamada sociedad política está podrida y el cambio y la transformación que necesita México tienen que darse de abajo hacia arriba".
La plataforma del Distrito Federal ha sido el espacio de despliegue de las mejores y más progresistas políticas sociales del país, desde Cuauhtémoc Cárdenas hasta Marcelo Ebrard. Se trata de un territorio centralizado y privilegiado en el que se concentran los más altos centros de formación e investigación y la mayor circulación de información. Los jefes y legisladores del PRD que operan desde una plataforma partidista de izquierda y han gobernado este territorio crecen y superan sus prejuicios ante las presiones de los capitalinos, siempre tan cosmopolitas.
Fueron muy bien recibidos los nuevos compromisos de López Obrador: "El pueblo de México tiene alma colectiva, libertaria y progresista (...) Ahora, un movimiento que no sea también feminista será un movimiento trunco, como lo será un movimiento que no lucha por los derechos de las minorías legales y legítimas, por las sociedades de convivencia, por la legislación que incluya en los códigos penales los crímenes de odio".
Sin duda, en la movilización del Zócalo brilló como líder de la ciudadanía la periodista Elena Poniatowska. La precisión de sus términos es insuperable al calificar la intervención de Vicente Fox como verdadera traición a la democracia. Con esa sencillez y valentía, que la coloca muy por encima de los intelectuales que no arriesgan, ella resumió: "Sí, es verdad, la elección la hicimos todos, pero el fraude lo hicieron unos cuantos abusivos y tramposos''. Levantó los ánimos y las compañeras del contingente maya de la zona de Tulum y Kobá reaccionaron con la frente en alto para mostrar sus rostros entre hermosos rebozos en señal de dignidad, porque ella representa lo que la masa siente, confirma que la historia no ha terminado de escribirse y que sigue siendo un honor estar con López Obrador.