Usted está aquí: jueves 3 de mayo de 2007 Cultura Gabo del alma, recorrido de la mano y de las palabras de un escritor universal

Concluye en Bogotá exposición homenaje al Nobel de Literatura 1982

Gabo del alma, recorrido de la mano y de las palabras de un escritor universal

La muestra ocupó un pabellón de mil metros cuadrados en la capital de Colombia

Con sus cuentos y novelas, García Márquez ha cimbrado a millones de lectores

ARTURO JIMENEZ ENVIADO

Bogotá. Se llama Gabriel José García Márquez. No le gusta ese nombre porque piensa que es una sarta de lugares comunes que nunca ha logrado identificar con él. Nació en Aracataca, Colombia, en 1927. Su signo es Piscis y su mujer es Mercedes. Esas son las dos cosas más importantes que le han ocurrido en la vida, porque gracias a ellas ha logrado sobrevivir escribiendo.

Desde la entrada del pabellón de mil metros cuadrados que alberga la exposición Gabo del alma, que concluye en Bogotá, las palabras del querido escritor de Cien años de soledad y de 80 de edad toman de la mano al visitante y no lo sueltan hasta la salida. Y quizá ni en ese momento uno se vea liberado de la mano de palabras de Gabo, pues, con el apoyo milagroso de la buena museografía, se continúa el tránsito por la vida con una presencia más clara de Gabo en el alma.

El Caribe le enseñó a ver la realidad de otra manera, a reconocer los elementos sobrenaturales como algo que forma parte de la vida cotidiana. Conoce todas sus islas y territorios continentales, su historia de magias traídas de Africa por esclavos negros, pero también por piratas suecos, holandeses o ingleses, capaces de montar un teatro de ópera en Nueva Orleáns o de llenar de diamantes la dentadura de las mujeres. El Caribe no es sólo el mundo que le enseñó a escribir, sino la única región donde no se siente extranjero.

García Márquez ha inventado el realismo mágico, pero él sostiene que sólo es el notario de la realidad. Es más, confiesa que ha desechado de sus textos cosas reales porque no se las podrían creer. Su recuerdo y su sueño más vivo y recurrente no es el de las personas, sino el de la casa vieja y enorme de Aracataca, donde vivía con sus abuelos. Gabriel nunca ha salido de ella y la habita como si no tuviera edad.

Un día, de puntillas, Luisa Santiaga Márquez Cotes, su madre, lo despertó y le sopló al oído: tu padre te tiene una sorpresa. Y en el desayuno, don Gabriel Eligio García le dijo solemne, en presencia de todos: alista tus vainas, que te vas a Bogotá.

Un Gabo con cara de senador muerto

En la capital colombiana, por cierto, el joven Gabo se vio en un espejo con la cara de un senador muerto. Así se lo había advertido su hermana Ligia, con dones de vidente, pues para enfrentar el frío el muchacho llevó a Bogotá un abrigo de piel de camello que su madre le había comprado a la familia del legislador difunto.

Al salir de la Normal Superior de Zipaquirá, donde recibió una formación marxista, García Márquez ya sabía que quería ser periodista, escritor de novelas y hacer algo por una sociedad más justa, aspiraciones inseparables que habrían de conducirlo por el mismo camino.

Otro día, un martes, y casi de manera clandestina, el escritor en ciernes, aterrorizado, dejó el cuento La tercera resignación en la recepción de El Espectador, dirigido para Eduardo Zalamea Borda. Algunos días después, un sábado, en un café, de bruces se dio Gabriel con el título de su cuento en un ejemplar del periódico bogotano. No tenía cinco centavos para comprarlo, no encontró a nadie que se los prestara. Bajo la lluvia imperturbable, enfrentó a un hombre providencial que traía El Espectador en la mano, y le pidió que se lo regalara.

Con el corazón desaforado y con un solo aliento, leyó el cuento escondido en su cuarto, del que adeudaba 720 veces cinco centavos por dos meses de renta. No quedó conforme, pero fue la primera vez que pudo ver su trabajo literario en letras de molde.

Así comenzó la historia, ésta más conocida pero también documentada con amplitud en la exposición, del escritor Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura en 1982, autor de cuentos y novelas que han cimbrado las almas de millones de lectores en todo el planeta, hombre sencillo, genial y generoso.

Quizá por ello dice, con su sinceridad jamás fingida, que nunca, en ninguna circunstancia, ha olvidado que en la verdad de su alma no es nadie más, ni será nadie más, que uno de los 16 hijos del telegrafista de Aracataca. Y todos saben que eso es cierto, pero también que no lo es.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.