Usted está aquí: lunes 9 de abril de 2007 Cultura Ariosto Otero pide rescatar sus murales de la plaza Merced 2000

DESDEN OFICIAL POR PROYECTO ARTISTICO POPULAR

Entre basura, orines y amenazas ambientales, languidecen tres obras del artista

Ariosto Otero pide rescatar sus murales de la plaza Merced 2000

Las pinturas están en un espacio comercial proyectado en 1997 y que nunca llegó a funcionar

Las autoridades capitalinas no han hecho caso de mi petición para reubicarlas, asegura el pintor

MONICA MATEOS-VEGA

Ampliar la imagen Entre basura y en una zona prácticamente abandonada, se encuentra el mural Los pueblos no guardan memoria, de Ariosto Otero, quien desea que la obra sea reubicada, tal vez en una estación del Metro Foto: Carlos Ramos Mamahua

Ampliar la imagen Huellas de humedad y orines amenazan la integridad de la obra. Aquí el pintor al lado de otro de los murales que están en la plaza Merced 2000, Monstruos de fin de milenio Foto: Carlos Ramos Mamahua

Ampliar la imagen La plaza se construyó sobre los terrenos de la fábrica de hilos Cadena, por eso Otero pintó otro mural con un tema referente al lugar en el que se encuentra la plaza, Los hilados Foto: Carlos Ramos Mamahua

Los tres murales que el artista mexicano Ariosto Otero donó hace siete años al Gobierno del Distrito Federal para ser exhibidos de manera permanente en la plaza comercial Merced 2000 hoy se encuentran llenos de mugre, entre la basura, el olor a orines y la amenaza constante de la humedad, por la lluvia que se cuela por los techos rotos de ese mall que nunca llegó a ser, ni un solo día, como de "colonia rica", según les habían prometido a los vecinos.

A principios de 1998, el entonces jefe de Gobierno de la ciudad de México, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, impulsó la creación de plazas comerciales en el Centro Histórico con el fin de reordenar a los vendedores ambulantes.

En el populoso barrio de La Merced se construyó entonces lo que se pretendía fuese el gran y moderno mall de la zona: la plaza Merced 2000, inaugurada hace siete años por Rosario Robles, quien remplazó a Cárdenas cuando éste se fue a su campaña presidencial.

Se ocupó el predio de la antigua fábrica de hilos Cadena para construir un espacioso inmueble con más de mil locales en su planta baja, así como un conjunto de cines en el primer piso, con un amplio espacio para negocios de comida rápida.

La cereza de ese pastel serían los murales del maestro Ariosto Otero, quien entusiasmado por este proyecto de arte público al que fue invitado por autoridades de la dirección general del Fondo de Desarrollo Económico del Distrito Federal (Fondeco), donó tres obras de gran formato.

Pero luego de la euforia del día en que Robles cortó el listón inaugural de esa plaza comercial, el lugar quedó en el abandono. Nunca funcionó al ciento por ciento ante la renuencia de los ambulantes que decidieron convertir en bodegas los locales adquiridos.

Desde 2000 a la fecha, el muralista -uno de los más prolíficos de México, cuyas obras se encuentran repartidas también en Argentina, Uruguay y Colombia- ha intentado infructuosamente rescatar su obra.

"Quiero que sean trasladados a un lugar digno, donde cumplan el objetivo para el cual los pinté: que sean apreciados por la gente. He propuesto que se reubiquen en estaciones del Metro", explica el artista en entrevista con La Jornada.

-¿Ha hecho alguna petición formal a las autoridades capitalinas para que sus murales sean reubicados? -se le preguntó.

-El pasado 18 de diciembre vi a Elena Cepeda, secretaria de Cultura del Gobierno del Distrito Federal. Si bien no tenía cita con ella y esperé dos horas, me recibió apenas un minuto. Le entregué la petición por escrito, y toda la documentación de mis anteriores solicitudes que nunca fueron atendidas.

"La secretaria me citó para el 27 de diciembre para ver el asunto, 'con calma', pero ese día me llamaron temprano para cancelar y asegurarme que ellos me avisaban cuándo sería la reunión. Pasaron varios días, llamé para saber qué pasaba, y por fin me recibió el 23 de enero, ahora me dio dos minutos para exponerle mi asunto.

"Me mandó con otra persona para que se hiciera cargo, pero hasta la fecha no he vuelto a saber nada de ellos. Nunca hubo una respuesta oficial por escrito, mucho menos un trato respetuoso, al contrario, hubo cierto menosprecio.

"Si el gobierno capitalino me hubiera pagado la obra, pues quizá diría ni modo, pero aun así pelearía mis derechos de autor que no están respetando. Pero la doné, y la obra está deteriorándose, abandonada.

"Es lamentable que los artistas debamos estar defendiendo eternamente las obras que se supone son responsabilidad de la persona o institución a la que se la donamos o vendimos, no se vale. No hay justicia en cuanto a la protección a la cultura."

Proyectos truncos

El proyecto de regeneración de La Merced que propuso Cárdenas en su tiempo fue por medio del Fideicomiso del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Esta instancia encomendó al Instituto Politécnico Nacional realizar un estudio en la zona de La Merced, cuyo responsable fue Salvador Urrieta García, de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura.

