Usted está aquí: miércoles 28 de febrero de 2007 Opinión Eutanasia: la vuelta de la tuerca

Arnolo Kraus /III y último

Eutanasia: la vuelta de la tuerca

Al hablar de eutanasia, los seis casos narrados en la entrega previa ilustran los avatares de voces y voluntades individuales contra los cánones médicos y religiosos imperantes. El resumen podría ser: autonomía y dignidad versus religión y momificación de la sociedad.

Al igual que no hay médicos abortistas tampoco existen doctores eutanatistas. Es falsa la idea de que dentro de la profesión médica existan profesionales que consideren que el aborto es una práctica adecuada para controlar la natalidad. Es igualmente falaz la noción de que haya galenos que vean con buenos ojos la eutanasia como vía para terminar con las vidas de enfermos cuyas demandas de atención rebasen la capacidad de los médicos para encargarse de ellos.

En la eutanasia, tal como ha demostrado la experiencia holandesa y la de Oregon, también es mentira la idea pregonada ad nauseam por los grupos que denuestan esta práctica, quienes aseveraban que las peticiones para optar por la buena muerte se incrementarían en caso de que ésta se legalizara. El tiempo ha demostrado lo contrario: las solicitudes en busca de eutanasia activa (Holanda) o de suicidio asistido (Oregon) no han aumentado conforme pasan los años.

Cuando se habla de temas tan ingentes como la eutanasia, el aborto u otros relacionados con la ética médica, es evidente que la opinión pública se mueve con mayor celeridad e inteligencia que las leyes de la sociedad. Las razones son simples: los librepensadores modifican sus juicios de acuerdo con lo que observan, su razonamiento no es rígido y su ideario se construye y se modifica dependiendo de la lectura que se haga de la vida y de la realidad. En cambio, modificar lo establecido es complicado: las leyes dependen de los intereses del poder -políticos, religiosos, empresariales-, de cartabones vetustos y de la sabiduría (o de su ausencia) de los encargados de rectificar algunas normas.

La eutanasia y el aborto ejemplifican bien este desaguisado. Cuando la ley es sorda, e ignora la realidad, la comunidad busca caminos diferentes para expresarse y viola, muchas veces con razón, las leyes. En ambas situaciones los médicos pueden ser sancionados, y en algunos países las mujeres también son penalizadas. Cuando se trata de abortos clandestinos muchas mujeres mueren o sufren complicaciones muy graves. La ley calla, las mujeres fallecen.

En el caso de los enfermos que reclaman morir, pero que no cuentan con las posibilidades de hacerlo debido a sus afectaciones -distrofias musculares, parapléjicos-, la agonía se transforma en un largo recorrido que puede finalizar sólo tras la ingesta de un raticida. Existen otras circunstancias muy dolorosas como es el dramático caso de Inmaculada Echeverría, una enferma española de 51 años, víctima de una distrofia muscular progresiva desde que tiene 11 años y que ha solicitado en repetidas ocasiones que se le ayude a morir (desde hace nueve años está conectada a un ventilador mecánico); su petición ha sido denegada.

Aunque dignidad y libertad no son sinónimos, ambas cualidades tienen múltiples interconexiones. El derecho de decidir acerca de lo que se desea hacer con la vida propia es el ejercicio más contundente de libertad; actuar conforme a los dictados de la visión personal del mundo y de uno mismo es ejercer la dignidad.

El pasado 6 de febrero, invitado por la Comisión Nacional de Bioética, el doctor Johanes JM van Delden impartió la plática ¿Es posible avanzar hacia una muerte digna? La situación en México vs. la situación en Holanda. Dentro de la miriada de temas tratados por Van Delden, rescato tres ideas. La primera es que las discusiones para legalizar la eutanasia en Holanda fueron lentas y complejas; iniciadas en 1973 finalizaron casi tres décadas después, en 2002, año en que se aprobó. La segunda es que la moral médica holandesa es admirable: cuando la eutanasia se ejecuta es tácito que tanto médicos como pacientes cumplieron estrictamente con los seis puntos estipulados por las leyes. La tercera es que los holandeses no tratan de convencer a nadie acerca de la validez de la eutanasia, punto que me remite a una idea propia y a la conclusión de estas reflexiones.

Los médicos nunca deben sugerir la eutanasia. Sólo deben ser guías y contar con la capacidad de escuchar lo que desean los enfermos y sus familiares. Escuchar es un arte complejo, pero obligado cuando se habla de la posibilidad de decidir el momento de la muerte. En la actualidad, cuando la medicina ha sufrido los embates de la tecnología, de las aseguradoras, de los abogados y de tantas otras lacras, el arte de la escucha y la empatía deben renovarse.

Siempre me ha seducido la vieja sentencia de Francis Peabody. Más aún cuando se trata de pacientes terminales o enfermos con padecimientos neurológicos degenerativos: "The secret of the care of the patient is in caring of the patient" (El secreto de cuidar al paciente radica en el arte de encargarse del paciente). Si bien, por fortuna, en México el secreto de Peabody sigue vivo en muchas almas médicas, las discusiones acerca de la eutanasia (casi) no se han iniciado.

Muchas de nuestras leyes, al igual que nuestros políticos, se encuentran enmohecidas. Por fortuna, no toda la sociedad civil se ha contagiado de la mediocridad gubernamental y reclama cambios. Bueno sería que José Angel Córdova Villalobos, secretario de Salud, expresase su opinión con respecto a la eutanasia, el aborto y otros temas relacionados.

 
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