Usted está aquí: viernes 2 de marzo de 2007 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

Tepito: dignidad resguardada

La expropiación, limpia intervención quirúrgica

Un golpe al ego mediático de la autoridad federal

La gente de Tepito tiene un dicho con el que encierran todo el orgullo de ser parte del barrio: "Aquí todo se vende, menos la dignidad". Y esa frase tan sencilla no se había podido entender bien a bien, porque a muy pocos les importaba.

Y ese fue el éxito de Marcelo Ebrard. A eso se debe que en las incursiones de la policía no se hallan dado mayores enfrentamientos, ni se hubiera levantado una resistencia dura que sólo con las fuerza de los garrotes se hubiera podido vencer, con un costo social y político prácticamente impagable.

Se trató, ahora sí, de una operación quirúrgica. Se entró con el mayor filo del entendimiento para ser exacto en los cortes y no dañar los otros tejidos, de por sí ya muy susceptibles a este tipo de intervenciones. Se sabía dónde estaba el mal, Ebrard decidió el momento y puso en manos del cirujano experto, Joel Ortega, el resto de la operación.

No era tan difícil, se buscó dejar que la gente de Tepito siguiera sus actividades, digamos normales, y se lanzó sólo la fuerza necesaria para extirpar el mal exactamente donde se hallaba localizado. Ni un centímetro más, ni uno menos.

Los nuevos tradicionales negocios, casi en su totalidad hijos de la globalización, no se vieron afectados, o sí, porque disminuyó la clientela ante los operativos, pero la venta de "artículos de apariencia", es decir, la copia, muchas veces fiel de productos muy caros, no fue interrumpida, no se dañó a los tepiteños.

El temor en el barrio era que, como siempre, se atacara indiscriminadamente a los comerciantes, que a todos se le tachara de vendedores de droga al menudeo, y que los verdaderos narcomenudistas salieran impunes porque el barrio, amenazado había salido a la calles a defenderse de la injusticia.

Pero esta vez no fue así. Hoy los tenis hechos en casa o simplemente vulcanizados, pero con el escudo Nike, Adidas o los tan de moda Converse, siguen protegiendo los pies de la gente, joven, en su mayoría, que habitan las zonas de pobreza de esta ciudad y del país; los perfumes de marcas caras son preparados casi a los ojos del comprador y aromatizan muchos de los vagones del Metro, con fragancias inimaginables a los salarios de las trabajadoras que los expelen con orgullo: Chanel, Calvin Klein y Rochas, entre otros, y si mantienen su aroma es porque los alquimistas de Tepito hallaron la fórmula para que ni el sudor ni la ropa con tres días de uso, o la escasez de agua en las épocas de estiaje que impiden el contacto del agua con la piel del hombre, puedan rebatir los argumentos del olfato que siempre halla, primero, el golpe certero de la fragancia de moda.

Todo eso, y mucho más, está intacto. Contra la gente de Tepito, nada, dijo Ebrard, y hasta el momento ha cumplido. Esa ha sido la clave de los operativos que no son objetados por los comerciantes del barrio bravo.

Lo otro, lo de las amenazas de la mafia organizada, lo del berrinche en la AFI y en la policía federal no han menoscabado, por más que se transmitan a todas horas -ahora sí-, los mensajes rapeados de los criminales, la fuerza y el interés del Gobierno del Distrito Federal por dar un vuelco a la peligrosa situación en la que vivían los habitantes del barrio.

Y es que la expropiación y la llegada de la SSP de la capital al barrio destruyó la estrategia del gobierno de Calderón, que pretendía hacer su llegada triunfal al DF por las puertas de Tepito, con un operativo tan inútil como los que se han montado en el norte del país o en Guerrero y Michoacán, aunque eficaz en términos mediáticos, que es lo que más les importa.

La reacción de los panistas en el gobierno federal no se hizo esperar. La venganza, muy al estilo Fox, sucedió con la burda inmediatez a la que nos tienen acostumbrados los azules. El DF no tendrá su canal de televisión, se decidió en Los Pinos, aunque la instancia federal unos días antes anticipó que la ciudad de México merecía tener su propia estación de televisión. Ni modo, el gobierno del odio cumple.

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