Usted está aquí: jueves 14 de junio de 2007 Opinión Antrobiótica

Antrobiótica

Alonso Ruvalcaba

Más apuntes cánidos

Ampliar la imagen Sammy, un sabueso, pinta al óleo con un pincel que está atado a un hueso de juguete. El perro es propiedad de Mary Stadelbacher, quien colecciona las creaciones del animal. Sus obras, junto con las de otros tres canes, han sido mostradas en la galería de la Universidad de Salisbury, en Estados Unidos Sammy, un sabueso, pinta al óleo con un pincel que está atado a un hueso de juguete. El perro es propiedad de Mary Stadelbacher, quien colecciona las creaciones del animal. Sus obras, junto con las de otros tres canes, han sido mostradas en la galería de la Universidad de Salisbury, en Estados Unidos Foto: Ap

I. COMO OTROS, YO también he amado y perdido a mis perros. Abría la puerta y Lady (así se llama originalmente la protagonista de La dama y el vagabundo, aunque acá le pusieron Reina) salía corriendo, velocísima. La atropellaron y sobrevivió; se sentaba chueco. Luego se la llevaron a una casa con un jardín enorme, de donde volvió a escaparse. La buscamos muchos días. Una vez creí verla cerca de la facultad; la llamé, me miró con indiferencia, como quien mira una cosa. Supongo que no era ella.

II

DOGS ARE EVERYWHERE, dice Jarvis Cocker: ojalá tuviera razón. La mentalidad clásica suele pensar, primero, en Argos, el perro de Ulises, que nunca pudo disfrutar de él. Ulises viaja 20 años, y regresa a Itaca disfrazado de mendigo. Argos ha esperado, es un perro ya viejísimo, casi no puede moverse, está tirado entre la mierda de las vacas y las mulas, lleno de pulgas. Nadie reconoce a Ulises pero Argos agacha las orejas y menea la cola, pues siente algo recóndito y antiguo que no puede saber. Ulises seca una lágrima y pregunta: "¿Además de hermoso, este perro tumbado en el estiércol fue rápido en la carrera, o era un faldero?" Y Eumeo contesta: "Este perro perteneció a Ulises, que ha muerto lejos de Itaca, y te admirarías si fuera como antes, que nunca temió a ninguna bestia, y qué olfato tenía..." Entonces concluye un traductor de Homero, helado: "Y a Argos lo arrebató la negra muerte al ver a Ulises después de 20 años." Es el mejor momento de la Odisea. (Porcierto #1: Borges repite espesamente el momento en su cuento "overwritten", El inmortal.)

LUEGO ESTA LA terrible metamorfosis de Acteón, que apareció aquí la semana pasada y que Quevedo resume en un soneto de juventud publicado en las Flores de poetas ilustres de España: "Estábase la Efesia cazadora / Dando en aljófar el sudor al baño, / En la estación ardiente, cuando el año / Con los rayos del Sol el Perro dora. // De sí (como Narciso) se enamora; / (Vuelta pincel de su retrato extraño), / Cuando sus ninfas, viendo cerca el daño, / Hurtaron a Acteón a su señora. // Tierra le echaron todas por cegalle, / Sin advertir primero que era en vano, / Pues no pudo cegar con ver su talle. // Trocó en áspera frente el rostro humano, / Sus perros intentaron de matalle, / Mas sus deseos ganaron por la mano". (Porcierto #2: la "áspera frente" es la de un corzo, que en eso convirtiólo la efesia cazadora; porcierto #3: para cuando aparecieron las Flores..., en 1605, Góngora le llevaba una enorme ventaja a Quevediux; y no sólo eso, los sonetos que había escrito de chavo eran mucho mejores que los del chavo Quevedo. Ya después iban a emparejarse. (más o menos.) Por suerte no toda la poesía canina se parece a la historia de Acteón, asesinado por sus perros. A veces sentimos el dolor de los perros como si fuera nuestro, quisiéramos intercambiárselo. Ahí está, por ejemplo, el soneto XXXVII de Garcilaso (1543), que empieza "A la entrada de un valle, en un desierto, / do nadie atravesaba, ni se vía, / vi que con estrañeza un can hacía / estremos de dolor con desconcierto", y termina: "Movióme a compasión ver su accidente; / díjele, lastimado: "Ten paciencia, / que yo alcanzo razón, y estoy ausente." Admiramos en ellos algo que nosotros jamás alcanzaremos, como en los mejores perros de Jack London o en Música, que está en Incidente típico de un perro favorito del jefe Wordsworth, donde la perrita trata inútilmente de salvar a su compañero, el galgo Dardo, de ahogarse en el agua helada; o en Golfo, que no duda en exponer la vida para proteger a Reina o al bebé en La dama y el vagabundo. (Esa película es poesía en un estado de enorme pureza. Incluso cuando Golfo es cínico alcanza enormes verdades. Ejemplo: el vagabundo se ríe de un futuro posible, turbado por un bebé que está por nacer y sus odiosos melindres, de la recién conocida Reina. Los otros perros "ricos" -Jock y Triste- lo corren del jardín; él acepta irse, con esta admonición: "Pero acuérdate, preciosa, el corazón del hombre es caprichoso con sus cariños y afectos, y cuando llega el del bebé, el del perro se acaba.") O podemos vernos reflejados en ellos, como en el poema de Vicente Gallego, Amor constante más allá de la prudencia: "Lo mismo que esos perros cuyo dueño / es también su verdugo, y lo veneran, / así te empeñas en amar la vida..." Y da vueltas a la rueca para concluir: "Con esa obstinación, hermosa y fiel, / de algunos perros. Pero también a veces, / y quizás demasiadas -piensas hoy- / con su expresión tan triste y tan idiota." Ese texto está dedicado a Carlos Marzal, un poeta que en La historia ve a un perro como parte de "los delirios estériles de un borracho contumaz que está soñándonos":

Junto a un apeadero de tren, ya fuera de servicio,

bajo el inmisericorde sol, un verano cualquiera,

un corro de muchachos apalean a un perro

y apuestan por saber cuál será el golpe

con que el juego concluya. Cuando desaparecen, aburridos,

el perro, que se traga su sangre, aún consigue arrastrarse

hasta la sombra, y allí queda tendido, sobre la vía muerta...

III

COMO OTROS, YO también he amado y perdido a mis perros. Después de los tumores, de la operación, de los estertores, el año pasado murió Ulises. Lentamente, haciendo un ruido así: hummmmm, hummmmm. Con una mano yo le sentía un pulmón. En la otra tenía las Römische Elegien de Goethe; pensaba en él, enamorado en Roma, exigiéndoles a las piedras y a los palacios que le contaran su historia, y pensé en ti y en tu cuerpo, y en mí contando sílabas con los dedos sobre tu pierna. Siempre es el fin del mundo en algún lado, pensé, y también: ojalá que un amigo mío esté cogiendo ahorita.

http://antrobiotics.blogspot.com, [email protected]

 
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