Autodeterminación: vida que se defiende
El empuje de los pueblos indios
mexicanos no nació ayer, y es cada día más
contemporáneo/simultáneo al de otros grandes pueblos
originarios del continente (en Bolivia, Ecuador y Guatemala sobre
todo) y participa del escozor que recorre estas tierras, santuario
mundial y pese a todo, de la naturaleza, la madre tierra y la historia
como proyecto de futuro.
Ante los pueblos indios
el poder institucional aparece cada día más fuera
de foco. De él y su clase política provienen la desnacionalización
y la destrucción progresiva del entorno para ganancia exclusiva
e insaciable de las transnacionales y las matrices financieras en
Norteamérica, Japón y la Unión Europea.
Mientras se profundiza
el divorcio entre gobierno y Nación, los pueblos originarios
son hoy garantes de nuestra Nación, y suya es la única
propuesta que ha mostrado ser viable, una alternativa de gobierno
propio basado en la equidad y la fraternidad, sin los vanos eslógans
de "unión" y "paz" que promueven los gobiernos federal y
estatales con escasa credibilidad y mucha publicidad.
La autonomía
indígena es un hecho (que aún en estado de virtual
guerra se ejerce en las montañas de Chiapas y diversos enclaves
originarios de Oaxaca, Guerrero, Jalisco, Veracruz y Sonora), y
también un factor de equilibrio para que el país no
se rompa en pedazos. Llama la atención que sea el "gobierno"
nacional el primer interesado en impedir la autonomía, desarticular
la resistencia indígena, desvirtuar su legitimidad. Las juntas
de buen gobierno zapatistas y numerosos ayuntamientos populares
autónomos o por usos y costumbres demuestran que gobernar
no es lo mismo que ocupar el poder, pues su legitimidad reside en
lo comunal y en que no necesitan "empoderarse" para ser libres.
La decrepitud terminal
de lo que alguna vez fue "política indigenista" del Estado
mexicano se retrata plena en las declaraciones simétricamente
seniles del ex comisionado para la paz en Chiapas y hoy liquidador
de la jibarizada Comisión Nacional para el Desarrollo de
los Pueblos Indígenas, Luis H. Álvarez, quien dijo
en Madrid que el ezln ha dejado de ser "interlocutor" para el gobieno
(La Jornada, 2 de abril, nota de Armando G. Tejada). Tardó
en enterarse. Como señalaba la especialista Magdalena Gómez,
hace rato que el gobierno dejó de ser interlocutor para el
movimiento zapatista que, les guste o no allá arriba, participa
centralmente en la integración de un movimiento indígena
nacional a salvo del "no los veo ni los oigo" del poder político
y la derecha post-salinista.
Ninguna necedad del
poder se sostiene ya ante las dignas luchas indígenas en
defensa del agua, la tierra, las lenguas, el territorio, los bosques,
mares, selvas, sitios históricos y la existencia misma de
los lugares sagrados.
El Congreso Nacional
Indígena y una multitud de organizaciones campesinas e indias
en frecuente confrontación con el poder político y
militar, suman un polo de pluralidad nacional sin el cual México
no podría existir y sin cuyo concurso ya nadie podrá
gobernar este país sin mayoría ideológica,
partidista, étnica ni religiosa (y donde pretender lo contrario
sería puro y simple totalitarismo).
Algún día
terminará la impunidad hereditaria de los poderosos y el
pueblo mexicano detendrá la expoliación de estas tierras.
Ese día no lejano los pueblos indios estarán allí,
presentes de palabra y obra, y eso será bueno, futuro que
no miente, vida que se defiende.
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