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Viandas y fatigas
ERAN FAMOSAS POR el derroche, las recepciones que se les hacían a virreyes y jerarcas religiosos en la época colonial. La actividad que se desplegó con motivo de la llegada del arzobispo Alonso Núñez de Haro y Peralta, queda plasmada en el libro de Alicia Bazarte, Un acercamiento a la comida novohispana (Instituto Politécnico Nacional, 2006).
BASADA EN EL documento que contiene los gastos que se realizaron en esa ocasión, localizado en el Archivo del Cabildo Metropolitano de la Ciudad de México, clasificado como el documento número 3 del fondo Fábrica Material, Bazarte hace una recreación de corte literario, en la que nos ubica de manera amena en esa época. La titula ''Viandas y fatigas para el recibimiento y consagración del arzobispo Núñez de Haro y Peralta".
ES EL AÑO de 1772; los racioneros Francisco Vives y Máximo Francisco de Arribarojo son citados por el deán de la Catedral Metropolitana en la ciudad de México. Les anuncia la próxima llegada del arzobispo y les encomienda los preparativos.
CON OCHO PERSONAS más, se dirigen a las huertas de Tacubaya para arreglar debidamente la casa que solían ocupar los arzobispos. Debe tratarse de un interesante edificio colonial que se encuentra en la avenida Observatorio; hoy alberga la mapoteca Orozco y Berra.
COMO SOLIA SUCEDER, el arzobispo hará escala en la ciudad de Puebla; ahí se llevará a cabo la toma de poderes episcopales. Los comisionados se dirigen a aquella ciudad, para preparar dos banquetes, dos cenas y dos ''refrescos" que tendrán lugar allá.
COMO CONSTA EN el expediente, la mayor parte de los objetos suntuarios se llevan de la ciudad de México. Lo mismo ocurrió con el cocinero y el repostero, que a su vez contaron con cuatro oficiales y el mismo número de galopillos. Ocho mujeres indias colaboraron haciendo las tortillas y moliendo el chocolate.
SE MONTO UN corral para albergar a 134 gallinas, 74 pollas, 116 pollos, 19 capones, 72 guajolotes, 35 guajolotitas, además de 106 codornices, tórtolas y pichones.
LA GOLOSINERIA ERA característica de la época. Así lo muestra la lista de vituallas que provinieron del Colegio de Niñas de Nuestra Señora de Guadalupe ubicado en la ciudad de México. Veamos: 10 arrobas de dulce fino, cuatro arrobas de dulce de menos calidad, seis arrobas de soletas entre chicas y grandes, cuatro arrobas de rodeo, panecillos que se utilizaban para sopear el chocolate. También para el chocolate fueron las cuatro arrobas de puchas, más otras cuatro de mamones encanelados.
UN DULCERO DE Puebla elaboró 40 arrobas más de dulces finos, 24 fuentes de masas, ocho fuentes de soletas finas, ocho de barquillos, 12 de dulces para los cocheros, que contaron además, con una arroba de soletas para su consumo.
NO DESGLOSAMOS la cantidad de botellas de vino, los bagres de Chinameca, ni las truchas, mojarras y pescado blanco llegados de distintas poblaciones. Tampoco las vacas, los cochinos y los carneros. Ni las arrobas de manteca y de harina, además de los huevos, el carbón y la leña. Lo dejamos para que el lector haga su propio recuento.