Ojarasca 119 marzo 2007


cocadinamita

Rap aymara

Música de protesta y propuesta

Son hijos de "cholos" --como se llama despectivamente en Bolivia a los indígenas urbanos--, se definen con monosílabos que vienen del inglés y los títulos de sus canciones hablan del orgullo de la raza, critican al capitalismo y reclaman un cambio social radical. Esa mezcla caracteriza al movimiento hip hop de El Alto, un circuito en expansión que canaliza la rebeldía juvenil en esta urbe de migrantes pobres, ubicada a 4 mil metros de altura.

El centro del movimiento hip hop es la radio Wayna Tambo, que en aymara significa espacio de encuentro de jóvenes. Allí Abraham Bojórquez conduce el programa "El rincón callejero", referencia ineludible para todos los raperos alteños, y tiene su propio grupo, Ukamau y ké (Así es y qué). Pero él lo traduce de manera más rítmica: "así es y qué putas, somos indios y qué". El líder del rap alteño, de 24 años, viste pantalones beige anchos, celular en la cintura y una gorra roja con visera hacia la izquierda con un prendedor que reza "No al racismo". Habla con elocuencia. Es hijo de indígenas a quienes les costó entender su look "gringo" y su estilo de vida. El apellido puede llevar a confusión sobre su origen. Como en tantos otros casos tiene menos que ver con sus raíces que con los intentos de "blanqueamiento" de sus antepasados para huir imaginariamente de la discriminación. Así, muchos Quispe se volvieron Gisbert y otros directamente se rebautizaron con apellidos españoles. La situación se ha invertido en los últimos años, al ritmo de marchas y bloqueos que asustaron a los blancos, y de la llegada al poder de Evo Morales.
 

En El Alto, más del 80 por ciento de sus 900 mil habitantes se proclamó indígena en el censo de 2001 y dicen que si antes era una vergüenza ahora es un orgullo. "Como ves, por causa de esta burguesía la desigualdad crece día a día, en nuestra ciudad/ Mira los jailones paseando por el Prado, diciendo que yo no les agrado/ que falsas ilusiones se hacen en su mente insultando y humillando a la gente", dice en "Burguesía". "No cantamos sólo cosas como 'me siento mal, mi novia me dejó y ahora me voy a emborrachar', como muchas cumbias, queremos despertar conciencia en la juventud a través de música de protesta pero también de propuesta", dice Bojórquez. Se reconoce en Tupac Shakur, el líder negro del "gangsta rap" estadunidense, asesinado hace 10 años, hijo de militantes de las Panteras Negras, "guerreros igual que nosotros", y con un nombre que lo vuelve un ícono del rap indígena.

"A principios de los noventa los discos eran inaccesibles en los barrios populares. La estrategia era hacerse amigo de los jailones de la zona sur de La Paz que tenían familiares en Estados Unidos y ellos nos copiaban. No entendíamos nada porque eran en inglés pero nos gustaba el ritmo", recuerda el rapero, cuya música, al igual que la de otros grupos, fusiona el rap tradicional con el sonido solemne de los pututus (cuernos de toro) y las más rítmicas flautas y tambores andinos, con letras en castellano y aymara. La difusión masiva del rap comenzó con la piratería y hoy, en El Alto, se puede comprar un cd por 5 bolivianos (menos de 10 pesos mexicanos).

La historia de Bojórquez es la de miles de habitantes de Bolivia que en 2006 recibió 500 millones de dólares por "exportación" de ciudadanos. A los 11 años se fue a Sao Paulo a un taller de costura y en esa ciudad brasileña entró al mundo del hip hop de la mano de jóvenes de las favelas que contaban historias que parecían hablar de su propia vida en El Alto. Volvió a Bolivia casi diez años después, en 2003, poco antes de que los alteños se embarcaran en la "guerra del gas".

Esas batallas, que costaron decenas de vidas y derribaron al gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, dieron nueva vida a esta música de protesta nacida en los barrios negros de Nueva York en los setenta, y al orgullo étnico-cultural indígena. "Ya suenan las campanas de Bolivia marka/ no queremos nada con el tlc ni el alca/ hay que cambiar el modelo neoliberal/ porque sólo trae convulsión social", dice la canción "América Latina". "Lo que quiere la globalización es que todos pensemos igual para manejarnos como ovejas", dice el líder juvenil en los estudios de la radio donde los pandilleros, como lo fue él mismo a los nueve años, "se vuelven raperos". Pero esta identidad indígena recuperada no significa un retroceso en la rueda de la historia. Felipe Quispe, el caudillo aymara que lideró el cerco a La Paz en 2000, definió: "somos indios de la postmodernidad, queremos tractores e Internet". Hoy el rap le habla también a Evo Morales, sobre quien están depositadas las expectativas de cambio de la mayoría de los bolivianos.

Pablo Stefanoni, diario Clarín


Santa Fe. Foto: Jean-Claude Wicky

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