Número 128 | Jueves 1 de marzo de 2007
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

Católicas por el Derecho a Decidir
Nuevas formas de convivencia

Las autoridades eclesiásticas, a pesar de sus viajes, desplegados, sermones y decretos, no han recuperado aceptación en materia de moralidad sexual y matrimonial, como lo muestra el caso paradigmático de España, en el que la movilización de la mayoría de los obispos y de una parte de la feligresía católica no impidió la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo. Las palabras del presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, al aprobarse la ley respectiva fueron una hermosa lección ética: “No estamos legislando para gentes remotas o extrañas. Estamos ampliando las oportunidades para nuestros vecinos, para nuestras compañeras de trabajo, para nuestros amigos y para nuestros familiares, y a la vez estamos construyendo un país más decente, porque una sociedad decente es aquella que no humilla a sus miembros”.1

La experiencia española nos muestra que las familias siguen siendo espacios vitales para las personas y que el debate no se centra en su vigencia, sino en cómo pueden ser más felices y cómo nos constituimos en una sociedad más decente que no discrimine ni humille a sus miembros. Legalizar otras formas de ser familia significa reconocer la pluralidad, recuperar nuevas maneras de convivir y ampliar la democratización de la vida privada y la vida pública.2

Como mexicanas y católicas estamos contentas porque la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó el año pasado la Ley de Sociedades de Convivencia para el Distrito Federal, la primera legislación de su naturaleza en el país. Tras siete años de empeño, el próximo 16 de marzo la ley entrará en vigor, de modo que las familias conformadas por personas de diferente o igual sexo y sin lazos consanguíneos que deseen el reconocimiento institucional de su unión, podrán obtenerlo.

Con la Ley de Sociedades de Convivencia se intenta mejorar la calidad de nuestra democracia, disminuir la discriminación y dar un paso hacia la protección estatal de los derechos de sucesión, tutela, alimentación, seguridad social y vivienda de las personas que han elegido constituir un hogar diferente.3 Aunque sabemos que aún falta mucho para cambiar nuestras costumbres discriminadoras, la ley ayudará a que como sociedad valoremos la pluralidad familiar, el apoyo mutuo, la estabilidad de las parejas diferentes, las distintas formas de convivencia doméstica, la suma de esfuerzos y patrimonios y la voluntad de unir afectos y vidas sin importar la orientación sexual de quienes integran un hogar.

Al igual que en España, la mayoría de nuestros obispos obtuvo poca adhesión a su oposición y la ley se aprobó. Admirablemente nuestro obispo de Saltillo, Coahuila, Don Raúl Vera, afirmó públicamente que “sería ‘absurdo y cruel’ que se pretendan negar los derechos jurídicos y sociales de quienes siendo del mismo sexo han decidido vivir juntos, ‘sólo porque consideremos que sus acciones son pecaminosas’ [ …] que la aprobación de la Ley de Sociedades de Convivencia en la ciudad de México es un ‘pacto de solidaridad cívica’, en el que debe prevalecer ‘la dignidad de la persona y sus derechos’, sin importar su orientación sexual […] [y que] no podemos dejar sin tutela jurídica a quienes deciden vivir y compartir un patrimonio, sean del mismo sexo o no’”.4 El pasado 13 de enero, Coahuila se convirtió en la segunda entidad en aprobar esta ley al incorporar al Código Civil estatal la figura del pacto de solidaridad cívica.

En otros contextos hay también signos de apertura en nuestra comunidad eclesial. El sacerdote Raúl Lugo Rodríguez está sometido a juicio eclesiástico por la publicación de Iglesia católica y homosexualidad, libro en el que en su nombre, el de otros presbíteros y el de la Iglesia Católica pide perdón públicamente al mundo homosexual: “Porque me negué a bendecir las casas de quienes se habían atrevido a desafiar a la sociedad viviendo juntos, porque no hemos querido bendecir unos anillos que iban a simbolizar su unión fiel y permanente… Pido perdón porque me he apoyado en la posición discriminatoria que la Iglesia mantiene como posición oficial en lugar de contribuir a su desmantelamiento, solamente para no arriesgar mi prestigio y mi fama”.5

Desde estas líneas hacemos nuestras las reflexiones y las peticiones de perdón de Raúl Lugo, a quien le enviamos nuestro cariño, solidaridad y apoyo en este momento difícil; nos sumamos al llamado de Don Raúl para que prevalezca la dignidad de las personas y sus derechos; nos unimos a la convocatoria del presidente Rodríguez Zapatero de buscar la felicidad de nuestros vecinos, amigas y compañeras de trabajo, y expresamos como católicas, el deseo de que nuestra institución eclesial sea más decente e impida la humillación de sus miembros. Finalmente, felicitamos a la comunidad lésbica y gay por su incansable lucha, a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal por su vocación democrática y a las parejas que estrenarán nuestras nuevas sociedades de convivencia.

Católicas por el Derecho a Decidir
Marzo, 2007


1 El País, 30 de junio del 2005
2 Carlos García de Andoni, “Cristianismo y laicidad cara a cara”, España, p. 65. Tomado de www.libertadeslaicas.org.mx
3 Asamblea Legislativa del Distrito Federal, Decreto de Ley de Sociedades de Convivencia para el Distrito Federal. Gaceta Oficial del Distrito Federal, núm. 136, 16 de noviembre del 2006.
4 La Jornada, 11 de noviembre del 2006.
5 Raúl Lugo Rodríguez, Iglesia Católica y Homosexualidad. Madrid, Editorial Nueva Utopía, 2006, pp. 125-127.