Usted está aquí: lunes 7 de mayo de 2007 Opinión ¿Ceguera?

Gustavo Esteva

¿Ceguera?

"En casos de conflicto severo y polarización profunda," nos dijo Kai, "lo peor es organizar elecciones." Expresaba así su preocupación por lo que ve venir en Oaxaca.

Kai es un activista de la no violencia que forma parte de un gran grupo de voluntarios internacionalistas dedicados a impulsar formas no violentas de resolver conflictos. Han estado presentes en todas las crisis recientes -lo mismo en Kosovo que en Darfur y en muchos otros escenarios de la violencia que actualmente cunde por el planeta. Ponen su experiencia al servicio de quienes intentan, en cada lugar, encontrar formas de diálogo que restablezcan las bases de la convivencia.

El 26 de noviembre pasado Kai recibió en sus oficinas de Rumania una llamada desde Oaxaca. La noche anterior la violencia tomó posesión de la capital oaxaqueña y se cometieron todo género de barbaridades. Un grupo de ciudadanas preocupadas sentía que el infierno se venía encima y pidió ayuda. Kai sabía ya de la intensidad de las confrontaciones y vino de inmediato. Ha regresado varias veces desde entonces.

El hecho significa, ante todo, que el conflicto que las autoridades estatales y federales persisten en negar, pregonando continuamente que la normalidad ha regresado a Oaxaca, se encuentra en el horizonte de observadores de todo el mundo. Esos activistas de la no violencia le dan seguimiento lo mismo que el Departamento de Estado de Estados Unidos, que sigue recomendando precauciones a sus ciudadanos si deciden venir a Oaxaca. Lo reconocen los turistas, que no creen lo que pregonan las autoridades y saben de la tensión que persiste en el estado. Lo reconocen cada vez más los hombres de negocios que el año pasado se afiliaron sin reservas con el gobierno y abogaron por el uso de la fuerza.

Oaxaqueñas y oaxaqueños que experimentan cotidianamente la tensión y las dificultades, y que aún no descubren la forma más adecuada de dar cauce a la polarización social que es hoy más visible, abierta e intensa que nunca, observan con ansiedad lo que empieza a ocurrir ante las próximas elecciones.

Tuvieron ya lugar las primeras muestras de los enfrentamientos mafiosos que marcarán esta transición. No llega aún la sangre al río, pero los estallidos podrán producirse en cualquier momento, en particular en las áreas del estado en que el movimiento desplazó el año pasado estructuras caciquiles de poder que ahora intentan recuperar los territorios perdidos. La gente se apresta ya a defenderlos.

Hasta ahora, las confrontaciones más agudas se han dado en el interior de los partidos, sobre todo en el PRD, que ha estado haciendo todo lo posible para perder lo que tenía grandes posibilidades de ganar. Cuando la APPO decidió no postular candidatos y aplicar en cambio el voto de castigo, los directivos del partido aplicaron mecánicamente al caso actual la experiencia de 2006, cuando ese voto trajo a su morral una especie de "carro completo". La convicción de que arrasarían de nuevo estimuló una lucha feroz entre grupos más o menos mafiosos del partido para asegurarse las candidaturas. Según se ha denunciado públicamente, esa misma convicción llevó a Ulises Ruiz a mover sus piezas para colocar en ellas a gente suya, a fin de que en el próximo Congreso los diputados perredistas hagan lo mismo que en el actual: sumar sus votos a los del PRI, entre cuyos candidatos, por cierto, se encuentran algunos de los funcionarios más claramente incompetentes y más expuestos a la crítica pública de la administración de Ulises Ruiz.

Todos esos trapos sucios, que antes se lavaban en casa, han quedado ahora en el tendedero público. En la siguiente fase no se tratará ya, solamente, de patadas abajo de la mesa o simbólicas cuchilladas por la espalda. Empezarán a ser cuchilladas reales, abiertas o emboscadas. En muchos casos, las cosas tomarán la forma de confrontaciones entre grupos locales, lo cual, según algunos analistas, es el escenario que se quiere crear: la represión se presentará como esfuerzo de pacificación.

El uso partidario de recursos públicos federales y estatales, que ahora el PRI y el PAN implementan cada cual a su manera, aunado a las maniobras tradicionales de intimidación, cooptación y manipulación, se está realizando en un contexto delicado, en que esas porquerías pueden operar como leña para el fuego que sigue encendido.

"Ni los veo ni los oigo", dijo famosamente Salinas. Fox llevó a extremos insospechados la actitud en su persistente empeño por demoler la institución presidencial. Mantenerla en la situación actual puede ser expresión de una muy peligrosa incompetencia. Pero puede ser también manifestación de una perversidad aún más peligrosa.

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