Usted está aquí: sábado 21 de abril de 2007 Opinión Pandora a cuatro voces

Juan Arturo Brennan

Pandora a cuatro voces

En un momento en que la cinematografía alemana dominaba (al menos en lo estético y lo expresivo) el mundo de las películas mudas, Georg Pabst y Laszlo Wajda adaptaron dos textos dramáticos de Franz Wedekind para elaborar el guión de un filme. El resultado fue una de las cintas mudas más notables de la historia, La caja de Pandora (1928), dirigida por el propio Pabst. La historia de esta mujer sensual, liberada, amoral en más de un sentido, que va dejando tras de sí una estela de hombres destruidos, ha sido extrapolada en numerosas ocasiones en otros ámbitos de creación artística, notablemente en la ópera Lulu, de Alban Berg.

El fime de Pabst, considerado con justicia como una de las mejores muestras del cine de su tiempo, ofrece al espectador un viaje visual sorprendente, tan rico en su puesta en escena como en su puesta en cámara, con una fotografía altamente expresiva y, lo que es más importante, una muy buena historia, muy bien contada.

Desde el punto de vista histórico, La caja de Pandora representa el punto máximo en la carrera de la actriz estadunidense Louise Brooks, quien después de haberse iniciado de manera no muy auspiciosa en el cine de su país, fue llamada por Pabst para hacer el papel protagónico de Lulú en Alemania. El trabajo de Brooks en La caja de Pandora es una potente mezcla de sexualidad, poder y drama que se convierte, desde el principio mismo de la cinta, en la razón de ser del proyecto de Pabst. Tan climático es este papel en la trayectoria de Brooks que a partir de esta cinta su carrera fue cabalmente cuesta abajo.

En tiempos recientes se ha dado un importante auge en lo que se refiere al rescate musical de numerosas películas del cine mudo. Cuando digo ''rescate musical" me refiero, en primer término, a la búsqueda detectivesca de algunas partituras originales que se perdieron en los laberintos del tiempo y en las gavetas de las bodegas, su adecuada revisión y edición, y su posterior interpretación con el filme correspondiente, de preferencia con músicos en vivo.

Sin embargo, bajo este concepto me refiero también al muy interesante trabajo que se ha realizado en diversos ámbitos para crear partituras nuevas que tienen como destino convertirse en el soundtrack de películas que nunca lo tuvieron. Al respecto, varios escenarios mexicanos han sido sedes de presentaciones diversas, que en general han resultado ser sesiones muy interesantes de música y cine. Una película tan destacada (y tan sugestiva) como La caja de Pandora no podía quedar ajena a esta corriente de pensamiento, y recientemente ha aparecido en el mercado una edición especial en formato dvd, con todos los procesos técnicos de restauración y puesta al día que requiere, y acompañada no con una, ni con dos ni con tres, sino con cuatro bandas sonoras.

La primera de ellas es una partitura orquestal creada hoy, al estilo romántico tardío de aquella época, por Gillian Anderson. La segunda es también una composición orquestal, de Peer Raben, creada bajo parámetros expresivos y estilísticos mucho más modernos. En tercer lugar se encuentra una composición de Dimitar Pentchev para una pequeña banda de cabaret, con mucho de jazz, swing y otras músicas similares y conexas. La cuarta banda sonora que acompaña a esta edición de La caja de Pandora es una improvisación al piano (es decir, como se hacía originalmente) a cargo de Stephan Oliva.

La mejor y más completa manera de disfrutar estas cuatro Pandoras musicales es, evidentemente, ver la película cuatro veces, seleccionando sucesivamente cada uno de los soundtracks. Esto fue lo que hice y créame, lector, que las más de ocho horas invertidas en ella lo valen, hasta el último minuto. La otra opción, que yo llamaría la opción light, es elegir aleatoriamente algunas partes de la película para acompañarlas con los fragmentos correspondientes de las distintas bandas sonoras. Esta opción es facilitada, para los interesados en ella, por el hecho de que la continuidad narrativa de La caja de Pandora está elegantemente dividida en ocho actos.

Un par de actos con Anderson, otros dos con Raben, dos más con Pentchev y los dos últimos con Oliva... tampoco es una mala idea. En cualquier caso, se trata de cuatro partituras de música de cine muy interesantes, cada una con sus propios méritos, y lo fantástico es que cada una provoca cambios sustanciales en la percepción del espectador en cuanto a las imágenes y la narración. ¿Quién dijo que la música de cine era un mero accesorio prescindible?

 
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