Astillero
El (pre) candidato Ebrard
Deslinde light
2011: ¿AMLO o ME?
El aborto y Provida
La reapertura del expediente de Digna Ochoa forma parte de un estudiado deslinde político que Marcelo Ebrard está haciendo respecto al estilo y las clientelas de Andrés Manuel López Obrador. El actual jefe de Gobierno es el único mandatario estatal de origen perredista que se mantiene al margen de los actos protocolarios y el contacto directo con Felipe Calderón, de tal manera que ese blindaje en lo alto (¿ya convenido, arreglado, o cuando menos suavizado, con el felipismo?) le permite realizar acciones de contraste con su antecesor que hagan ver al esposo de la señora Mariagna como un político respetuoso de la ley al que no será necesario enderezarle procesos de desafuero sino reconocimiento de las buenas conciencias (obviamente, las de clase alta y media) por la mano firme (formalmente de izquierda) que ha sido capaz de enfrentarse a la mafia de Tepito y que está deshaciendo algunos de los entuertos jurídicos sucedidos durante la pejeadministración.
Ebrard está en campaña, aunque evidentemente, y conforme al abecé del manual del buen político clásico, lo niegue con vehemencia (López Obrador jugó durante muchos años con la tesis de falsa funeraria política del "denme por muerto", y sus conferencias mañaneras de prensa construyeron un posicionamiento mediático fundamental para sus aspiraciones luego confesas). Si AMLO tenía como símbolo de locomoción el Tsurito austero, Marcelo trata de asociar su imagen con la bicicleta mediante una pedaleada institucional por mes. Si AMLO no viajaba al exterior para nada, Marcelo como gobernante electo emprendió lejanas giras y ahora prepara otros periplos aunque acentuando el hecho de que sus viajes tendrán efectos económicos importantes (eso dicen todos los gobernadores del país, que suelen despilfarrar el dinero público en esa obsesión de trascendencia geográfica que en muchas ocasiones acaba en mera pachanga turística).
En ese contexto de consolidación de la imagen propia a costa de lo hecho por el antecesor (con el que muy probablemente terminará midiéndose en la contienda interna del sol azteca de 2011), a Ebrard le resulta particularmente fácil impugnar (y exhibir) los resultados de investigaciones hechas en el pasado reciente. En primer lugar, porque sostuvo una larga confrontación con el procurador Bernardo Bátiz, cuyo estilo y eficacia parecían altamente criticables a los marcelistas cuando su jefe era secretario de Seguridad Pública capitalina. Y, en segundo lugar, porque Ebrard aspira a posicionarse en términos de mercadotecnia como un político respetuoso de la ley, nicho que a partir de la guerra de odio y descalificación contra López Obrador le haría ganar los bonos y bendiciones que esas clases media y alta regatearon al tabasqueño.
El bien lavado y planchado perfil electoral de Marcelo está, sin embargo, en curso de colisión con un tema que lo marcará irremediablemente: el aborto. Dado que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal está en proceso de aprobar una iniciativa que pretende dejar sin sanción el que las mujeres decidan si interrumpen un proceso de gestación en sus primeras 12 semanas, el gobierno capitalino habrá de fijar su postura, en medio de una polarización que ya está siendo impulsada desde los flancos de la extrema derecha, en especial mediante el rey de las tangas benditas, Jorge Serrano Limón, gerente de la casa de modas íntimas denominada Provida. Imbuido del santo fervor que siempre lo acompaña, el señor Serrano está convocando a una desobediencia civil generalizada para bloquear la amenaza del abortismo legalizado. Desde el flanco panista están listos para participar en las santas cruzadas tanto Carlos Abascal, el secretario de gobernación del gabinete panista paralelo que encabeza el otro presidente, Manuel Espino, como la dirigente familiar del PAN en la capital del país, Marinela Gómez del Bimbo, prima de la señora Zavala de Calderón.
Ya se verá en esta asonada religiosa en curso si Ebrard privilegia sus intenciones electorales rumbo al 2012, asumiendo una posición ambivalente o acomodaticia en el litigio sobre el aborto, o corre el riesgo de asentarse en el flanco izquierdo que no conviene plenamente a sus expectativas electorales en curso. Por lo pronto, allí va en su delicado proceso de deslinde con el pasado tempestuoso, con el caso Belmar (el joven asesinado en 2006 en el Viaducto) en que presuntamente se habrían fabricado culpables para paliar la irritación mediática, el golpe a Tepito y, ahora, la reapertura del expediente de Digna Ochoa.
Astillas
El presidente de Estados Unidos, que llegó al poder entre sospechas de manipulaciones electorales, extendió ayer un título de legitimidad al mexicano: "el año pasado, el mundo vio a la democracia en acción en México (¿en Acción Nacional?). En todo el país los votantes salieron para una elección abierta, honesta y muy reñida (tan honesta como las votaciones en Florida organizadas por el gobernador Bush para ayudar al hermano George). Es más, se me hace un poco conocida esa situación (pues sí, electoralmente es evidente). Su fidelidad a ese proceso democrático es señal de un país que crece en su confianza, en su libertad y, al final, el pueblo mexicano escogió a un buen hombre para ser Presidente (esta columna no puede hacer comentarios pues está pasmada ante tan buenos comentarios de parte de otro buen hombre como es San George, cuyas pías acciones son veneradas en los santuarios de Irak y Guantánamo)"... Y, mientras el forense Calderón sigue sin rectificar públicamente el dictamen complaciente que hizo respecto al asesinato de la anciana de Zongolica que fue violada por militares (un problema de gastritis, según las Clínicas Felipe), ¡hasta mañana, en esta columna que se queda muy tranquila y confiada luego de que F.C. y G.W.B. (lectores: prohibido hacer combinaciones escatológicas de iniciales) han jurado y perjurado que ni siquiera hablaron del tema del petróleo!...
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