Naufraga la intención de marginarlo de la megamarcha contra la carestía
''Ya estamos viviendo las consecuencias de la imposición de un gobierno'': AMLO
Los simpatizantes del tabasqueño lo esperaron en el Zócalo desde las 4 de la tarde
Ampliar la imagen Simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador, ayer en la Plaza de la Constitución Foto: Carlos Ramos Mamahua
Las argucias políticas construidas desde muchos días antes no consiguieron el objetivo de marginar a Andrés Manuel López Obrador de la protesta nacional contra el aumento a los precios de la canasta básica.
Pese a ello, mucha gente depuso siglas, bajó los pendones y se plantó a esperar en el Zócalo para sumarse al numeroso contingente que el ''presidente legítimo'' convocó, y marchó con él desde el Angel de la Independencia.
Y así, aquellos que en concentraciones similares dejan vacía la Plaza de la Constitución en un santiamén, esta vez esperaron más de una hora a los otros, a los que invitados o no por el Partido de la Revolución Democrática y su estructura capitalina, sabían que ahí llegaría López Obrador. Se quedaron para escuchar el mensaje del tabasqueño quien, sin rodeos, puso las cartas sobre la mesa: ''Ya estamos viviendo las consecuencias de la imposición de un gobierno''.
Muchos, cierto, y no tienen interés en disimularlo, eran sus siempre incondicionales seguidores. Aquellos que enronquecen gritándole ''¡Presidente!'' y no se cansan de corear ''¡Es un honor, estar con Obrador!'' Pero era evidente también que otros más permanecían ahí, movidos por el interés de escuchar sus planteamientos ante la coyuntura nacional que les saca del bolsillo más de ocho pesos diarios por el kilo de tortillas.
Porque a todos les quedaba claro, y así lo decían las pancartas, las consignas y las variopintas formas de expresión que se ven en estas concentraciones, que el repunte de la inflación tiene un responsable; entendían muy bien que un buen documento de exigencias no lo es todo, porque al final, y como siempre, lo económico es político.
Por eso, sin ambages ni chances como ese de dar a quien detenta el Poder Ejecutivo algún beneficio para la duda porque la mayoría de los asistentes nunca la tuvo, desde ayer muchos exclamaban, exigían a gritos: ''¡Que renuncie Felipe Calderón!''
Entonces, los dirigentes que se empeñaron en recurrir a las formas políticamente correctas para protestar contra la carestía y buscaron no ''contaminar'' la primera movilización masiva que encara Calderón Hinojosa apenas a dos meses de haberse instalado en Los Pinos, tuvieron un mentís en sus empeños de dividir la marcha para que López Obrador no tuviera una presencia protagónica.
Y no pudieron, porque de todas formas el ''presidente legítimo'' fue el centro de la protesta y el mero anuncio de su participación logró congregar a más gente que los líderes de muchas centrales obreras y campesinas.
El miércoles por la tarde de un invierno soleado regaló una luna tempranera e inmensa a quienes desde las cuatro de la tarde empezaron a llegar al zócalo.
Grandes contingentes del Sindicato Mexicano de Electricistas y, con menos presencia, el de los trabajadores del Seguro Social, los telefonistas, empleados de la UNAM y otros gremios de presencia más simbólica que real. Enseguida, la participación numéricamente importante en esta ocasión corrió a cargo de la también interminable lista de siglas del campesinado nacional: CNC, CCI, Coduc, Cocyp, CCC, CIOAC, CNPA, El Barzón, Alcano, UGOCP, UNTA, UGOCM, CAM, las cuales, en algunos casos, sólo contaron con la presencia de sus dirigentes.
Llamaba la atención, además, la ruidosa y nutrida asistencia de los afiliados a la priísta Confederación Nacional Campesina. Otrora aportantes del fundamental ''voto verde'' que tantos triunfos consagró para el tricolor, esta vez los campesinos del PRI se apersonaron con batucada y bien armadas consignas: ''En Los Pinos, ayer ardillas, hoy, ratas azules que se chingan las tortillas'', gritaban entre el jolgorio y el enojo.
