VOX LIBRIS
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Aventuras, amor y colonialismo
Si La tierra pura hubiera sido una película, en la primera escena quizá habría una colina, una casa de piedra y luego un pino. Algún subtítulo: La tierra a ninguna parte. Nagasaki, 1945. Y un hombre que mirara el pino. Luego el hongo atómico, un destello que iluminara el cielo, una luz blanca. ''Terminar para siempre, acabar, no ser nada. Ir para toda la eternidad al cielo o al infierno, un sueño o una pesadilla interminable". Corte.
La historia regresa hasta 1858, en Aberdeen, Escocia, donde un joven suplica dentro de una iglesia: ''Que haya algo más que esto en la vida". El resto será la historia de Thomas Glover, un aventurero que a finales del siglo XIX se trasladó a Japón e inició ahí una intensa labor como exportador de café y empresario forjando un entramado industrial que un siglo después se convertiría en la multinacional Mitsubishi. Historia verídica.
Su éxito le valdría el rechazo y la enemistad de un régimen feudal, historias de honor y de amores inconclusos.
El escritor Alan Spence (Glasgow, Escocia) trabajó durante tres años en un guión que no vería la luz, ''el cine es muy caro", ha dicho. La obra escrita -novela de ''aventuras, amor y colonialismo"- ilustra con un gran refinamiento estético japonés las transformaciones sociales del país hasta 1945: los estadunidenses bombardean Hiroshima y Nagasaki. El hombre que miraba el pino era Tomisaburo, el hijo que Glover había tenido con una cortesana japonesa, historia de amor ésta inmortalizada en la ópera de Puccinni, Madama Butterfly.
En las últimas escenas la pantalla aún permite imágenes de 2005: el iPod y música de Joy Division y Miles Davis y los abanicos. ''La luna llena estaba roja".
Título: La tierra pura
Autor: Alan Spence
Traducción: Manu Berástegui
Editorial: Alfaguara
Número de páginas: 456
Precio de lista: 235 pesos