Love in an elevator abrió hora y media de música en un Foro Sol que acabó roqueado
El derroche de energía de Aerosmith superó lo esperado en un concierto de éxitos
El combo de Boston tocó sin complicaciones; fue complaciente con todos sus fans
Ampliar la imagen Steven Tyler sacó un churro gigantesco de utilería, cual cannabis, e hizo como que lo fumaba Foto: Fernando Aceves
Ampliar la imagen Steven Tyler sacó un churro gigantesco de utilería, cual cannabis, e hizo como que lo fumaba Foto: Fernando Aceves
Ampliar la imagen Steven Tyler sacó un churro gigantesco de utilería, cual cannabis, e hizo como que lo fumaba Foto: Fernando Aceves
Con más de tres décadas de darle al hard rock, a veces lo suficientemente pop-melódico como para ser accesible a todos, y a veces lo atinadamente bluesy-boogie como para complacer a los exigentes, Aerosmith alejó la lluvia que amenazaba al oriente de la ciudad de México, con un concierto dominguero, a gusto, sin complicaciones, bien tocado: telas brillantes, la boca gigantesca de Steven Tyler, la calidad irrefutable de los requintos de Joe Perry, Alicia Silverstone en pantallas, y toda una retahíla de acordes y breaks rocan-vaqueros, sucios y forajidos.
Guadalajara y Monterrey ya habían sido salpicadas por el combo de Boston, el cual ha pasado por varias vidas: la pos-jipi, que los viera inaugurar el prototipo de las "baladas de poder"; la setentera, en la que, junto a otros, sentaron bases para lo que en los años 80 sería el llamado "glam", del cual también formaron parte; la de los 90, en que se volvieron más pop, sin por ello dejar su estilo relajiento.
Y es que no hay que buscarle más pies al gato: Aerosmith canta al flirteo, al enamoramiento fugaz, a las noches de farra, a los personajes nocturnos, a las chicas ingratas, a los traseros, al exceso. Lo suyo es la vida disipada, y de su música no hay que esperar más que un momento hard-pop bien ejecutado, de innegable carisma.
Pero aunque aquello pudo haberse puesto decadente (hace al menos una década que no emiten un disco destacado), sobre todo tras la aparición de los tapatíos de La Cuca (aunque el público los respetó, más bien fue una pobre actuación), el derroche de energía de estos casi sexagenarios superó lo esperado. Y claro, dada su trayectoria, se trató de un concierto de éxitos. Así que para no hacerla de emoción, el quinteto fue al grano, y abrió con el puro hit: Love in an elevator, Dude (look like a lady), Falling in love (is hard on the knees). De inmediato, Crying y Crazy, sus baladas noventeras más memorables, con todo y la rubia actriz citada, en pantallas, con el video que hiciera suspirar a los entonces chamacos, hoy treintones. Vino Eat the rich, y Tyler, restirado de la cara cual señora de las Lomas, mostró su plano abdomen, en el que se leía la palabra "chúpame" (en español), muy cerca de la cremallera; al final del tema, sacó un churro gigantesco de utilería, cual si de cannabis, e hizo como que lo fumaba. Su voz se mantiene casi intacta (alcanza agudos tremendos), así como sus ropas estrafalarias y su emblemático pañuelo largo, amarrado al micrófono; se mueve menos, pero conserva su gracia de un lado al otro del tinglado.
Dos baladas menores, Don't want to miss a thing (de la cinta Armaggedon), y Jaded, fueron olvidadas cuando se aventaron el estupendo standard de blues, Baby please don't go, armónica y todo en boca de Tyler; el bajeo de Tom Hamilton, de regreso tras un tratamiento contra el cáncer en la garganta, apoyó sabroso el boogie. Al frente, sentados sobre una rampa aledaña, Joe Perry (a quien todo el concierto, Tyler insistió en llamar "Joe fuckin' Perry") y el vocalista flotaron sobre la rica balada Seasons of winter, hasta que Dream on, su ultraclásico de 1973, sonó más que vigente, hermosa. Luego, Mama's Kin, de su primer álbum, sonó sabrosa, bluesy boogie: es en ese género cuando más se pulen (algunos de sus temas pop no han resistido el paso del tiempo), sobre todo cuando Joe fuckin' Perry le saca lustre a la de seis cuerdas con el tino suficiente para limpiar lo "hard" y empuercar lo pop; ni cómo negar su notable ejecución; aunque su momento estelar llegó con una canción suya, Stop messin' around, cantada por él, y con Sweet emotion, tremendo clásico que barrió con todo; Perry hizo magia guitarril, sin caer en ridículos ni hacerse el malote: tocó buen rocanrol. También se luciría Joey Kramer en batería. Vinieron Draw the line, un breve encore, y adiós con Walk this way, hitazo que en los años 80 rapearan con los de Run DMC. Apenas hora y media: lo suficiente como para que un Foro Sol a su 85 por ciento de capacidad, saliera roqueado, encervezado, a gusto.