Foro 2007: variedad, diversidad
Una de las principales virtudes del casi treintañero Foro Internacional de Música Nueva está en el hecho de que siempre genera polémica. Todos los años, para bien o para mal, se habla de ese encuentro y, dígase lo que se diga, sigue siendo el ámbito más importante para la expresión y difusión de la música contemporánea en México.
Ciertamente, uno de los logros singulares de esta serie fundada, en buena hora, por Manuel Enríquez, es que su llegada y realización no provoque indiferencia u olvido, como tantas otras actividades relativas a la música contemporánea. A la vez, parecería que, por razones diversas, la asistencia del público a los conciertos del Foro 2007 no resultó tan numerosa y comprometida como lo fue en otras ediciones de la serie.
No tengo mucho espacio para discutir a fondo las diversas y complejas causas de ello, pero sí puedo decir que este año faltó algo, indefinible y elusivo, que solía ser característica fundamental en tiempos de Foro de Música Nueva. Mientras yo meditaba esta cuestión durante un concierto del ensamble ONIX, fue Aurelio Tello quien me sacó del problema, definiendo puntualmente el asunto. ''Ya no hay ambiente de foro", afirmó Tello con lucidez. Con esas palabras justas, el compositor y musicólogo describió la escasa presencia de compositores, intérpretes y cronistas entre el público, así como la falta del intercambio y la polémica que solían caracterizar, como sabroso posludio, a los conciertos del foro.
El caso es que, a pesar de estas y otras cosas, el Foro Internacional de Música Nueva sigue teniendo una importancia relevante, y el de este año se caracterizó, como siempre, por una sustancial componente de variedad y diversidad.
Sin ir más lejos, uno de los conciertos orquestales del Foro 2007 (a cargo de la Camerata de Las Américas y la batuta de José Luis Castillo) dejó la saludable impresión de que los cuatro compositores representados bien pudieron haber provenido de cuatro planetas distintos.
El Concierto Amighetti, del costarricense Eddie Mora, se caracteriza por un lenguaje neorromántico de corte centroeuropeo, sazonado con una componente tan evidente de eclecticismo que por momentos raya en el collage. Entre las influencias detectadas en esta obra, destacan las campanologías al estilo de Pärt, la alusión a la música de cine, ciertos gestos de Schnittke, de Preisner, de Kilar, de Gorecki, de Adams, y todo ello cobijado por un ámbito armónico básicamente tonal.
Por su parte, la obra titulada Wirkunst Gómez (guitarra y ensamble) del quebequense Maxime McKinley ofrece otra clase de eclecticismo. Gestualidad instrumental moderna, referencias al jazz, algo de expresionismo, y un buen número de flamenquismos irónicos, cuyo buen resultado, sospecho, se debe más al buen guitarrista Pablo Gómez que al compositor. El eclecticismo es reforzado por alusiones directas al Tristán wagneriano, a la marcha de granaderos irlandeses usada por Kubrick en el filme Barry Lyndon y, en general, por una vena de españolismo sarcástico que en ocasiones se opone dialécticamente al resto de las referencias.
En su interpretación de estreno a cargo de la pianista Teresa Frenk, el Concierto para piano y orquesta del mexicano Mario Stern evidenció el apego del compositor a su raíz clásica, tanto en la forma de la obra como en sus procedimientos expresivos. En distintos momentos, el concierto deja sutiles huellas politonales, enmarcadas en una expresividad austera y a veces seca, clara en sus materiales y su desarrollo.
El manejo de temas y motivos es tradicional y hay numerosos e interesantes momentos de un manejo camerístico de la orquesta, que ayudan a una textura diáfana y transparente.
Si el Concierto para piano de Mario Stern deja en el oyente la impresión fugaz de un tono crepuscular, también remite por momentos al trabajo del compositor en el ámbito de la música para niños. El concierto finalizó con la muy atractiva obra orquestal Breathing music, de la mexicana María Granillo, partitura sólidamente orquestada cuya sonoridad es un reflejo fiel de su título.
Grandes arcos melódicos y expresivos que enmarcan a otros, que a su vez enmarcan a otros, hasta producir una textura rica y poderosa impulsada por un movimiento de amplios gestos cíclicos que provocan inesperadas pero efectivas consonancias.
En esta versión de Castillo y la Camerata de Las Américas, Breathing music confirmó las cualidades que de ella fueron percibidas durante su reciente estreno (octubre 2006) a cargo de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, bajo la batuta de Gabriela Díaz Alatriste.