Patti Smith
Escuchen niños míos y habrán de oír el sonar de nuestros pasos el eco de nuestro más allá. La memoria aguarda y voltea a recibirnos, nos enreda su estandarte como pulseras, nos despierta brazos y pies delicados para marchar por las calles.
Cada uno a solas, cada uno parte de los demás, nuestros pasos retumbarán y levantarán la nube. Y aquéllos que atiendan oirán. Escucharán voces de aquel uno y aquel otro y aquella otra como nunca antes se habían proferido.
Porque algo más grandioso que la hora de los profetas y sus grandes ciudades está por venir.
Ya la gente de Nínive cayó de rodillas al grito de Jonás. Unidos, cubiertos con su propio sayal de penitencia. Y llamaron a su dios. Y todos sus corazones eran uno solo. Y todas sus voces eran una. Dios los oyó y en su mente se conmovió.
Algo mucho más grande habrá de ocurrir, pero ¿quién hará el llamado? ¿Y cuál será? ¿Llamarán al Dios? ¿Al aire? ¿A la inmundicia?
No importará si el llamado es cierto. Llamarán y lo sabemos. Una voz tras otra penetrarán en los muertos, en la flor viva, en formas que no conocemos que el mar sentirá. Y el aire. Y la tierra. Y será una promesa elemental.
Porque ése es nuestro derecho natural. Es nuestro cargo, lo cedimos a otros y no han sabido hacer el bien.
Los bosques sufren. Las hojas caen.
Las ataviadas nenas miran y se maravillan mientras los padres de nuestras naciones espirituales bailan en la calle celebrando, mientras las montañas palidecen a causa de su mano nuclear. Y no han hecho el bien.
Entonces niños míos, hay que voltear las mesas. Liberar al futuro del imperio material pues sólo será considerado el onceavo mandamiento: amarse los unos a los otros. Éste es el pacto, la insignia que cruza nuestro pulso. Ésa es nuestra ofrenda para adornar y adorar. Y enterrar. Y arder. Sobre un montículo.
Para traer saludos y partir.
Es sólo un trapo. Son sólo nuestros colores teñidos con la sangre del pueblo y con todas nuestras esperanzas y sueños. Es nuestra bandera. Tiene su excelencia. Y no obstante no es nada. No debe ser una tiranía sobre nosotros. Tampoco deben serlo dios, el amor ni la naturaleza.
Pero si atesoramos como un placer el tierno honor de reconocer al individuo y el terreno común que formamos, y si nuestro trapo se eleva y se fija a media asta, ¿qué nos dice?
Que un individuo ha muerto. Y lo saludamos. Y lo lloramos sus cercanos.
Es un ritual que se extiende a nosotros porque todos somos el individuo.
No somos desconocidos. Nadie es insignificante. Ninguna labor es insignificante. Ningún acto de compasión es insignificante.
Cada cual tiene su historia que hay que contar y volver a contar. Que será un hilo luminoso en el tejido humano.
Y los niños marcharán. Y traerán consigo sus propios colores comprometiendo en ellos la sangre redentora de nuestros corazones revolucionarios.
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(Traducción del inglés:
RVH)
Patti Smith, poeta y cantante cuyas obra y actitud contestataria son fundamentales para entender la cultura roquera y literaria de Estados Unidos, editó recientemente Land, una amplia antología de su música y versos entre 1975 y 2003, la cual cierra con estas "Notas al futuro" |
El Maguey, Oaxaca. Fotos: Jose Carlo González