El movimiento homosexual, fuerza laica que busca separar Iglesia y Estado
Gay Pride reúne a 600 mil personas en Roma; "se diferente, ten orgullo"
Jornada de protesta contra el Vaticano y por el freno a la ley de sociedades de convivencia en Italia
Ampliar la imagen Un grupo de manifestantes vestidos de gladiadores romanos bailan al pasar frente al Coliseo Foto: Reuters
Roma, Italia, 16 de junio. Un hombre de unos 60 años disfrazado de Papa y conduciendo una bicicleta se coloca al frente de la manifestación. Su vehículo está pintado en color dorado y el asiento parece una butaca tapizada en terciopelo púrpura. En la parte de atrás cuelga una placa con la matrícula: "No oil". Mientras maneja prodiga bendiciones.
Detrás de él marchan, literalmente, cientos de miles de homosexuales, lesbianas y transexuales. Los organizadores dicen que son 600 mil, la policía rebaja la cifra a 300 mil.
Roma es una fiesta, una reivindicación del derecho a la diferencia, una celebración del orgullo gay. Un letrero en un camión lo reivindica: "se diferente, ten orgullo". Decenas de carros alegóricos a la usanza de un carnaval montan coreografías diversas, en su mayoría improvisadas. Una tras otra son reproducidas las melodías pop y disco que funcionan como himnos no declarados de la comunidad lésbico-gay. Y arriba y debajo de los camiones la gente baila, baila, baila.
Pero la marcha es también una jornada de protesta contra el Vaticano y contra el gobierno de centro-izquierda. Y no sólo por el ciclista disfrazado de Sumo Pontífice. Hay malestar. Los intereses confesionales acaban de hacer abortar la aprobación de una legislación sobre sociedades de convivencia que daría un marco jurídico a las parejas del mismo sexo, y, en su lugar se prepara una ley que contempla muy pocos de los puntos reivindicados por los homosexuales. Apenas el pasado 10 de mayo los católicos sacaron a las calles medios millón de personas en "defensa de la familia".
Contra el Papa
En una manta aparecen juntos el presidente del Consejo de Ministros de Italia, Romano Prodi, George W. Bush y el Papa. Arriba de ellos hay una consigna que alerta: "El triángulo no".
No es la única expresión de crítica a la jerarquía vaticana. Los manifestantes levantan centenares de carteles del movimiento "No Vat" (No al Vaticano) con la efigie de Ratzinger tachada. Un grupo, mientras tanto, corea la consigna de "El Vaticano protege pedófilos. El Vaticano es un monstruo". Y otro colectivo más lleva cartelones que advierten: "No al Vaticano, no a los Talibanes."
Sin embargo, simultáneamente, diversas asociaciones de creyentes desfilan reivindicándose como tales. "Red evangélica de homosexuales" y "Homosexuales católicos" son algunos de ellas.
Y la "Unión de ateos y agnósticos racionalistas" pone también su granito de arena, a bordo de la plataforma de un camión en el que, a diferencia de otros, los integrantes de la delegación ni danzaban ni echan desmadre.
En un país donde la presencia del purpurado es apabullante, el movimiento lésbico-gay funciona como una fuerza laica que busca separar Iglesia y Estado. No en balde, una de las consignas de la celebración es en favor de la laicidad.
El reventón
Los turistas que asistieron esta tarde a visitar las ruinas del Coliseo salieron del monumento histórico para observar, sorprendidos cómo enfrente del edificio romano, un grupo de modernos gladiadores romanos gay, con el torso descubierto, se contorneaban como streapers en lugar de pelear.
No eran los únicos manifestantes disfrazados. Decenas de ángeles con alas de colores y pañales demostraban que su opción sexual no los convertía en pecadores. Y no faltaban quienes llevaban sobre sus cabezas coloridos penachos de tonalidades propias del plumaje de un pavo real.
Cosas de las altas temperaturas, desde un camión con el letrero de "Caliente" en inglés, en el que se proponía a los mirones "Vente con nosotros", un grupo de fornidos hombres en tangas y trajes de baño lanzaba agua a quienes se acercaban.
Decenas de transexuales vestidas apenas con una delgada capa de pintura bailaban a lo largo del cortejo entre el sonido de miles de silbatos y percusiones. No eran las únicas. Un buen número de caballeros con el mismo atuendo mostraban en todo esplendor sus dotes sin que nadie pareciera escandalizarse.
El reventón no se detuvo durante más de 5 kilómetros. Un cartel anunciaba la "Comuna de Sodoma", al tiempo que decenas de marchistas vestidos con diminutos trajes de baño, gorra para nadar, chanclas y gogles, anunciaba la existencia de una organización homosexual de nombre Pez.
Los asistentes se divertían y mucho. Bebían cervezas y se mostraban orgullosos. Aquí estamos decían con el lenguaje del cuerpo. Irónicos, los integrantes de una delegación cambiaron la lucha de clases por la lucha con clase. Así lo decían en su pancarta, en la que se leía: "25 años de lucha de clase".
Miles de hombres, mujeres y transexuales mostraban, sin el menor pudor, sus cuerpos esculpidos como estatuas clásicas o rehechos con ayuda de la cirugía plástica.
Y junto a ellos, un pequeño tren como el que recorre tantos zoológicos del mundo, llevaba en su interior a niños y niñas hijos de familias homosexuales.
Y sí, había también muchos heterosexuales, solidarios con la causa, probablemente tan divertidos como el resto, aunque un poco más discretos en sus expresiones de júbilo.
Al terminar el acto, la derecha protestó indignada porque varios ministros habían marchado. Y, lejos de molestarse, muchos asistentes decidieron echarle limón a la herida participando en una gran fiesta que deberá terminar a las cuatro de la mañana.