Loor a la eminencia rapada
Las conmemoraciones musicales de 2007 se acumulan en el programa que esta noche y mañana al mediodía ofrece la Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM) en la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl: los 400 años de existencia de la ópera como el género de géneros; el cincuentenario luctuoso de Jean Sibelius y el centenario de Edvard Grieg.
En el primer caso, sonará la realización de Bruno Maderna a la música de Claudio Monteverdi, autor de L'Orfeo, considerada como la primera ópera escrita en el planeta. De Sibelius sonará Luonnotar, con la soprano solista Irasema Terrazas. De Grieg sus dos suites de Peer Gynt. Culminará el concierto con la célebre transcripción de Leopold Stokowski a la celebérrima Tocata y fuga para órgano en re menor, material -las transcripciones de la música de Bach- que ocupó el Disquero anterior y el de hoy se inunda con la música gentil de Jean Sibelius.
Y digo inunda porque si algo suena en la magia y misterio que entraña la música del finlandés, es agua. No es gratuito que la primera partitura que escribió Sibelius, a los 10 años de edad, es un dúo para violín y violonchelo que tituló Gotas de agua, donde las notas en staccato imitan el sonido de las gotas al caer.
Agua en todos los estados de la materia: sólida, líquida, gaseosa y ahora plasma, que los científicos reconocen como un gas pero cuyo comportamiento es diferente. Los oídos del melómano captan el plasma, cantilan el líquido, condensan lo gaseoso y realizan alquimia con las siete sinfonías de Jean Sibelius.
La noticia es la aparición de una novedosa caja Deutsche Gramophon que contiene todas las sinfonías de Sibelius con la Gothenburg Symphony Orchestra, también conocida como la Sinfónica Nacional de Suecia, bajo la dirección del estoniano Neeme Jarvi, quien realiza así su segunda grabación integral de la obra sinfónica de la eminencia rapada finlandesa.
Además de un fraseo de fauno, respiración de titanes en tumulto, la diferencia en esta nueva lectura de Sibelius según Jarvi, cuenta con las bondades del avance tecnológico, pues está grabado en el sistema SACD Surround Sound multicanales, que equivale a un sistema de alambiques de alquimista para convertir en oro el agua sónica.
He aquí, y qué pena decir esto en pleno siglo XXI, a otro gran autor desconocido. Porque sus dos primeras sinfonías, el poema sinfónico Finlandia y El cisne de Tuonela no bastan para mostrar el misterio en todo su esplendor. No es que Sibelius necesite ser descifrado, sino conocido. Descifrarlo es tarea imposible, aun para los musicólogos, porque es el misterio de la eternidad que quedó congelada y ardiendo al mismo tiempo y para siempre en su obra entera.
Precisamente la OFUNAM es la única que ha rebasado el lugar común. En la sala Nezahualcóyotl sonaron en años anteriores sus últimas sinfonías. A partir de la semana pasada volvió a sonar Sibelius en ese recinto de privilegio en una versión formidable dirigida por José Luis Castillo. Seguirá sonando en la mejor sala de conciertos de América Latina. Y también en las bocinas en casa, en sonido superchido.