Habla Pedro Vargas
Hay que cantar con seriedad, pues el que hace muchas muecas ni es artista ni tiene buen gusto. En vez de darle ímpetu a la canción, la ridiculiza, expresaba Pedro Vargas. Aquí la parte final de la entrevista con el notable cantante.
Yo también he compuesto canciones y las he cantado
-Yo escribí hace muchos años dos canciones y Ricardo López Méndez hizo la música; las hice en 1936. Son canciones viejas, pero pienso cantarlas de nuevo cuando me presente en Bellas Artes, en enero de 1978, con motivo de mi cincuentenario, con arreglos modernos. Se llaman Tú me haces falta, Porteñita mía, Me fui.
''Asimismo, cantaré melodías de la mejor época de la canción mexicana, la de los años 40, de María Grever, Gabriel Ruiz, Consuelito Velázquez y Gonzalo Curiel. Esas canciones han sido oídas en el mundo entero; a todas partes he ido, en todas partes he grabado, en toda América Latina y en España. Esas eran canciones que conjugaban la belleza de la melodía con la de las palabras, ahora los ritmos actuales pues son repeticiones de frases que jamás acaban (se pone a tararear): ''que yo te quiero y que tú no me quieres y que yo te quiero y que tú no me quieres", la canción se va así durante no sé cuánto tiempo.
''Mire, ahora tenemos un compositor muy importante que es Armando Manzanero, que hace canciones de amor y muy bien hechas, con las palabras que de veras llegan e interesan.''
-Yo he oído algunas canciones de él, como Esta tarde vi llover, Adoro, Ahora, Pero te extraño...
(Me interrumpe) ''Sí, sí yo las canto, escúchelas con detenimiento para que vea usted qué bien dichas las palabras.''
-Es que yo las veo, don Pedro, muy parecidas al francés Charles Aznavour, a Charles Trenet, a Gilbert Becaud, a la canción francesa. Incluso Manzanero musicaliza sus canciones siguiendo la temática que pegó en Francia; el lenguaje coloquial, las cosas que se ven en la calle, el hombre que pasa con su perro, el sol sobre la ventana, etcétera.
Armando Manzanero es un gran compositor
-Es que yo creo que la canción nació en Francia, Elenita, eso nadie lo niega. ¡Recuerde usted a la Piaf! Yo también he oído mucho a Aznavour, pero no considero que la de Manzanero sea una imitación, sino una forma parecida de hacer canciones. Y ha alcanzado un gran éxito, lo considero un muy buen músico; hace bellas melodías, y yo sé de eso, Elenita, yo sé de eso. ¡A mí nadie me hace cantar una canción que musicalmente no vale!
''Se imagina usted si después de Agustín Lara voy a cantar cualquier cosa, pues no, nomás no. Después de una canción tan bella como Solamente una vez no voy a cantar una tontería, eso sí que no''. (Todo esto me lo dice Pedro Vargas, sin que se le mueva un solo músculo de la cara. No parece alterarse jamás. Su expresión es cordial, sencilla y en cierto modo emocionada. Con razón le dicen El Samurai, como me lo contó hace un momento, un sobrenombre que le puso el Chamaco Fernández Urbina, escultor que en paz descanse, quien restauró el Angel de la Independencia. En una gira a Guadalajara para estrenar una estación de radio, el Chamaco le dijo a Pedro de Lille: ''Oye, ¿por qué no le pones a Pedro El Samurai?" ''¿Por qué", porque cuando canta ni un gesto hace. Podría hacerse el hara kiri y se quedaría tan tranquilo". (Desde ese día y por la puntada del Chamaco Fernández se me quedó ese apodo de El Samurai.)
El que hace muecas no es artista ni tiene buen gusto
-A usted, ¿le gustan los cantantes gestudos, don Pedro, los que hacen muchos visajes para acompañar a letra de la canción que interpretan?
-No, nada, porque hay que cantar seriamente. El que hace mucha mueca ni es artista ni tiene buen gusto. En vez de darle ímpetu a la canción, la ridiculiza.
-Y, ¿qué intérprete le parece bueno? Supongo que le parecen espantosos los rocanroleros, los greñudos, los que entran en trance epiléptico sobre el escenario.
-No, Elena, no de los rocanroleros. Yo soy gran admirador de los Beatles, me gustan muchísimo, me parecen formidables, formidables, también me gusta Elvis Presley, quien fue en realidad el iniciador de todo este movimiento, quien andaba con su guitarra y su pantalón ajustado.
