Ely Guerra cantó sensual y, catártica, rompió una guitarra acústica en el suelo
Revuelo de jóvenes con la multitud de ritmos en el festival Vive Latino
Los asistentes al segundo día fueron tres veces más que los reunidos el sábado
Kinky hizo temblar el escenario con su funk pop, mientras Sargento García y Ozomatli pusieron lo guapachoso
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Ampliar la imagen Ely Guerra tuvo su mejor actuación en estos encuentros y no faltaron las chicas al aire Foto: Roberto García Ortiz
En su octava edición, el Festival Iberoamericano de Cultura Musical Vive Latino es ya una buena acostumbre de la gente joven de esta capital, que cada vez comete menos tropelías (salvo la gozosa aventada de chicas al aire, mediante tapetes arrancados de la alfombra instalada para la ocasión) y se entrega más abrir sus orejas ante las nuevas y viejas propuestas musicales.
Con quizá el triple de asistencia, en comparación del sábado pasado, ayer domingo, el maremágnum de cabecitas se dio vuelo en la multiplicidad de ritmos circundantes al rock en español, además de algunos invitados angloparlantes. A las seis de la tarde la lluvia sólo había sido una amenaza, aunque los vientos comenzaron a soplar presagiando una refrescada. Hasta entonces, otros aires frescos, pero musicales, habían venido soplando en los escenarios, pues aún había que guardar energías para los platos fuertes de la tarde-noche: Café Tacvba, Zoé, Kinky y Nortec.
Ante miles de pantalones de tubo, tenis converse, manitas en el pelo con diademas y pelos alborotados, la frescura surfera hizo olas con Fenómeno Fuzz. Ventilader sopló su pop distorsionado, mientras Jessy Bulbo, ataviada de súper heroína, salvó del mal gusto a la concurrencia con su garage alocado con el que la chamaquiza saltó gozosa.
Satin Dolls y Hana, que incluían más presencia femenina, fueron recibidas más levemente, pero con respeto. Steel Pulse, de Inglaterra, puso el toque reggaecero bajo un sol despiadado. Muy buena respuesta tuvo San Pascualito Rey y su dark guapachoso, pero explosivo; todos con saco negro, pese al calor; ellos invitaron a Flavio Cianciarullo, ex miembro de los Fabulosos Cádillac, a cantar Vasos vacíos, en versión deprimida.
La alegría llegó con Jumbo
La alegría vino con los regios de Jumbo. Sangre nueva, con Kill Aniston y Becker. A Jorge González, ex Prisioneros, casi nadie lo fue a ver, y la cursilería de Chetes fue amainada cuando Meme del Real, de Café Tacvba, lo acompañó en la bella canción 16 de febrero; con su pop rock meloso hizo agitar miles de brazos de un lado a otro.
Momento estelar fue el de los ingleses de The Magic Numbers, gorditos maravillosos que tocaron un rock suave, bluserón; encantadores y con gran respuesta.
El ritmazo de Sargento García y Ozomatli (quienes condenaron la acción bélica de Estados Unidos) puso el pasón guapachoso, mientras Los gatos le pegaron al contrabajo con su rockabilly surf ante cientos de enmascarados como luchadores.
En el lado fresa, Bengala y Liquits hacían gritar a las chicas, uno con su rock pop alebrestado y triste, los otros con su alegría näif, siempre bien tocada.
Lucybell de Chile le daba a la intensidad melódica, al tiempo que Los Músicos de José hicieron bailar y saltar a la banda del escenario verde.
Casi no hubo momento de escenarios sin público, lo que demostró gran amplitud de gustos y tendencias. Por ahí, algunos traían letreros que rezaban "se busca mota", y otras chicas más allá vendían a escondidas pastelitos mágicos, o sea, con cannabis.
La guapa Ely Guerra se vio mucho mejor plantada en el escenario que en otras participaciones de este encuentro; ahora con traje negro y corbata blanca, muy tapadita, pero con una broma respecto del accidente que le hizo asomar un pecho hace dos festivales Vive: cada uno de sus músicos tenía rasgada la playera justo en una de sus tetillas. Con su pasión acostumbrada, cantó sensual y rompió contra el suelo, catártica, una guitarra acústica.
Al cierre de esta edición, Kinky ya estaba haciendo temblar el suelo en el escenario principal con su funk pop divertido y brincador. Y aunque hubo muchas fallas de sonido, sobre todo en el escenario central, sin duda se avecinaba todavía un aguacero de aplausos y coros, de bailes hermanados, de amor por el rock y por la fiesta alrededor de él.