Una opción inteligente de transporte para la ciudad
Con el título "Colapso", escribí algunas semanas atrás un artículo en el que planteaba los graves riesgos que corre hoy la ciudad de México y que podrían desencadenar una crisis de serias consecuencias en un futuro cercano.
Uno de estos riesgos necesariamente discutidos fue el relacionado con el tráfico vehicular y los niveles de congestionamiento cotidiano, que parecen no tener solución y que padecemos pacientemente sin una conciencia clara de su gravedad, por las consecuencias para nuestra salud y nuestra economía.
Si usted que puede transportarse en auto se tomara el trabajo de anotar en cada viaje la distancia recorrida y el tiempo que le tomó llegar al lugar que deseaba, podrá observar que su velocidad promedio casi siempre es menor a los 10 kilómetros por hora, pero en algunos casos y en algunas partes del trayecto, esta velocidad promedio puede reducirse a menos de tres kilómetros por hora. Estas velocidades son menores a las que podemos lograr caminando, y desde luego mucho menores que las que podríamos tener en una bicicleta.
Las narraciones de gente que requiere más de tres horas para moverse a su trabajo y otro tanto para regresar a su casa son cada vez más frecuentes entre quienes utilizan el transporte público, pero también entre quienes se mueven en auto; ellas llevan siempre un sentido de queja, pero también de aceptación de que nada se puede hacer al respecto.
Las acciones emprendidas por el Gobierno del Distrito Federal en torno de la promoción del uso de la bicicleta y el establecimiento de la infraestructura que lo haga posible constituyen un paso en la dirección correcta, pero insuficiente para incidir en el problema, que a todas luces requiere la reducción de al menos un millón de autos, del tráfico cotidiano de la ciudad. Esta idea puede parecer fantasiosa o sólo posible en un régimen totalitario, pero no es así, existen opciones diferentes, atractivas, y sobre todo viables.
Hace un par de semanas se realizó un encuentro en el museo de la Comisión Federal de Electricidad, sobre el tema Energía y transporte público, en el que el doctor Gerardo González, uno de los especialistas más connotados sobre el tema, planteó lo que a mí me parece la solución más adecuada al problema: la instrumentación de un sistema de transporte público totalmente diferente a los que hoy existen.
El sistema estaría diseñado por sus rutas y por el tipo de vehículos empleados para desmotivar el uso del automóvil. Se trataría de vehículos cómodos, atractivos, con espacio para 10 o 12 pasajeros, con capacidad para brindar un servicio con un nivel de comodidad y seguridad similares al que los automovilistas tienen en sus propios autos.
El servicio tendría un costo menor al que hoy enfrentan los automovilistas en materia de gasolina, desgaste del vehículo y pago de estacionamientos, con la ventaja económica que representa un mejor empleo de tiempo requerido hoy en la transportación.
La sustitución en el flujo del tráfico de 10 automóviles, por una de estas camionetas, permitiría lograr una reducción significativa del flujo vehicular hasta de 40 o 50 por ciento, al sustituir un millón de automóviles por 100 mil camionetas, con una mejora sensible en la vialidad de toda la ciudad.
El monto de la inversión para todo el sistema sería menor a 50 mil millones de pesos y su instrumentación debería incluir una gran campaña promocional orientada a lograr el cambio requerido de mentalidad entre quienes hoy estamos acostumbrados a transportarnos en nuestro automóvil.
Hablar de una empresa de transporte de 50 mil millones de pesos de capital, con acciones públicas, diseñada para operar con altos niveles de calidad y con rendimientos atractivos, no representa, creo yo, un proyecto irrealizable. El mayor desafío está en lograr su aceptación entre un número significativo de personas, que lo empiecen a utilizar, porque sólo entonces sus ventajas empezarían a hacerse evidentes para el resto de los automovilistas, y de la población en general.