Usted está aquí: domingo 11 de febrero de 2007 Política Dos escenarios en torno al Diálogo Nacional

Guillermo Almeyra

Dos escenarios en torno al Diálogo Nacional

La marcha del 31, más la manifestación masiva de la APPO en Oaxaca, más la constitución de un Pacto Nacional, teniendo como eje al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y otras organizaciones obreras y sociales combativas, muestran un proceso doble. Por un lado, aparece la decisión de rechazar la ofensiva de la derecha patronal-gubernamental y un paso importante de maduración en lo que respecta a la necesidad de golpear juntos, a pesar de las diferencias y de dar a la lucha objetivos concretos, populares, independientes del Estado, de la Iglesia, de los partidos y también las medidas necesarias para hacerlos posibles. Por otro, una creciente selección, pero siempre en el contexto de una política de amplia apertura, de los contingentes que encabezan la batalla: los pueblos originarios y maestros oaxaqueños, el SME y la izquierda social, los contingentes obreros y campesinos más conscientes y aguerridos.

Por ejemplo, en el cuarto Diálogo Nacional (DN) del 3 de febrero pasado, que dio origen al Pacto Nacional por la Soberanía Popular y la Vigencia de la Constitución, estaban sindicatos que trabajan incluso con Francisco Hernández Juárez, pero no estaba éste, había organizaciones campesinas, pero no las priístas, figuraban personas y organizaciones que militaron o militan en la otra campaña, pero no la sectaria dirección de la misma, que sigue pensando que todo el movimiento obrero está en manos de charros y de viles electoreros; estaban la senadora y luchadora social Rosario Ibarra o el ex dirigente del SME y actual diputado nacional J. Almazán, ambos elegidos por el PRD, pero nadie en representación de este partido, y algunos grupos de intelectuales (Serapaz, el Grupo Sur, Paz con Democracia) representados por algunos de sus miembros, pero no los cientos y cientos que apoyaron a AMLO.

El diálogo, que reunió a 600 organizaciones indígenas, campesinas, obreras, sociales y políticas de todo el país, tiene por eso una doble importancia, ya que sale a luchar junto a los sectores que fijaron una línea de combate, como la APPO y el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, de Atenco (que allí estuvieron), y porque da un eje obrero a la protesta campesina, popular y sindical para un combate que tiene por escenario, no una entidad o alguna región de un estado, sino todo el territorio nacional. Su plataforma se apoya en los puntos mínimos e irrenunciables del Programa de Querétaro y constituye el eje de un programa popular, de los trabajadores, nacional y de resultados anticapitalistas (ya que las consignas exigen reformas que son incompatibles con la política nacional e internacional del capital). No es casual, por eso, que los salvadores de todo tipo no hayan juzgado oportuno ni siquiera enviar un saludo, y mucho menos hacerse presentes, a pesar de las invitaciones a la unidad que el diálogo y muchas organizaciones formularon tanto a Marcos como a AMLO. La superficialidad y los pobres chistes de Marcos sobre la posibilidad de que Ana Rosa Payán integre el pacto buscan descalificar a éste y quitarle peso a sus resoluciones de lucha, separando una vez más a la otra campaña del grueso de quienes combaten, y ayudando, una vez más, a los capitalistas y al gobierno.

Lo más importante del Pacto Nacional firmado por esas 600 organizaciones es el plan de lucha: la marcha del 8 de marzo por los derechos de las mujeres (asesinadas, violadas, apaleadas, discriminadas en los salarios y en la sociedad), sumando así a México a un movimiento internacional e internacionalista; la campaña nacional por la seguridad social y por un aumento general de salarios para cumplir con la Constitución; la movilización mediante brigadas que recorrerán todo el territorio mexicano para informar sobre lo resuelto por el DN y organizar las bases regionales del Pacto Nacional; la constitución de una coordinadora nacional que siga la aplicación de lo resuelto y cada dos meses fije metas inmediatas dentro del marco de dicho pacto y, particularmente, la marcha el primero de mayo de los 100 años del movimiento obrero y popular, independiente del Estado y de los partidos, y el paro nacional con toma de carreteras federales el 2 de mayo. Dicho paro nacional, de llevarse a cabo la información, las movilizaciones y la organización de las bases del Pacto Nacional, será sin duda una huelga nacional obrera pero también un paro cívico nacional. Porque los que no son obreros ni campesinos podrán ocupar calles y plazas, hacer boicot a la tv y a los servicios que hayan aumentado, desarrollar miles de iniciativas diferentes según la organización y la relación de fuerzas en cada colonia, ciudad o localidad. El país podrá levantarse para imponer un plan alternativo y frenar la ofensiva salvaje de un gobierno que sólo tiene como arma la represión.

Por supuesto, en el plano puramente teórico queda siempre la posibilidad de que un sector del Pacto Nacional (PN) sea sometido mediante la presión y la represión antes de las movilizaciones o que otro sector aproveche el temor del gobierno para separarse de la acción después de recibir uno de los famosos "cañonazos de 50 mil pesos" que utilizan a menudo tanto priístas como panistas, los cuales son corruptores y corruptos. Pero la transformación del Pacto Nacional en farsa no será posible si la gente común y de a pie le da contenido y vuelca en él su rabia, sus esperanzas, su creatividad. Además, la estupidez y la brutalidad del gabinete presidencial compuesto por agentes directos del capital, y su insensibilidad social, trabajan para el desarrollo del PN y echan continuamente nueva leña al fuego de la ira de las víctimas de la política represiva y hambreadora de los capitalistas. Desde siempre hay quienes sostienen que los dioses ciegan a quienes quieren perder. Además, ya lucha junto a todos nosotros nada menos que el Santo Niño APPO, con su resortera para hoy y su bazuca a la espalda, por las dudas...

 
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