Usted está aquí: miércoles 2 de mayo de 2007 Opinión Rivera, el aborto y el efecto bumerán

Bernardo Barranco V.

Rivera, el aborto y el efecto bumerán

La contienda sobre la despenalización del aborto está lejos de haber terminado. La confrontación que polarizó a la sociedad mexicana ahora entra a otros terrenos, como los jurídicos, en torno a la aplicación de la ley aprobada por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, que enfrenta la resistencia de la Secretaría de Salud y del IMSS. El exhorto del cardenal Norberto Rivera a médicos, enfermeras, asistentes de salud y a todos aquellos involucrados en la interrupción de un embarazo, a invocar la objeción de conciencia es un ingrediente nuevo que abona al antagonismo social y político que ha caracterizado el debate. Aquí el gobierno del Distrito Federal deberá atender con mejores fundamentos jurídicos el tema de la objeción de conciencia y mayor sagacidad política para enfrentar el llamado a la desobediencia civil que ya ha invocado el cardenal, quien parece no comprender que está jugando con fuego.

La actual circunstancia mexicana es delicada. La alta jerarquía católica ha resaltado en diferentes comunicados que la actual transición democrática aún acusa debilidades, riesgos y disfuncionalidades como para ahora enarbolar un levantamiento social y la insubordinación a las disposiciones legales establecidas. Hay una sombría nostalgia cristera; por ello, el llamado del cardenal es más dramático y mediático que real, se aleja de la larga tradición de la Iglesia católica de respeto al orden legal establecido aun si éste afecta alguno de sus intereses.

No es nuevo que Rivera Carrera recurra a la amenaza de la desobediencia civil; en otros momentos ha invocado en homilías tal amenaza, provocando malestar entre los actores políticos y cierta inquietud social. Recordamos las homilías de octubre de 1997 y de 2005 (La Jornada, 19/10/05): la primera durante el sexenio de Zedillo y la segunda altamente festejada por el entonces secretario de Gobernación, Carlos María Abascal. Más que reprochar la teatralidad del llamado, preocupa la imprudencia política del prelado.

Al inicio de la confrontación, sostuvimos que la manera en que el cardenal había encarado la polémica era errónea, pues sus descalificaciones, culpabilizaciones y amenazas de excomunión podrían tener un efecto contrario e inverso perjudicando a la propia Iglesia mexicana (Milenio, 20/3/07).

Lamentablemente, el tiempo nos dio la razón. Ahora el agobiado Hugo Valdemar, vocero del arzobispo, pese a su encono inercial tuvo que dar marcha atrás y desde Roma le corrigieron la plana, ya que ni los legisladores ni el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, están excomulgados. El paso de los meses ha afectado a los actores religiosos más visibles en la polémica sobre el aborto. Las ausencias de Rivera en la catedral y su anticipada amenaza de silencio ante los medios sólo evidencian que los protagonistas en la batalla -Rivera, Valdemar y Serrano Limón- están muy gastados y mediáticamente expuestos a la pérdida de credibilidad. El efecto bumerán está operando.

En su tesis de maestría: La stratégie communicative du cardinal Norberto Ribera et l'effet boomerang, Verónica Veloz establece que una de las estrategias comunicativas del cardenal fue haberse posicionado no sólo como alto jerarca de la arquidiócesis, sino de toda la Iglesia católica. "Norberto Rivera", dice, "está ubicado en una posición donde sus errores y aciertos pesan descomunalmente en el conjunto de la Iglesia. Este protagonismo le ha acarreado severas diferencias al seno de la Conferencia del Episcopado Mexicano y otros sectores eclesiásticos que no ve en él a una figura moral."

Las coyunturas polarizadas son la mejor oportunidad para analizar el comportamiento de los actores y sus instituciones, porque se desenvuelven sin los matices ni maquillajes habituales. Varios colegas y observadores de la Iglesia católica estamos compartiendo opiniones respecto de la conducta de la Iglesia en el debate sobre el aborto. Llama la atención la poca capacidad de convocación social que mostró la jerarquía metropolitana. Dicho de otro modo: sorprendió la pobre respuesta de fieles católicos al llamado a movilizarse y defender la posición católica. Uno esperaría que dado el nivel de encaramiento empeño que los actores religiosos pusieron, hablaban en nombre de más de 80 por ciento de los católicos a los que decían no sólo representar, sino dirigir. El hecho de que solamente algunas pocas miles de personas acudieran a los llamados a la movilización, supone repensar muchos supuestos sobre el verdadero peso y gravitación social de la Iglesia y del cardenal. Algunos religiosos sostienen que no quiso utilizar toda su fuerza de convocatoria. O no pudo o no quiso. Si su intención, por prudencia no fue movilizar a los fieles católicos, fue un error estratégico dado el nivel de involucramiento de la alta dirigencia católica que llegó a niveles de la conferencia de obispos y del propio papa Benedicto XVI; las negociaciones no se ganan con declaraciones o contando con el favor de los grandes medios de comunicación electrónicos. Si no pudo, refleja una crisis pastoral aguda, así como una ausencia de liderazgo real del arzobispo cardenal con su grey.

Desde hace tres años el episcopado mexicano se ha venido preparando para estas confrontaciones; sin embargo, no tuvo capacidad de respuesta. En la reorganización de estructuras de la Conferencia Episcopal Mexicana, durante la 79 asamblea, la Iglesia se perfila para afrontar debates sobre la moral pública y dar la batalla por el tutelaje de los valores sociales como hipótesis central de posicionamiento social. Postura alentada de manera reiterada por Benedicto XVI durante la visita ad limina que realizaron los obispos mexicanos en 2004 a Roma. ¿Qué ha pasado? Por el momento lo ignoramos, pero sospechamos que el protagonismo del cardenal inhibió otras iniciativas.

Si la batalla sobre el aborto, como la llama el cardenal, aún no ha concluido, sí está en otra fase donde intervienen otros actores. También es momento para que la Iglesia, Roma incluida, haga un control de daños y analice a fondo los saldos que parecen confirmar el efecto bumerán.

 
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