Quién los viera. Según registro puntual, la de ayer fue la segunda vez desde que hay gobiernos panistas, que la CNC se presenta en una marcha de protesta y la primera en la que lo hace con su dirigencia nacional en pleno. Porque en 2003, y ante la cerrazón del entonces secretario de Agricultura, Javier Usabiaga, quien simple y llanamente rehuía todo trato con las organizaciones del campo, éstas le armaron tamañas protestas que ante su contundencia obligaron a las negociaciones que llevaron a la firma del Acuerdo Nacional para el Campo.
Pero ayer unos y otros, los que llegaron primero y quienes lo hicieron casi a las siete de la noche, organizados tras siglas o simples ciudadanos, traían muy ubicado dónde les aprieta el zapato. ''No queremos PAN, queremos tortillas'', era la voz que articulaba y daba sentido a su protesta.
Y traían otra, quizá la más dolorosa por certera: ''Sin maíz no hay país''. En muchos casos ésta adquiría inclusive tintes dramáticos, cuando se escuchaba en voz de mujeres que blandían mazorcas como antorchas. Pero no faltaban tampoco los que a leguas se ve que se la pasan piense y piense para distinguirse de una u otra forma en estos actos, como la chava que pegó hojas de maíz en varios resortes y se vistió con ellas, o aquella pareja de jovencitos que trepada en zancos caminó por todo Paseo de la Reforma, y luego Juárez y Madero, hasta llegar a la Plaza de la Constitución cargando su propio editorial plasmado en una cartulina: ''El pueblo quiere seguir soñando, quiere seguir comiendo y Calderón nomás la está cagando''. Y firmaba el Faro de Oriente.
Apenas a las 16:35, cuando en el Zócalo faltaba poco para iniciar el mitin de las organizaciones campesinas y sindicales, López Obrador llegó por la calle Florencia al Angel de la Independencia. Para entonces, otros grupos que decidieron marchar con él ya se habían puesto en camino. Ante su aparición se produjo, como siempre en estas movilizaciones, un remolino de simpatizantes. Y surgieron los vítores y las exclamaciones de apoyo. En ese caos, muchas mujeres sobre todo desafiaban los cordones de seguridad para llegar hasta su ''presidente legítimo'' o trataban de seguirle el paso desde las banquetas para no perderlo de vista.
López Obrador inició entonces el recorrido llevando en la descubierta a los integrantes de su gabinete y a otros políticos de su causa, como el ex jefe de gobierno capitalino Alejandro Encinas; los senadores Carlos Navarrete y Pablo Gómez; el líder del PRD local, Ricardo Ruiz; Porfirio Muñoz Ledo; el ex diputado Jesús González Schmal y demás integrantes de la dirigiencia del Frente Amplio Progresista (FAP).
Presentes, siglas de muy diversa procedencia territorial, como los colonos de Iztapalapa agrupados en Patria Nueva, de la Unión de Productores y Artesanos de Xochimilco, Nueva Izquierda, la Asamblea de Barrios, los militantes del Partido del Trabajo y centenares más que se identificaban sólo por su delegación, como los de Milpa Alta o Gustavo A. Madero.
Para las cinco de la tarde, el tabasqueño ya había arribado al cruce de Reforma e Insurgentes. Y era justo el momento en que en la Plaza de la Constitución daba inicio el mitin. Pero fue casi dos horas después, cuando ya los líderes convocantes a la concentración apartidista hacía rato que se habían marchado, el momento en que el ''presidente legítimo'' subió a la tribuna que no fue la misma, por cierto, que usaron los otros y que para entonces ya hasta habían desmontado y dijo: ''Gracias por esperar, por su lealtad''.
Entre tanta gente, una vez más doña Luz María Eugenio, con sus 82 años a cuestas y apenas un metro treinta centímetros de estatura, buscaba anoche hacerse de un mínimo espacio para ver a López Obrador. Venía desde los rumbos de la colonia Romero Rubio, una vez más y como siempre que convoca el ex candidato presidencial. La acompañaban su hijo y su nuera. No perdía detalle y aplaudía quedo. Como todos los que estaban ahí, volvió luego de dos meses de la última participación del ''presidente legítimo'' en el Zócalo a ratificar su afán de creer. Y claro, su compromiso, también.
(Con información de Patricia Muñoz y Matilde Pérez)