Usted está aquí: lunes 5 de marzo de 2007 Opinión Hecho en China

León Bendesky

Hecho en China

El secretario de Hacienda propuso la semana pasada un análisis de las condiciones de la economía en la American Chamber México. Este planteamiento es bienvenido, pues es una forma de entablar el debate sobre el desempeño de la economía y la gestión de las políticas públicas; debate que, sin duda, forma parte de un entorno social más abierto y, como requiere la corrección política, es parte de la práctica de la democracia.

Ahora se utilizan metáforas militares para tratar los temas de la economía. Así, se hace referencia a los blindajes y a los radares y se esbozan algunos elementos tácticos, aunque la estrategia no está suficientemente definida y se asienta, más bien, en una especie de pensamiento inercial.

En todo caso la idea que se expone de manera oficial es que, sobre todo en términos financieros, es decir, a partir de la estabilidad de los precios en particular: las tasas de interés y el tipo de cambio y que se deriva de la administración fiscal, la economía mexicana está protegida de sobresaltos, dispuesta para un mayor crecimiento y, por ello, la crisis no es una condición observable en el radar que guía las acciones del gobierno.

Es de esperar que el radar que opera en las oficinas del Palacio Nacional no haya sido comprado en China, aunque su precio fuera el más bajo disponible en el mercado global. Y no sólo por una cuestión de calidad en la recepción de las señales que capta y la información que emite, sino porque como pudo advertirse las declaraciones a las que se hace referencia se hicieron al día siguiente del martes 27 de febrero (¿por qué será que las crisis bursátiles frecuentemente ocurren en martes?) cuando el principal indicador bursátil de China cayó 8.8 por ciento, provocando una sacudida que se trasmitió por todo el mundo, incluida la Bolsa de Valores de México, cuyo índice de precios y cotizaciones cayó 5.8 por ciento. La economía, dijo el secretario, está de plano blindada y el radar no señala riesgo alguno.

El discurso de la inmunidad contra las crisis no es una novedad en el país, y pueden verse las declaraciones al respecto antes de las de 1982, 1987 y 1994. Es comprensible que un gobierno, especialmente a unos meses de haber iniciado su gestión, quiera dar muestras de confianza a los inversionistas. Pero eso no puede sustentarse en puro entusiasmo. Los mercados financieros están hoy altamente interconectados, y no sólo cuando los precios bajan y los medios de comunicación reaccionan con alarma y los especialistas surgen hasta por debajo de las piedras ofreciendo opiniones, también lo están cuando los índices suben, aunque amerite menos atención.

Luego de varios años (desde marzo de 2003) de una tendencia alcista en los mercados bursátiles se provocó el ajuste de la semana pasada que aún no se sabe como va a terminar. El episodio reciente tiene que ver con la estructura de los riesgos en las decisiones de los inversionistas, y los periodos de alzas de los precios de los instrumentos financieros se asocian con un entorno que se hace cada vez más especulativo y se toman mayores riesgos ante la expectativa de obtener una ganancia más grande. En esas condiciones, un cambio en la percepción de los riesgos en mercados que están muy articulados se pueden dar donde menos se esperaría, como ocurrió en China, país modelo por su alto crecimiento económico y éxito exportador. Pero la relevancia de este hecho en el acomodo de los flujos de inversión a escala mundial en México sólo ameritó una valoración de la resistencia del blindaje financiero y el radar contra las crisis.

La situación en la economía mundial sigue marcada por la vulnerabilidad financiera, la globalización estimula la especulación y, a pesar de las innovaciones en los mercados asociadas con la administración de los riesgos (coberturas, intercambios, reaseguros, derivados, etcétera) éstos persisten y se manifiestan de modo recurrente. Así, mientras el año empezaba con una cierta confianza en la capacidad de recuperación de la economía de Estados Unidos, bastó un comentario del ex jefe de la Reserva Federal, Alan Greenspan, acerca, precisamente, de la cuestión del incremento de los riesgos para poner en evidencia la fragilidad económica que existe.

Pero aquí, según el diagnóstico oficial, el sistema financiero es cada vez más fuerte y se ha convertido en un pilar del potencial de crecimiento del producto que, según Hacienda, es hoy de 3.5 por ciento anual, pero que con esa renovada fortaleza del sector financiero puede llegar hasta 4.5 por ciento. Nada se dice de los riesgos que se han tomado para detonar la expansión del sector, sobre todo en el caso del financiamiento del gasto de consumo y de la evolución de la cartera vencida en las tarjetas de crédito, ni nada de la ineficiencia asociada con los elevados costos que pagan los usuarios, individuos y empresas por los servicios bancarios.

 
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