La vida nocturna en los años 30 se institucionaliza en los cabarets decentes
-Don Pedro, ¿qué cabarets había en México en la época de oro de la canción mexicana, en los años 30 y 40?
-Don Vicente Miranda le dio larga vida al cabaret, él lo empujó, le dio categoría y en esos años había muchos de primera, El Retiro, El Patio, El Ciros también era un gran cabaret, porque Blumenthal era un hotelero de primera y en el hotel Reforma le dio al cabaret mucha vida. Todos lo actores de Hollywood visitaban el Ciros y saludaban a su amigo Blumenthal. Rita Hayworth, Errol Flynn, Orson Welles, Johnny Weismuller, bueno todos.
''Otro gran hotelero que supo hacer cabaret fue Manolo del Valle, quien le dio nuevo sentido a la vida nocturna. ¡Y ni hablar de Cacho Peralta! Yo canté con él todos los años, en el Capri; él era un empresario magnífico. ¡Después, con el Capri yo perdí millones, porque fui aval, fui socio, aunque yo no lo manejaba y lo manejaban otros, pero yo fui aval del Capri y allí se quedaron mis ahorros de 30 años. Tuve que volver a hacerlo todo porque empeñé hasta las joyas de mi mujer, creo que esto ya se lo conté.
-Y era muy bonito el ambiente.
-Sí, mucho, muy bonito. Había mujeres preciosas, ¡oiga usted!, que llegaban con sus alhajas, vestidos de alta costura, pieles, peinados a la última moda, mujeres cuidadas, y los caballeros también se arreglaban para ir al cabaret.
No, Agustín Lara no era cursi
-¿Estaba en su apogeo la vida bohemia? Porque Tata Nacho, Agustín Lara y los músicos y compositores en general tenían fama de bohemios, de disipados.
-Pues no lo eran, ¡oiga usted!, no lo eran.
-¡Pero sí se pasaban la noche en vela, bebiendo, fumando, repartiendo besos!
-La vida nocturna en México era muy decente, al menos en los cabarets que yo le mencioné. ¡Claro que estaba el Smyrna, donde había coristas, se hacían desnudos, pero esos eran salones más populares, el Smyrna, el Montecarlo, pero en torno a mi compadre Agustín, sólo se cantaban canciones románticas, se hacía poesía, porque él fue un gran poeta.
-Agustín Lara era muy cursi, ¿o no?
-Oiga usted, no.
-Eso de blanco diván de tul, eso del abanicar de pavos reales, las trémulas angustias musicales, el terciopelo de tu inquietud, eso de...
-Era la poesía de aquel tiempo, preciosa; la gente de ahora quizá no puede entenderla porque se limita a repetir durante horas ''Nos vemos luego cocodrilo, hasta el rato lagartija". Agustín Lara, en cambio, ponía su corazón a los pies de las damas. A ver, mi linda, venga usted a conocer mi casa, pero no me ponga usted que soy millonario, porque nada más tengo esta casa y otras dos y yo mismo las mantengo cantando. Si no cantara, ¿qué sería de nosotros? Todo lo perdí en el Capri, todo. Venga para acá, ¿ya vio usted esa foto de Vicky Carr bailando con mi hijo?
(La casa en Sierra Leona se levanta en la esquina sobre la barranca. La veranda tiene un piso de mármol a grandes cuadros blancos y negros que envidiaría Visconti; sobre todas las mesas hay objetos de opalina azul, figuras de porcelana. El bar o cantina está atiborrado. Sobre el piano de cola se amontonan enmarcadas en plata muchas fotos de familia. Pedro Vargas me guía en esta gira turística por su casa-palacio llamándome ahora sí mi linda, mi preciosa, mi amor, mientras habla de prisa, de prisa con esa emoción contenida y presurosa que lo caracteriza. Me enseña un cuadro que le regaló Sofía Bassi, otro de Raúl Anguiano; yo lo sigo por los aposentos, admirando un trofeo acá, un disco de oro allá, un diploma más allá -''aquí sólo tengo unas cuántas cosas, lo demás está en San Miguel"-, pero lo que más admiro es la estabilidad y la fortaleza de carácter de este hombre, dotado de voz privilegiada, que de monaguillo hijo de analfabetos ha llegado a ser el ''tenor continental", y eso sin gestos ni escándalos ni aspavientos.)