Depredación de las especies marinas
En un informe reciente de la FAO, la agencia de las Naciones Unidas que se ocupa de la agricultura y la alimentación, se alerta sobre la situación de los recursos pesqueros del planeta y los peligros para la humanidad debido a la mala administración de una riqueza de la que dependen millones de personas para su alimentación y su trabajo. En el documento se destaca, en primer lugar, la sobrexplotación de las especies marinas: la mitad está ya en su límite biológico, mientras una cuarta parte de las mismas se encuentra amenazada, porque se captura más de lo que permite un uso sostenible y porque las reservas se hallan seriamente mermadas o las declaradas en veda muestran una lenta recuperación.
Y es que cada día se pesca más, pero sin control ni racionalidad, lo que hace, además, que los hombres del mar vivan mal y la población no consuma productos marinos adecuadamente. Las flotas pesqueras mejoran su tecnología, pero a la vez ponen en peligro la existencia de las especies. Esto sucede incluso en continentes donde se suele afirmar que es prioridad el cuidado de la naturaleza, como en Europa, donde por sobrexplotación y falta de regulaciones disminuyen las poblaciones del atún rojo, el tiburón elefante y el de boca ancha, el bacalao del Atlántico, la merluza, la anchoveta y hasta la sardina.
Además, en los lances de pesca los barcos regresan al mar millones de toneladas de especies consideradas desperdicio, pero que podían servir para alimento humano y para preparar compuestos destinados a engordar otras especies en tierra firme. Sólo se conservan en los barcos las pesquerías que tienen buen precio en el mercado, no lo que la gente necesita. El caso más cruel, entre muchos, sucede con los tiburones, a los que, luego de cazar, sus captores les cortan las aletas con las que posteriormente cocinan una sopa muy apreciada por los chinos. Cortadas las aletas, regresan al tiburón al agua, donde muere irremediablemente. No son unos cuantos ejemplares los que corren esta suerte, sino cientos de miles cada año, como nos explica este lunes en La Jornada Ecológica el biólogo Marcos de Jesús Roldán. No debe extrañar entonces, tal como afirma la FAO en su informe, que más de la mitad de los tiburones que surcan los mares, así como dos tercios de las especies migratorias de los océanos, se encuentren sobrexplotadas o en fuerte reducción.
México figura precisamente entre las naciones en que las numerosas y valiosas especies de tiburón que posee han estado a merced de la depredación de las flotas pesqueras. Ahora, con la Norma Oficial 029, recientemente publicada, se espera revertir esa situación. Sin embargo, en la tierra de nadie, que son las aguas internacionales, las flotas de varios países se han convertido en los modernos piratas que en aras de la ganancia fácil, diezman numerosas especies, vitales para mantener el equilibrio y la vida marinas.
Por eso el informe asegura que ningún país involucrado en la pesca en alta mar respeta los acuerdos internacionales sobre la materia, pues lo que cada uno busca es aumentar el volumen de captura: los pasados siete años se elevó de 131 millones de toneladas a casi 143. Con tal de obtener más cantidad capturan los ejemplares juveniles, lo cual rompe el ciclo de la reproducción que garantizaría a futuro la abundancia de las especies. Eso sucede en México con algunas pesquerías que hoy requieren veda: la del mero, el pulpo, la langosta y el caracol. A pesar de que está prohibida su captura durante varios meses, se ha reducido su abundancia. Además, se pescan clandestinamente durante las vedas.
La FAO insiste en su estudio en que los países mejoren la legislación pesquera a fin de que esa actividad sea más racional, para el largo plazo, algo que hace falta en México, donde el proyecto de ley sobre la materia lleva durmiendo tres años en el Senado. Todos los involucrados en el tema (empresarios, pescadores, científicos, funcionarios) dicen que urge una ley que regule la actividad pesquera y la haga racional. Pero al paso que vamos, no llegaremos a ser la cuarta potencia del mundo, como anunció con tanta seguridad el señor de las promesas.