Usted está aquí: lunes 14 de mayo de 2007 Deportes En camilla

José Cueli

En camilla

"El Glison toreaba en calzoncillos en una playa guerrerense, entre las olas y la espuma del mar. De pronto cambia la muleta por una madera desnuda y el toro se impone de un trallazo sobre la pierna destrozada a cornadas del torero, hundiéndole los pitones de los que brotaba la sangre en macizo espiral, dejando tras de si negros signos encadenados y la muerte ¡mira que mira! desde adentro. La muerte hurgada en su razón existencial. Con toda la fuerza del rojo sangre tiñendo el agua del mar caliente. En la liturgia de la adoración y sacrificio del toro. Lo mismo en una plaza de toros que en playa a hora crepuscular.

A un mes de la cuchillada mortal reapareció ayer en la Plaza México que, le cerró las puertas en el apogeo de su trayectoria al torero indomesticable que busca desentrañar el origen de la vidamuerte en su propio cuerpo. Actitud que no le permite pensar mientras torea. Si así fuera, traicionaría su esencia. El Glison es diferente y su torear implica un tatuar la muerte en el propio cuerpo. Rastreo que transmite al tendido y que a muchos no gusta por lo confrontante de la muerte vivida en comunicación con el torero.

Cada actuación de El Glison es tierno grito de muerte en la tarde torera. El lamento furioso de la vida que parece perderse en segundos. Lamento que tantas veces vivió el torero en su largo paso por los ruedos y nuevamente se repitió en la Plaza México. A la vista de todos con el trasfondo expresivo de donde salía el chisguete purificador de la sangre que le permitió volver a rastrear en el cuerpo lo imposible; el origen de la vidamuerte.

El toro de La Joya se escapaba en sus pitones y fiereza, tenía genio, más no bravura. De la brutalidad de su afilados cuchillos volvió a salir en camilla el torero fakir. El poder mágico de la fuerza bruta del toro. La expresión más siniestra de la indomable naturaleza. En la Plaza México la muerte tocaba coplas fúnebres en cada embestida y un Glison muy disminuido corporalmente seguía siendo el mismo rastreador de la muerte en su cuerpo en la enfermería del coso. La vida, el toreo, solo un cachondeo a la muerte. Vida y muerte inseparables.

 
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