Carta de Accra
El día 6 de este mes Ghana cumplió 50 años de vida independiente. Hubo una gran fiesta. Nos citaron muy temprano para ver, bajo un sol muy potente, un interminable desfile militar en el que también participaron jóvenes estudiantes con su uniforme escolar color café y amarillo crema. Hacia el final (era ya la una de la tarde) apareció un contingente de gaiteros escoceses. Al verlos, una vecina ghanesa exclamó: "Our colonial masters are back!" Luego acudimos a una recepción en el palacio presidencial que ofreció el primer mandatario, John Kufuor. Había no pocos jefes de Estado. Los festejos terminaron esa noche con un banquete. Muchas damas ghanesas lucían vestidos con aspiraciones parisinas, pero siempre con un toque de color de su país. La organización de estos actos fue muy deficiente; sin embargo, los ghaneses compensaron las fallas con su acostumbrada amabilidad. Es gente muy sencilla y tranquila.
Ghana es del tamaño de Chihuahua y en medio siglo su población ha crecido de 5 a más de 22 millones de habitantes. La gran mayoría son cristianos (63 por ciento), pero hay una importante población musulmana (16 por ciento). Impresiona la presencia de misioneros cristianos. Trabajan en todo el país, incluyendo las regiones más aisladas.
Es una nación pobre en la que los portugueses descubrieron oro. De ahí que en la época colonial se conociera como la Costa de Oro. Luego llegó el cacao, también se explota la madera y hay muchos minerales. Los diamantes juegan un papel nada desdeñable.
El más destacado dirigente anticolonialista fue Kwame Nkrumah, quien se convirtió en el primer presidente de su país; en 1966 fue derrocado. Siguieron otros golpes de Estado y durante años Jerry Rawlings fue el protagonista principal de una etapa bastante violenta. Luego, de pronto, en 1992, el propio Rawlings restableció el proceso democrático.
Recuerdo que cuando se independizó Zimbabwe en 1980 muchos pensamos que quizás se evitarían los errores y problemas que aquejaron a tantos de los países que nacieron décadas antes. Pero no ha sido así. El presidente Robert Mugabe se ha encargado de destruir a su nación, política y económicamente.
El problema del desarrollo económico del Africa subsahariana es un tema recurrente en la agenda de organizaciones internacionales, incluyendo a las Naciones Unidas. A veces lo plantean los propios países de la región, pero por lo general son las ex potencias coloniales, en especial Francia y Reino Unido, las que insisten en encontrar un camino que permita un avance real en ese campo. Sus motivos son su propio interés económico, así como un sentimiento de culpa por no haber hecho más para los habitantes de sus colonias.
Entre las potencias europeas que se extendieron por Africa, muchos historiadores consideran que Gran Bretaña quizás haya sido la que más beneficios aportó a sus colonias. Además, como reconoció Julius Nyerere en 1961 tras la independencia de lo que más tarde se convirtió en Tanzania, su país tuvo la suerte de haber sido un territorio fideicometido bajo la administración británica y la supervisión de la ONU. Ello contribuyó mucho al logro de su independencia de manera pacífica. No fue así en el caso de diversas colonias portuguesas, españolas, belgas y francesas. Nyerere tuvo además el buen tino de no perpetuarse en el poder, cosa que no ha sabido hacer Mugabe.
Accra es un puerto importante y una ciudad agradable. Se siente el legado británico en sus edificios de la época colonial, oficinas de gobierno y hospitales, entre otros. El país cuenta con un buen cuerpo de funcionarios públicos, otra herencia inglesa. Empero, resulta curioso que el edificio más imponente haya sido construido por los portugueses en el siglo XV. Se trata del fuerte de San Jorge, situado en la costa del este de la capital. Es el edificio europeo más antiguo del continente. Originalmente fue construido para recibir el oro que encontraron los portugueses en esa región. Su nombre era Fuerte de San Jorge de la Mina. Con el tiempo se olvidaron de San Jorge y luego el nombre fue cambiando hasta derivar en Elmina. Ahí los portugueses dieron inicio a la trata de esclavos con América. Les siguieron los ingleses, holandeses y otros europeos.
Se calcula que, entre los años 1450 y 1900, más de 11 millones de esclavos procedentes de Africa llegaron al continente americano. Portugal fue el pionero de este espeluznante capítulo de la historia europea. La mitad de los esclavos llegaron durante el siglo XVIII en la más cruel de las actividades comerciales. Es cierto que hacía siglos que los africanos eran esclavizados por los musulmanes del norte, pero la escala del comercio trasatlántico no tuvo paralelo. Se dice que hubo más de 50 mil viajes.
El llamado comercio de esclavos transahariano, entre el norte y el occidente de Africa, empezó hace unos tres mil años. Luego fue ampliado por los árabes y europeos.
Ghana alcanzó su independencia en 1957, hace medio siglo. Fue el primer país subsahariano que lo logró y el primero en detonar una avalancha de países nuevos que la ONU apadrinó. México, en la persona del embajador Eduardo Espinosa y Prieto, tuvo mucho que ver en este exitoso capítulo de descolonización en las Naciones Unidas.
Los pocos días que pasé en Accra me sirvieron para confirmar lo dicho por Nyerere, el maestro o Mwalimu de Tanzania. Dirigentes como él escasean en Africa y la mirada ocasional de los políticos europeos sirve para bien poco. La recién creada Unión Africana, sucesora de la Organización de la Unidad Africana, tendrá que realizar una ingente labor para levantar al continente. Los pesos completos (Nigeria y Sudáfrica) y los más ricos (empezando por Libia) tendrán que echar mano de países como Ghana para ir diseñando una estrategia que logre el avance político y económico de una de las regiones más explotadas por otros en el mundo.