El único que nunca se equivoca
Horas después de que su abuelo el coronel lo llevara a conocer los animales de un circo, el niño Gabriel García Márquez habría de enterarse de que un diccionario ''no sólo lo sabe todo, sino que es el único que nunca se equivoca".
El premio Nobel de Literatura 1982 tenía entonces cinco años y el coronel había fallado al tratar de reconocer a un dromedario en Aracataca, por eso, abatido, resaltó la importancia de los diccionarios, porque éstos ''tienen que sostener el mundo".
El Diccionario Esencial de la Lengua Española, que ya se había presentado en España, en noviembre pasado, abona a la idea garciamarquiana sobre el idioma: ''para mí, el mejor idioma no es el más puro, sino el más vivo. Es decir, el más impuro", según escribió en su texto periodístico de 1981, La conduerma de las palabras.
En la nueva obra los americanismos representan 12 por ciento de los términos contenidos y fue presentada en América como antecedente al cuarto Congreso Internacional de la Lengua Española, que se efectuó en Cartagena de Indias, y cuyos actos centrales fueron los homenajes al autor de Cien años de soledad.
Por eso la presentación no pudo tener mejor escaparate que los festejos a un aficionado de los diccionarios, quien nunca los ha visto ''como un libro de estudio, gordo y sabio, sino como un juguete para toda la vida".
Cuando su abuelo le mostró el mamotreto ilustrado que lo sabía todo, García Márquez pudo imaginarse ''cuánta razón tenía el coronel, si eran casi 2 mil páginas grandes, abigarradas y con dibujos preciosos. En la iglesia me había asombrado el tamaño del misal, pero el diccionario era más grande. Fue como asomarme al mundo entero por primera vez.
''-¿Cuántas palabras habrá? -pregunté
''-Todas -dijo el abuelo."