El diagnóstico para "la rehabilitación del espacio urbano, patrimonial y arquitectónico a fin de preservarlo" que se realizó entonces se suma a decenas de proyectos que no han prosperado en la zona, promovidos por distintas administraciones.

"Fue ilógico querer poner cines aquí", dice un guardia de seguridad privada que vigila la plaza Merced 2000, "imagínese, ¿quien iba a querer venir a ver una película de terror, cuando éste se encuentra rodeándonos, en las calles?"

El lugar se ubica en la esquina de las calles Abraham Olvera y San Ciprián, a unas cuantas cuadras de la avenida Congreso de la Unión. Cuenta con un amplio estacionamiento, con acceso directo al primer piso, donde ahora sólo se encuentra abierto un local en el que se venden disfraces al mayoreo.

Ahí están los murales de Otero, presidente de la Unión Latinoamericana de Muralistas. Frente a su obra titulada Los pueblos no tienen memoria se observa la cortina metálica, cerrada, del único negocio que hace siete años se instaló ahí: "Préstamos inmediatos". Un aviso informa: "cerramos temporalmente esta sucursal en tanto se desarrolla esta área de la plaza".

Llama la atención que, no obstante el evidente descuido en el que se encuentra el inmueble, con algunas pintas en sus paredes, los murales han sido respetados por los grafiteros.

Apenas una "compostura" se aprecia en el mural Monstruos de fin de milenio, que no una agresión: bajo las palabras "justicia social", que a manera de petición lleva una mujer que lucha contra el monstruo de la drogadicción, depredación, pornografía, racismo y embargos, un anónimo artista añadió "no".

Respeto de la gente

El artista considera que "la gente del barrio sabe que estas obras fueron hechas para ellos, para que las vivieran y entendieran el mensaje del mundo en que estamos.

"Los murales están hechos sobre cuadros de madera de 19 milímetros de espesor, montados sobre herrería, atornillado cada 30 centímetros, la pasta con que están preparados es una técnica que inventé hace 20 años, a base de carbonato de calcio, de selladores, de acrílicos, de blanco de titanio y de resinas plásticas que dan una resistencia al tiempo incalculable.

"Por eso hay partes de los murales que parece fueron hechas ayer, pero en los extremos ya hay oxidación, la madera está inflada, mucho polvo. La obra se está destruyendo."

Los pueblos no tienen memoria tiene "la vigencia de este momento", aunque fue realizado hace años, dice Otero. Por ejemplo, plasma el conflicto migratorio, el dominio del Banco Mundial, la transculturización, la imposición de la fuerza por medio de la policía, el mestizaje, los transgénicos, la violencia y las peticiones eternas del pueblo: educación y trabajo.

Otro de los murales, Los hilados, fue realizado in situ, concebido por el artista para rememorar que en ese inmueble estuvo la fábrica de hilos Cadena. Ariosto Otero representa en su obra el trabajo artesanal de las costureras y la llegada de la modernidad.

Desde la década de los 30 no se había aparecido un muralista en los alrededores de La Merced, añade Otero, "con excepción de la obra de Daniel Manrique y su magnífica producción, que nunca se protegió, en Tepito. Pero en un mercado, sólo existen los murales que se encuentran en el Abelardo L. Rodríguez, también en el abandono, y estos tres. Es una pena, porque los mercados son los recintos ideales para este tipo de arte público.

"Aceptaría que mi obra se quedara aquí con la condición de que hubiera un proyecto concreto para reactivar la plaza, con fecha concreta. De lo contrario, exijo que se les reubique en un lugar digno."

Por su parte, el administrador de la plaza Merced 2000, Juan Mateo Espinosa, afirma a La Jornada que si bien las autoridades del gobierno capitalino los tuvieron muchos años "en el abandono", apenas "el año pasado nos dieron permiso para volver a trabajar. En 2006 se abrió el panorama para impulsar un auge de la plaza, y ahí vamos, funcionando poco a poco. Ahorita estamos esperando que se nombre un nuevo apoderado legal de Fondeco para iniciar una nueva negociación.

"Queremos que esto funcione. En este momento sólo está abierto al público 50 por ciento de los locales, aunque están vendidos todos. Con respecto a los murales, nosotros hemos cuidado de ellos por medio de elementos de seguridad privados que tenemos contratados para resguardar todo el inmueble. A pesar de la mala fama que tiene la gente del barrio, hay respeto por estas cosas del arte.

"Claro, tenemos guardias que hace rondines constantemente, para proteger a los comerciantes que poco a poco han ido abriendo. Tenemos la certeza de que en algún momento llegará el representante de Fondeco y le interesarán los programas que hemos echado a andar.

"Necesitamos sólo un empujoncito de parte del jefe de Gobierno capitalino: para toda el área de La Merced le pedimos seguridad, y una campaña publicitaria para que la gente sepa lo que representa comercialmente esta zona para el Distrito Federal.

"Definitivamente queremos que los murales se queden aquí, que ahora no nos vayan a salir con la gracia de que se los llevan. Hemos demostrado que aunque la plaza no está ocupada como se quisiera, los murales no están maltratados, los cuidamos de los maldosos, y con ellos queremos festejar, en septiembre, los 50 años del barrio."

 
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