¿Europa en vilo?
Como mesa de ping pong entre Rusia y Estados Unidos se despertó este viernes Europa. Sin transición la guerra fría se viste de luces y pone en entredicho los avances continentales que llevaron a muchos a cantar victoria y declarar por enésima vez el fin de la historia.
El presidente ruso Vladimir Putin fue tan claro como quiso y lanzó un reclamo que más bien sonó a desafío a sus vecinos, que impasibles parecen dispuestos a dejar hacer a Condoleezza Rice y a su presidente, en esta nueva edición de la "guerra de las galaxias", pero es de esperarse que con el tiempo las conferencias sobre la seguridad europea empiecen a llenarse de contenido y la Unión recapacite sobre el papel que de ella se espera en las nuevas circunstancias creadas por la caída del bloque soviético y sus propias evoluciones, y que el reclamo de los rusos sea visto con esta nueva óptica sin demasiadas concesiones al poder unipolar que no parece dispuesto a tomar nota de los cambios del mundo a que llevó el fin del equilibrio entre los bloques.
Atenazada por la perspectiva del terrorismo, que en España ha dejado de ser amenaza conjetural, Europa se debate entre las oleadas migratorias y ahora tiene que encarar las fintas americanas a que tan gustosas se prestan Rumania y Polonia, listas para jugar las contras a sus nuevos socios con tal de cumplir un sueño estadunidense en el que poco creen en este lado del Atlántico. Lo que está claro es que el mundo no se está quieto y que el poderío estadunidense no puede estar en reposo. De cómo devendrá el esquema a que obliga la recuperación rusa y la ampliación de la Unión Europea poco se habla por ahora, pero si se juntan las pinzas del mundo real, ordenadas por la sed de energía y los tamaños relativos de las poblaciones que se mueven entre Portugal y los Urales, es posible esperar mudanzas que al final de cuentas replanteen los términos de las alianzas tradicionales que poco o nada tienen que ver con las mudanzas que han seguido al fin de la guerra fría y que tampoco se compadecen con un uso del poder unipolar que no lleva en su seno ninguna promesa de estabilidad o de nuevo orden mundial. Más bien, como lo muestra trágicamente Irak, la potencia única parece al borde de un ataque de nervios, que sólo queda esperar se resuelva tranquilamente por la vía política antes de que sea demasiado tarde.
Qué le toca hacer o iniciar a nuestra región es algo que poco importa por estos lares. Si hubiese que dar cuenta de los registros europeos de América Latina, habría que decir que contamos poco o nada, y que la región y sus turbulencias y urgencias en materia de desarrollo, equidad o justicia distributiva, para no hablar de su difícil democracia, no le quitan el sueño a nadie. Si algo nos queda es la sensación de que con los vuelcos del mundo y sus globalizaciones estamos más solos que nunca, dejados a nuestra suerte y a punto de volvernos una curiosidad antropológica.
Solía proponerse que era en momentos como estos cuando la región podía aspirar a revisar sus seculares lazos de dependencia y a trazar nuevas sendas de desarrollo económico y social, pero la verdad es que encabezadas por elites solipsistas que han renunciado a toda pretensión dirigente, para no decir renovadora, nuestras naciones parecen más bien perdidas en su transición, y sin capacidad de iniciativa que les permita sentarse a la mesa del banquete globalizador.
Como sea, de nuevo entre los espectros de la confrontación Este-Oeste, Europa se empeña en una renovación civilizatoria que no reconoce las viejas fronteras. En Polonia, el reconocido historiador y político Bronislaw Geremek pone en riesgo su eurodiputación y se enfrenta a la parejita de gemelos que gobierna su país y está empeñada en "depurar" Polonia por medio de una cacería de brujas que recuerda los viejos tiempos. "Polonia se mueve en un universo que recuerda al de George Orwell", declaró el opositor polaco, asesor de Solidaridad y de Lech Walesa, quien se niega a someterse a la "lustración" desatada por los Kaczynski. Es su gesta en una nuez la de la nueva Europa de los derechos, que esperemos pronto se ponga a la cabeza del mundo y deje atrás los desvaríos estadunidenses para cuyos dirigentes actuales no parece pasar el tiempo. Para revirarle a Putin, Condy no tuvo el mínimo cuidado y se refirió al reclamo ruso como una preocupación desfasada por la "disuasión soviética", a casi 20 años de que el fallecido Yeltsin declarara el fin del país de los soviets. Lo viejo queda así en las manos del nuevo mundo, mientras el viejo continente se empeña en la cacería de lo moderno.