El precipicio
La economía mexicana no está al borde del precipicio, pero la orilla del mismo puede verse. Aún no percibimos si le sigue una caída vertical, o si hay ahí una pendiente de cuya inclinación nada sabemos. Es posible que frente a esta situación de hecho, el gobierno mexicano, los estados desarrollados y los organismos internacionales, nos alejen de esa orilla (les conviene).
La metáfora del precipicio tiene que ver con la rumorología de pasillos diversos, en los que se insiste en el creciente riesgo de una brusca devaluación del tipo de cambio.
Según el INEGI, en 2006 el producto interno creció 4.27 por ciento respecto del año anterior. Con ese incremento, algunas estimaciones hacen llegar a 8 mil dólares el producto per cápita. México refrenda así poseer el mayor ingreso por habitante de América Latina. El Indice Nacional de Precios al consumidor aumentó, en tanto, 4 por ciento.
Dice Carlos Slim que al alcanzar los 10 mil dólares por persona, estaremos cruzando el umbral que nos separa de los países desarrollados. Basta crecer "sólo" a 5 por ciento anual durante el sexenio, y al final del mismo sonarían loas y fanfarrias anunciando nuestra entrada triunfal al club de los desarrollados.
¿Por qué existe ese rumor respecto de una devaluación, si no ha habido una apreciación del tipo de cambio como parecen creer algunos o muchos? El aumento de precios acumulado durante el gobierno de Fox fue de 29.8 por ciento, mientras en Estados Unidos de 17.1 por ciento. El diferencial inflacionario fue, pues, de 10.8 por ciento; en tanto el peso fue depreciado respecto al dólar, en el mismo lapso, 11.9 por ciento. Esta realidad no admite más nombre que el de estabilidad cambiaria.
El problema del credo actual no es que lo profesen Washington y los gobiernos congéneres, ni que lo soporte el discurso oscuro de algunos organismos internacionales, sino que sea el credo de los empresarios inversionistas, especialmente los ligados a la producción de bienes y servicios. Según el credo, habría las condiciones macroeconómicas en México para entrar por la puerta grande al club de los países desarrollados, al fin del sexenio.
De otra parte, la balanza comercial externa ha sufrido en 2006 un pequeño déficit que no asusta a nadie: 0.08 por ciento de las exportaciones de ese año. Pero...
El tipo de cambio se ha sostenido debido a la gran entrada de capital externo que, a su vez, y en proporción significativa, obedece a factores revestidos de un grado diferenciado, pero importante de incertidumbre: el alto precio del petróleo durante 2006, y la fuerte suma de las remesas, cuyo futuro de mediano plazo depende de la disyuntiva muro o acuerdo migratorio. Sin estos factores, el alto volumen de nuestras exportaciones sería claramente insuficiente. Con esos factores se alcanza una estabilidad macroeconómica que atrae más capital externo en un círculo virtuoso.
Sucede, de otra parte, que la cartera vencida de los cuentahabientes de los bancos ha rebasado ya a la de 1994 (que diera origen al Fobaproa). A pesar de ello, los banqueros tienen desatada una "agresiva" campaña para que más personas acepten una tarjeta de crédito. Los banqueros, por supuesto, no están locos.
Si la cartera vencida no ha impulsado la huida de capitales es justamente porque, a diferencia de 1994, está rodeada de estabilidad macroeconómica (precios, balanza de pagos y déficit fiscal). De otra lado, calladito, está el Buró de Crédito, que conoce santo y seña de todas las personas relacionadas con el crédito comercial y el bancario. Es decir, todos tienen encima un ojo vigilante permanente; el que no pague es amenazado de no volver a obtener crédito nunca. Como en la sociedad actual, empresas, la clase media y muchos pobres adquieren sus bienes a crédito, nadie quiere ser visto como un insolvente. Si alguien no puede pagar sus deudas, se hace un nuevo plan con el deudor, se capitalizan los intereses y la caja sigue sonando, en adelante por más tiempo, cada mes. Si de plano alguien no paga, está calculada por el banco la proporción de los saldos incobrables, que son cubiertos por los intereses estratosféricos que pagan los clientes cumplidos. En el nivel micro esto funciona. Pero si el contexto macro cambiara, la cartera vencida operaría del mismo modo que en 1994.
No tenemos control sobre el precio internacional del petróleo; sigue en el limbo el tema migratorio y las remesas asociadas, y el capital externo que ha estado entrando al país huiría ipso facto si percibiera que esas variables empiezan a tambalearse, sobre todo si el déficit comercial comienza a aumentar (nuestra competitividad va a la baja). Una nueva profecía autocumplida volvería por sus fueros. Por eso la rumorología sobre la devaluación deambula por los pasillos de quienes tienen un signo de pesos en la mente las 24 horas del día.