ENERGETICOS
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Con el tanque lleno
Cada mañana millones de estadunidenses desayunan mientras revisan las cotizaciones de los mercados de materias primas. De acuerdo con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, el incremento de los precios de las cosechas (llamada en inglés agflation, en referencia a la inflación causada por el aumento de los precios del sector agropecuario), ha encarecido el desayuno. En un año el jugo de naranja ha subido 25 por ciento, el huevo 20 por ciento y la leche alrededor de 5 por ciento. Fabricantes de cereales industrializados, como Kellogg's y General Mills, también han aumentado sus precios. Estas alzas se deben a que el maíz y el trigo, entre otros granos, alcanzaron recientemente su precio más alto en 10 años y los analistas han empezado a preguntarse si estos incrementos, como ocurre con el petróleo y los metales, llegaron para quedarse.
En principio la pregunta resulta extraña. Después de todo, si en el mundo escasean el maíz o el trigo, los granjeros simplemente pueden cultivar más, si el clima lo permite. Eso es exactamente lo que han estado haciendo. El Consejo Internacional de Cereales (CIC) calcula que el próximo año la producción mundial de granos alcanzará un récord de mil 660 millones de toneladas, muy por arriba de los mil 569 millones del año pasado. Pero la demanda está creciendo aún más rápido. El consejo calcula que llegará a mil 680 millones de toneladas este año. En tres de los cuatro años recientes la demanda ha superado la oferta.
La causa está en el creciente uso de granos para producir biocombustibles como el etanol. La mayoría de los granos se usan como alimento, ya sea para consumo humano o como forraje. Sin embargo, el consumo humano se ha reducido en décadas recientes debido a que el crecimiento demográfico se ha moderado. Mientras, la demanda de granos para alimentar al ganado ha aumentado en forma sostenida, a medida que más habitantes de los países en desarrollo, como China, tienen dinero suficiente para comprar carne.
En contraste, la demanda de granos para la elaboración de biocombustibles se ha disparado. En territorio estadunidense, la cantidad de maíz utilizado para la fabricación de etanol se ha triplicado desde el año 2000; las destilerías de etanol consumen una quinta parte de las cosechas de maíz de esa nación. Y Estados Unidos es sólo uno de los 41 países cuyos gobiernos promueven el uso de combustibles para reducir el consumo de petróleo.
En consecuencia, la demanda de granos se ha acelerado. Durante la década de los 90, cuando el petróleo era barato y nadie tomaba en cuenta los biocombustibles, la demanda crecía a una tasa de 1.2 por ciento al año, de acuerdo con Goldman Sachs. Sin embargo, en años recientes ha aumentado a un ritmo de 1.4 por ciento y el banco de inversión pronostica que en los próximos 10 años crecerá a una tasa de 1.9 por ciento anual.
Los agricultores tienen dificultades para mantener el paso. Economist Intelligence Unit prevé que la demanda de maíz seguirá siendo mayor a la oferta, por lo menos hasta 2009. Además, con tal de incrementar la producción de maíz los granjeros están cultivando menos soya y trigo, lo cual también encarece esos granos. Los cereales usados como forraje para aves y ganado han subido de precio, y lo mismo sucede con la carne y los huevos.
Cuando la demanda crecía más lentamente, los agricultores podían satisfacerla con incrementos graduales de las cosechas; sin embargo, para enfrentar las enormes exigencias actuales, las cosechas tendrán que aumentar mucho más rápido o los productores deberán cultivar más tierras.
Ambas soluciones son posibles. Por ejemplo, un mayor uso de variedades de maíz y trigo genéticamente modificadas podría incrementar las cosechas. Pero es una alternativa costosa y polémica. También hay tierras ociosas donde se puede, especialmente en países en desarrollo con potencial agrícola, como Brasil y Ucrania. Sin embargo, esas naciones se encuentran lejos de los grandes mercados y sus tierras no cultivadas generalmente se ubican en zonas de pobre infraestructura vial. Un precio atractivo incentivaría el suministro extra y contribuiría a superar esos obstáculos.
Pero aun si se sembraran más tierras, señala Jeffrey Currie, de Goldman Sachs, ello no necesariamente reduciría el precio de los granos. Mientras los elevados precios del petróleo y los generosos subsidios gubernamentales garanticen la rentabilidad de los biocombustibles, cualquier cosecha extra de granos se usará para ese fin. Ello no hará que bajen los precios del crudo, pues la producción de biocombustibles sigue siendo minúscula comparada con el consumo global de petróleo.
En cambio, el precio de los combustibles ha alcanzado al de las gasolinas, y los del maíz y el crudo, las materias primas de ambos, han llegado al mismo nivel. Para que los precios de los granos bajen, señala Currie, los gobiernos necesitarían cancelar sus proyectos de biocombustibles o los precios del petróleo tendrían que bajar.
Ninguna de estas alternativas parece viable en el futuro próximo. Hace un par de semanas el Congreso estadunidense analizó la posibilidad de duplicar la producción de biocombustibles en ese país. Al mismo tiempo, el petróleo alcanzó su precio más alto en 10 meses, debido a una huelga y a otros conflictos en Nigeria. Ahora resulta que el caos en el delta del Níger tiene mucho que ver con el precio de los huevos.
EIU
Traducción de textos: David Zúñiga