Las lecciones del arroz para nuestro maíz
En agosto de este año, el gobierno estadunidense reconoció la contaminación del arroz comercial de ese país con el transgénico experimental LL601, no aprobado para consumo humano. El anuncio provocó la cancelación inmediata de las importaciones de ese grano a Japón, la caída del precio, el rechazo de los 25 países de la Unión Europea al cereal, sumando pérdidas de más de 100 millones de dólares. Cientos de productores de arroz han presentado 25 demandas por daños en contra de Bayer, mientras la Federación de Productores de Arroz han adoptado un plan de emergencia para tratar de "limpiar" de transgénicos la cosecha del año próximo. Este escándalo es ya calificado como la peor crisis para los arroceros en Estados Unidos.
Los conflictos creados por esta contaminación evidencian la falta de control de la industria biotecnológica sobre los cultivos transgénicos sembrados al aire libre y debe alertarnos sobre los riesgos reales y los peligros potenciales que corremos si se otorgan permisos a la siembra experimental de maíz en México.
Jugar con fuego
El arroz transgénico LL61 de Bayer que contaminó las cosechas de Estados Unidos nunca se cultivó a escala comercial: sólo se permitió su siembra experimental entre 1998 y 2001 a la compañía Aventis CropScience, que después se fusionó con Bayer. Nadie sabe cómo este experimento se "escapó" del control de sus investigadores y apareció cinco años después en los contenedores de arroz para la venta al público, en el estado de Arkansas, el principal productor de arroz de ese país.
A raíz de este escándalo, el centro experimental agrícola de la Universidad de Louisiana aclaró que desde 2003 haba encontrado trazas del transgénico LL601 en la semilla de arroz conocida como Cheniere, que fueron sembradas en alrededor de 12 por ciento de la tierra dedicada al arroz en Arkansas.
Sorprendentemente, pruebas de laboratorio revelaron que 31 por ciento de la cosecha de ese estado resultó contaminado. En otras palabras: hay tres veces más arroz contaminado del que pudiera esperarse si la única fuente de esta contaminación fuera a través de las semillas. Hasta la fecha, 19 países han confirmado la presencia de este arroz contaminado e ilegal en las importaciones de arroz provenientes de Estados Unidos.
Cinco años después de la siembra experimental de este arroz transgénico, la contaminación está fuera de control, porque es imposible controlar una contaminación de la que se ignora su origen.
Paradójicamente, aunque Bayer es la responsable directa de estos problemas, la compañía no ha aportado ni un centavo para controlar la situación. En su página web, simplemente declara: "(Creemos) que la compañía actuó responsablemente cumpliendo las leyes y regulaciones en la materia y se defenderá vigorosamente de (las) demandas (presentadas en su contra)". Por su parte, el gobierno estadunidense guarda silencio.
Nuestras barbas a remojar
¿Acaso tendremos que comer maíz contaminado con transgénicos experimentales porque "no se pudo controlar" la polinización abierta del maíz ni el vuelo de los insectos ni la "fuga accidental" de estos transgénicos de los campos experimentales del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), donde se pretenden hacer estos experimentos? ¿Monsanto, Pioneer y Dow AgroSciences pagarán por los daños que provoque la contaminación o dirán que "cumplieron con la ley"? ¿El gobierno demandará a las trasnacionales que paguen por los daños que sus semillas transgénicas pueden causar o guardarán también un silencio negligente y cómplice? Como país que no existe sin maíz, es preciso que en México aprendamos las lecciones del arroz y protejamos nuestro alimento básico de experimentos transgénicos, antes de que sea demasiado tarde.
*Coordinadora de consumidores de Greenpeace