Aprender a morir
¿Desideologizar la muerte?
Imposible, habida cuenta de que toda ideología es un sistema de puntos de vista o nociones sobre la realidad que comprometen la conducta individual y el comportamiento colectivo, esté apoyada o no sobre elementos objetivos. Estas creencias, relacionadas con la existencia humana, la sociedad y el Estado, se traducen en opiniones -y acciones- políticas, jurídicas, morales, estéticas, religiosas, educativas y filosóficas, pero, además, en el intento de justificación de los beneficios obtenidos por una clase en detrimento de las otras.
Instrumento implacable de quienes detentan el poder material sin la menor intención de equilibrarlo, la ideología de la clase dominante intenta penetrar la conciencia de las clases dominables, independientemente de la falta de racionalidad y de principios éticos de esa ideología, para convencerse y convencer de la absolutización del dinero como valor supremo. Para muestra dos botones:
En su infinita sabiduría y bondadosa vigilancia, la autollamada santa madre Iglesia católica, apostólica y romana -para mayor abundamiento consúltese, de ser posible en compañía de un menor, el libro de Fernando Vallejo La puta de Babilonia, de Editorial Planeta-, cansada de "defender la vida", como le encanta decir cuando de aborto o eutanasia se trata, no así de condenaciones, pederastias y guerras santas, decidió anular el pasado 11 de junio el matrimonio religioso entre Vicente Fox y Lillian de la Concha. Atrás quedaron -secuelas de Enrique VIII- frases triunfalistas como "lo que Dios ha unido no lo separe el hombre", por lo menos de 1534 para acá y aunque los contrayentes hayan recibido la bendición del papa en turno.
Por su laica pero despistada parte la fracción perredista de la Asamblea Legislativa (ALDF) presentó el 17 de junio una iniciativa de ley para legalizar la eutanasia pasiva -abstención o suspensión del tratamiento de un enfermo terminal o que, sin serlo, padece dolores crónicos insoportables, a petición de éste o de sus familiares-, si bien volvió a incurrir en el grave error de suponer que una persona en etapa terminal o desahuciada puede "elaborar ante notario público su documento de voluntad anticipada en el que plasmará su decisión".
Es tan absurdo como esperar que un donador de órganos firme su disposición a donarlos inmediatamente después de haber sufrido un accidente o minutos antes de expirar. También la muerte tiene sus tiempos y el documento de voluntades anticipadas, conocido también como testamento vital, de ninguna manera puede tener validez si es firmado bajo la tremenda presión emocional de una enfermedad terminal o de padecimientos insoportables.
Sólo en plenitud de facultades se puede firmar un documento de esa índole, señores legisladores, por lo que su proyecto exige legalizar, primero que la eutanasia, el documento de voluntades anticipadas, a ser firmado, al igual que la donación de órganos, cuando la persona mayor de edad que así lo decida no conoce aún los estragos de la dependencia y el sufrimiento físico. A ver a qué horas, asambleístas.