Morante, fuera de madre
Morante de la Puebla salió de la enfermería y el aire le llevó aire a su capote y surgió el misterio de su toreo con la suavidad del terciopelo y la naturalidad y hondura que le daban profundidad a su quehacer y la sensación de detener el tiempo y transformar el espacio madrileño. Morante fuera de madre, del cuerpo, veroniqueaba parando, templando y mandando, ganándole pasos al toro de Núñez del Cubillo y rematando en el platillo con la media que cimbró el coso de la calle de Alcalá en unos lances que serán imborrables para los que lo contemplaron.
Todo el brujesco e inesperado toreo de Morante calentaba el espíritu cuando ¡venga improvisación! El torero de la Puebla del Río tomó las banderillas y comenzó a flotar y los cabales se iban a destiempo de la vida real y dueño absoluto del mundo torero, colocó tres pares de garapullos, en todo lo alto del morrillo y los aficionados entraban en delirio, descifrando si era verdad lo que veían o alucinaban. Cuando tomó la muleta, en un primer pase natural escalofriante, hasta el rey Juan Carlos, siempre en su papel, perdió la compostura y se unió al manicomio que era la Monumental de la Ventas. Mientras el torero en el hilo de la armonía torera se perdía en las series de redondos y naturales y regresaba a los aficionados a la realidad cuando al herir dejó un horrible bajonazo y pese a eso por aclamación unánime le concedió el "presidente" una oreja con petición de otra y en la vuelta se bebía su llanto torero.
No es torero de faena a todos los toros Morante que se había encerrado con seis bureles de diferentes ganaderías y no fuel triunfador de la temporada isidril con un Sebastián Castella que va a por todas y no importa, pues lo de Morante es otra cosa, otra gracia. Para algunos -como el que escribe- como dice mi amigo Lumbrera Chico, es "el torero", que no necesita orejas ni ser declarado el triunfador que indiscutiblemente fue Castella, que a toro que sale por los chiqueros, corta las orejas con su toreo que provoca otra emoción.