Usted está aquí: jueves 15 de marzo de 2007 Opinión Banco de México: dejar hacer, dejar pasar

Editorial

Banco de México: dejar hacer, dejar pasar

El gobernador del Banco de México (BdeM), Guillermo Ortiz Martínez, rechazó ayer, ante la Comisión de Hacienda del Senado de la República, la idea de regular las exorbitantes comisiones que los bancos cobran a sus usuarios, las cuales, en su opinión, deben disminuir por efecto de una "autorregulación" de esas empresas financieras y como resultado de la libre competencia. Asimismo, el funcionario reconoció que el BdeM carece de información para determinar el nivel adecuado de las tarifas bancarias, porque "el análisis de comisiones es un ejercicio que realmente no habíamos hecho y la preocupación del Senado nos ha obligado a meternos a fondo en ese cálculo". En suma, exhorto a la competencia entre bancos privados, confesión de incompetencia del banco central y enésima profesión de fe neoliberal en la "mano invisible del mercado".

La falta de información sobre las comisiones bancarias no es sólo resultado de la ineptitud oficial, sino también de la falta de voluntad política de los organismos de control del Estado para imponer su autoridad sobre las empresas financieras: hace cosa de un mes el presidente de la Comisión Federal de Competencia, Eduardo Pérez Motta, para explicar la incapacidad de esa dependencia para evaluar los niveles de comisiones, se quejaba: "Nos cuesta mucho trabajo obtener documentación" de los bancos, porque éstos "se escudan en el secreto bancario".

Sea como fuere, la autoridades del país dejan a los consumidores librados a la buena voluntad de consorcios extranjeros que encuentran en nuestro país un mercado de rapiña, libre de regulaciones oficiales, y mucho más ventajoso que los entornos de sus países de origen: el margen financiero de la banca en México es, en promedio, el doble que en Estados Unidos y el triple que en Gran Bretaña, de acuerdo con datos del documento de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) Competencia bancaria en México (agosto de 2006). Otros ejemplos: según datos de 2004 de la Comisión Nacional para Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), el costo anual promedio de una cuenta de HSBC en México es cinco veces mayor que en Inglaterra; en el caso de BBVA-Bancomer, el cuentahabiente mexicano debe pagarle a ese banco 300 por ciento más que un cliente de la matriz española; por lo que hace a Banamex, propiedad de Citibank, vende sus servicios en México nueve veces más caros que en Estados Unidos.

De cara al desarrollo del país, el papel de los bancos privados es ínfimo: en términos de porcentaje del producto interno bruto, el crédito al sector privado estaba en 2004 por debajo de los niveles que tenía en 1970. Salvo por una estampida poco responsable del crédito al consumo, la participación de estas empresas en el financiamiento de infraestructura, inversiones productivas y créditos inmobiliarios sigue estando muy por debajo de las necesidades nacionales.

Para completar el panorama desolador, "el sistema financiero mexicano se encuentra dominado por los grandes grupos financieros que poseen bancos, casas de bolsa, aseguradoras y Afore, por lo cual la regulación se complica por la superposición en las actividades que realiza cada entidad, por la existencia de subsidios cruzados que no se registran debidamente en la contabilidad y por las dificultades de coordinación entre las entidades reguladoras", como señala otro informe del organismo económico latinoamericano (Competencia y regulación en la banca de Centroamérica y México, Cepal, febrero de 2007).

A contrapelo de lo que afirma el titular del Banco de México, la regulación de las tarifas bancarias de los bancos privados no sólo es recomendable, sino urgente, porque en la etapa actual del desarrollo económico la ciudadanía mexicana necesita algo que no ha tenido nunca: servicios bancarios confiables y accesibles. De hecho, ha pagado por ellos en forma anticipada y excesiva, si se considera el costo astronómico que el rescate bancario zedillista tuvo para los bolsillos de los contribuyentes.

 
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