Usted está aquí: miércoles 4 de julio de 2007 Opinión La nueva ley de ciencia

Juan Tonda

La nueva ley de ciencia

Como los magos de las fiestas infantiles que sacan a la paloma del sombrero y hacen que los niños se sorprendan, ahora los nuevos creadores de la Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación (LCTI) quieren que la comunidad científica y técnica se sorprenda. Bajo una aparente consulta popular en la que todo está escrito, se escuchan opiniones, pero bajo la premisa fundamental de que todo ya está cocinado, al más puro estilo de la política mexicana quieren aparentar lo obvio: justificar una política en ciencia y tecnología.

Y, sí, efectivamente la nueva LCTI nos sorprende en todos sentidos. En primer lugar, porque hace una propuesta revolucionaria para el desarrollo de la ciencia y la tecnología nacionales: “el apoyo a la ciencia y tecnología nacionales alcanzará en 2014 un apoyo de uno por ciento del PIB”. Realmente es un gran logro para el país, que debe aplaudirse, cuando hace más de 20 años se ha dicho hasta el cansancio que las recomendaciones internacionales de inversión mínima en ciencia y tecnología deben ser de uno por ciento del PIB. Realmente se quemaron las pestañas los creadores de la nueva ley. Para decirlo claramente, es una vergüenza nacional que demuestra no sólo que al actual gobierno no le interesa nada invertir en ciencia y tecnología, sino que desprecia en todos sentidos el desarrollo científico y tecnológico, y con ello la educación y divulgación científica y tecnológica.

Existen grandes lagunas en la nueva LCTI, y la más grande es que se ha separado la enseñanza y divulgación de ciencia y tecnología del desarrollo de esas áreas. Y no hablo de ahora, sino de hace más de 20 años, en los que se ha mantenido al margen de la ciencia y la tecnología a la educación y divulgación en este país. Todavía se piensa que los maestros de ciencia y tecnología, así como los divulgadores de la misma, que son los que llevan el conocimiento al resto de la sociedad son poco importantes y que no requieren apoyo. Parece que para la “comunidad científica y tecnológica” no existen los divulgadores y los maestros de ciencia y tecnología, sino únicamente los investigadores y los estudiantes a los que se les dan becas para que estudien.

Pese a ello, también existe otra gran comunidad científica y tecnológica, que son los maestros de ciencia y tecnología, que enseñan las disciplinas a todos los niveles. Y los divulgadores, que son quienes se encargan nada menos que de llevar el conocimiento científico y tecnológico a grandes sectores de la población mexicana mediante los diversos medios de comunicación. Ni los maestros ni los divulgadores están considerados en la nueva ley, como si no fueran una parte importante para el desarrollo de la ciencia y tecnología nacionales, y como si no formaran parte de la “comunidad científica”. Lo único que refiere la nueva ley en relación con la divulgación es promoverla en tres renglones que no dicen nada respecto de una política integral de divulgación, en la cual desde hace muchos años no se destina un presupuesto gubernamental para llevar la ciencia y la tecnología a grandes sectores de la población. Y hoy la divulgación no tiene ningún presupuesto.

La responsabilidad del Estado para desarrollar la investigación, la enseñanza y la divulgación nacionales se tiene que traducir en hechos concretos, plazas y apoyos económicos a los proyectos en los tres sectores. Esa será la nueva Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación. Y más aún se verá en el apoyo a las empresas mexicanas que desarrollen tecnologías nacionales de interés para la nación, como políticas de Estado, en áreas estratégicas, que dicho sea de paso no se incluyen en la nueva ley, por ejemplo, los energéticos y los transportes. Pequeñas áreas en las que los grandes estrategas no hacen nada, como desarrollar un centro de fuentes renovables de energía o construir ferrocarriles eléctricos o un metro para las grandes ciudades.

Yo invertiría los gastos que destina el Instituto Federal Eelectoral (IFE) a las campañas de los partidos en estos rubros, así como en una política integral de desarrollo de la ciencia y la tecnología nacionales, que se tradujera en plazas para las nuevas generaciones de profesionales formados en ciencia y tecnología, para que tuvieran trabajo en las universidades, escuelas públicas y para que desarrollaran proyectos de divulgación para todos en los medios de comunicación. Cada quien tiene sus sueños y yo tengo el mío. Pero los sueños también se pueden volver realidad y eso depende de nosotros.

 
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