Usted está aquí: domingo 13 de mayo de 2007 Opinión El miedo, arma política

Bernardo Bátiz V.

El miedo, arma política

Es Maquiavelo quien con toda objetividad, sin emitir juicio de valor, en El príncipe, analizó cómo se hacen obedecer los gobernantes; hay dos formas, decía, haciéndose amar por sus súbditos -ahora diríamos por los gobernados-, o haciéndose temer. La obediencia, el sometimiento de los más a los menos, era el objetivo de aquellos príncipes crueles, refinados y absolutos, que Nicolás Maquiavelo tomó como modelos y describió en su conocida y brillante obra, precursora de la ciencia política.

No desdeñó, por supuesto, describir que junto al temor podían usarse el engaño, la simulación, la traición, como instrumentos de quienes mandan, y luchan entre ellos por el mando.

Al florentino no le interesaba si los fines perseguidos fueran válidos, socialmente positivos, buenos para los pueblos o si fueran tan sólo buenos para el tirano y su camarilla de amigos y aduladores, de sirvientes y guerreros; el punto de la validez de los fines, así como el de la validez de los medios, quedó siempre fuera del enfoque intelectual de Maquiavelo, deslumbrado por la realidad que conoció a fondo y describía.

Hay, por supuesto, otra forma distinta de hacer política, en la que los valores y el interés social iluminan y orientan por igual fines y medios. No sólo las metas de una acción política deben ser constructivas y positivas, socialmente hablando, sino que -y esto es fundamental- también deben serlo los medios empleados; con ello preservaremos a la sociedad de su degradación.

Lo anterior, porque es evidente que el gobierno actual, formado por panistas y priístas en lazo estrecho, está empleando cada vez más, para imponer sus medidas legislativas a favor del injusto neoliberalismo y para obtener respeto y obediencia, medios y métodos descalificados, como el temor, y aun el terror. En esto, como en el amasar fortunas de la noche a la mañana y ligar grandes negocios, los panistas han resultado aprovechados alumnos del priísmo.

Un extremo alcanzado es al que llegó Miguel Angel Yunes, quien consciente del efecto de sus palabras, se atrevió a lanzar la amenaza en contra de quienes se amparen contra la Ley del ISSSTE, advirtiéndoles que pondrían en riesgo los servicios que este instituto -que el conocido veracruzano dirige- debiera prestarles.

La simple mención de la posibilidad de perder derechos, dicha por quien encabeza la institución, puede hacer dudar a muchos en su intención de defenderse de un atropello.

La amenaza encubierta y ladina aumentó su efecto intimidatorio con la inmediata repetición por el eco automático de los comunicadores adictos al sistema (algunos a sueldo) que, con diversos matices y comentarios, y a veces en broma y otras con apariencia de serias y sesudas y voz engolada, se hace por radio y televisión.

A la amenaza que encierra la inclusión en el Código Penal del delito de terrorismo, a los retenes, cateos, desalojos, disparo de armas de guerra en ciudades habitadas, vuelos rasantes, grupos de elite, armas por dondequiera, uniformes camuflados y otros instrumentos militares, se suma hoy una aberrante acción maquiavélica (de un experto en el tema) que consiste, en concreto, en decir: si peleas por tus derechos, si reclamas, si acudes a un recurso jurídico, te puede ir muy mal: no sólo no alcanzarás lo que buscas, sino que puedes perder lo poco que te hemos dejado.

Por supuesto que esta amenaza no tiene fundamento: los servicios, especialmente los de salud, no pueden suspenderse, pero la advertencia quedó hecha, y nos indica a qué clase de gobernantes se enfrenta la ciudadanía que lucha por sus derechos, su libertad y la justicia social.

 
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