Usted está aquí: jueves 24 de mayo de 2007 Opinión La voz del aire

Vilma Fuentes

La voz del aire

El insomnio no ha sido nunca para mí una angustia. Despertarme a las tres de la madrugada, sin prisas, es un regalo que me ofrece la noche en su magnificencia. Puedo escuchar, entonces, el murmullo profundo del silencio. Si el sueño es una segunda vida, el insomnio debe ser un segundo sueño. El silencio se ahonda, se levanta, gira como un remolino devorando el aire para mantenerse vivo, devorándose como una estrella mentida/ por su sola luz, por una /luz sin estrella, vacía /que llega al mundo escondiendo /su catástrofe infinita.

Silencios distintos, ecos lejanos de eras perdidas, los de las olas del mar retumbando incesantes en un grito ahogado, los de la ciudad dormida y ronroneante, los del desierto donde el tiempo se vuelca enloquecido entre el polvo que brota de un reloj de arena hecho pedazos. Porque el hombre descubre en sus silencios /que su hermoso lenguaje se le agosta /en el minuto mismo del quebranto...

Latidos del silencio que se escuchan adentro de nosotros cuando hay vida: soplo del aire que respira. Sobre la Tierra el susurro es permanente, tal vez en la tumba, bajo tierra, no hay voces ni suspiros. Aunque en Comala parece que los muertos oyen a los muertos.

El silencio de la noche es poderoso como la voz del aire que se mueve. La vida que penetra por los poros ahuyenta a la muerte barriendo polvo y cenizas, voz viva.

Hace 10 años, Carmen Parra fundó un centro cultural al que tuvo la afortunada idea de llamar El Aire. Artista barroca, las figuras que representa flotan, vuelan, se mueven en el aire: arcángeles, pájaros, mariposas, órganos que se elevan hacia el cielo, campanas que mueve el viento y escapan de su campanario, torres Eiffel que se desprenden de la gravedad de la Tierra...

Carmen me hablaba con pasión del aire. Aire enrarecido en la ciudad de México, de cuya pureza depende la vida de sus habitantes.

El doctor Fernando Césarman, primer ecologista mexicano, nunca ha cesado de hablarme de ello. Parra tampoco. Lo que Carmen no podía prever en ese entonces era la sensación de inminencia de muerte, al sentir que no podía respirar, que sufriría poco después cuando las atrozmente aproximadas desapariciones de Manuel Parra, su padre, de su madre, de Alberto Gironella, de varios y entrañables amigos. Tal vez por ello, Carmen Parra decidió consagrar El Aire a la memoria de su padre y de Gironella. Ayudada por su hijo Emiliano, quien presenta varias obras en homenaje a José Gorostiza para celebrar este décimo aniversario, Carmen ha abierto este espacio a jóvenes artistas.

El año pasado, Carmen dejó su hermosa casa de San Angel, composición de Manuel Parra quien, en vez de derruir antiguos y espesos muros para construir una residencia moderna, recargaba su memoriosa presencia con los recuerdos encerrados en trozos de esculturas prehispánicas, pedazos de piedras labradas durante la Colonia, azulejos quebradizos por la edad, jirones de estelas, ruinas, encontrados aquí y allá.

Uno se paseaba en esa casa como entre los despojos arrancados a otras edades. Se mudó al Aire, una casa de Tizapán por completo distinta a la de San Angel: en el estilo de Luis Barragán, la construcción recibe esa luminosidad que se derrama de lo alto, por tragaluces y aberturas en el techo, y se esparce con suavidad sobre las paredes que se erigen en distintos niveles, de diferentes colores, presentando a los ojos una tela de Braque o de Mondrian, y, al cabo de una escalera, un revoloteo de alas de una paloma de Matisse.

Carmen Parra decidió aumentar un tercer piso a esta obra arquitectónica. El desafío era peligroso: la armonía del edificio podía perderse. Pero el genio de Carmen le permitió ganar su apuesta. Una alta palmera, lujo de vida, se eleva hoy por encima de los tres pisos, en un cubo concebido para ella entre los nuevos muros. Asomarse a ese cubo desde la azotea provoca vértigo. Azoteas miliunochescas que, por las tardes cuando baja el sol, sin vientos, parecen susurrar al oído: Andar así es andar a ciegas, /andar inmóvil en el aire inmóvil /andar pasos de arena... /sobre un suelo de cráneos calcinados, como si se ascendiera a la cima de El Tajín.

Cae la noche, el aire se mueve: Dejad al viento hablar /ése es el paraíso.

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