Corrida épica en la Monumental de Barcelona
José Tomás y Cayetano Rivera salen a hombros tras cortar siete apéndices a sus astados
Ampliar la imagen El retorno de José Tomás a los ruedos fue todo un éxito al cortar una oreja a su primer astado, con pañuelos que llenaron la plaza Monumental de Barcelona, y dos apéndices más a su segundo. A decir de un aficionado: ''no sé si merecía una, dos, tres orejas o de plano ninguna. Pero es lo de menos, ya que nunca había visto torear así'' Foto: Ap
Barcelona, 17 de junio. Toros: seis de Núñez del Cuvillo. Bien presentados y nobles en conjunto. El tercero fue ovacionado en el arrastre y al sexto se le concedió la vuelta al ruedo.
Toreros: Juan Serrano Finito de Córdoba, estocada caída, tres descabellos y dos avisos en su primero; salió tímidamente al tercio, y dos pinchazos y un descabello en el cuarto de la tarde, leves palmas.
José Tomás mató de bajonazo al primero de su lote tras un aviso y le cortó una oreja con petición de la segunda. Al quinto lo mató aguantando, de una estocada baja y le tumbó dos orejas; fue sacado a hombros de la plaza.
Cayetano Rivera Ordóñez, enorme estocada al tercero para cortar dos orejas tras aviso, y gran estocada recibiendo al que cerró plaza para volver a cortar dos apéndices. Salió a hombros en forma clamorosa.
Para fortuna de los aficionados de todo el universo taurino -entre los que se encontraban los cantautores Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, en barrera- esta vez no se cumplió el viejo adagio que reza: "Corrida de expectación, corrida de decepción". La plaza de Barcelona (asediada por grupos nacionalistas catalanes y antitaurinos) registró un lleno impresionante para ver el regreso a los ruedos del legendario José Tomás.
Desde temprano por la mañana, el ambiente era fantástico. Parecía que la corrida iba a comenzar a las 12 del día y no a las siete de la tarde, debido a la cantidad de público que deambulaba por los alrededores de la Monumental, y que abarrotaba todos los bares en varias leguas a la redonda.
Finalmente llegó la hora del paseíllo y sonó una atronadora ovación. José Tomás fue sacado al tercio por el público que de pie se partía las manos aplaudiendo. Y aun no salía el primer toro... Su capote de paseo bordado con la Virgen de Guadalupe fue un giño a su México.
Vamos por partes y hablemos de lo que hizo el primer espada, Finito de Córdoba. El adjetivo que viene a la mente después de analizar sus trasteos con ambos toros es: discreto. De pronto parecía que quería torear con gusto y de pronto, no. De repente trazaba buenos muletazos y de repente se salía de la distancia. Basta decir que lo más sobresaliente que aconteció en el toro que abrió plaza fue el portentoso quite por gaoneras que hizo José Tomás.
Ahora trataremos de describir lo indescriptible. José Tomás no ha perdido nada de su toreo único, es más, ha vuelto con hambre y alegría. En el toro de la reaparición toreó con el capote de manera sublime, aunque suene cursi. Las verónicas templadísimas, el quite por chicuelinas y los remates a una mano pusieron de pie al respetable. Con la muleta toreó muy templado en un palmo. Después de una tanda con la derecha tropezó y sufrió una cogida muy aparatosa.
Sin inmutarse, como ha sido siempre su costumbre, volvió a la cara del toro y logró pegarle naturales de escándalo, con ellos logró detener el tiempo.
n el quinto, un toro negro y banto que fue el peor del encierro, el monstruo de Galapagar brindó al público. El inicio de faena fue para asustar al más pintado. José Tomás se dejó venir al toro de largo y le dio cuatro estatuarios de cartel, que remató con un molinete y el de pecho. Los derechazos pusieron de manifiesto la suavidad, el poder y la técnica del maestro.
Nos regaló naturales de frente, uno de pecho a pies juntos y unas manoletinas que pusieron los pelos de punta a más de uno. Todavía le estábamos aplaudiendo de pie cuando se perfiló y aguantó la sorpresiva embestida del morito. Otra vez metió el estoque en un sitio que no es ni siquiera el rincón de Ordóñez, pero el público pidió para él las dos orejas. Tarde casi perfecta para un torero, cuyo retorno debe estar poniendo a temblar a más de una figura de mentirijillas.
Cayetano, el hijo de Paquirri y nieto del grandioso Antonio Ordóñez, estuvo cumbre. En ningún momento pareció pesarle el cartel. Si hemos de ser objetivos, hay que decir que es difícil torear mejor, además le tocó en suerte en mejor lote.
El tercero de la tarde lo brindó al público y le hizo una faena con muletazos largos y muy, muy templados por ambos pitones. Me quedo con un cambio de manos y un pase de pecho que duró varios minutos. La estocada entregándose valía por sí sola una oreja, por lo tanto dos apéndices fueron un merecidísimo premio a su labor.
El último de la corrida se lo brindó a Finito y a José Tomás en un gesto que le enaltece y que además da clara idea de lo que es un torero inteligente. Cayetano estuvo fenomenal, toreando de aquí hasta allá en muletazos interminables. El toro nunca le tocó el engaño y dio una verdadera cátedra de lo que son el temple y el acompañar con la cintura. Citó a recibir y fulminó al toro con un espadazo inclusive contrario. La estampa añeja y torerísima del diestro sentado en el estribo con la muleta plegada mientras el toro rodaba patas arriba, fue inolvidable. Otras dos orejas fueron a parra al esportón de este carismático torero.
Le cuento a usted a continuación dos comentarios que escuché en el tendido. El primero, sobre José Tomás me lo dijo un joven que acabó sin voz de tanto gritar ¡Olé!, dijo: "Yo no sé si José Tomás merecía una, dos, tres orejas o de plano, ninguna. Pero sé que es lo de menos, yo nunca había visto torear así."
La segunda observación es bien cortita, pero es una verdad grande como una catedral: "Hemos visto una tarde que no olvidaremos durante lo que nos queda de vida." Así tan claro y tan fácil. Cuando hay corridas así, el toreo vuelve a ser el arte más importante que ha creado el ser humano.