Fue un cruzado que predicaba la paz y el sentido común: Javier Wimer
En los años 70, Ryszard Kapuscinski se encontraba en México como representante de la prensa polaca de noticias. Fue entonces que fincó una sólida amistad, "muy tierna", con el editor, escritor y periodista Javier Wimer, quien en 1977 publicó por vez primera un texto del polaco: La guerra de Angola.
En entrevista con La Jornada, Wimer señala que ese libro tuvo muy mala suerte, porque la edición "se perdió" casi en su totalidad, "no se volvió a reditar. Los fines de semana los dedicábamos a revisar todo para que quedara impecable. Le interesaban los problemas de estilo, publicar un texto realmente muy limpio y que tuviera un ritmo".
Kapuscinski, agrega, "trabajaba en lo que siempre hizo toda su vida: en estar en la primera línea de batalla de todos los cambios sociales, estar en todas las revoluciones.
"Era un cruzado, pues no sólo buscaba la oportunidad periodística sino la oportunidad de predicar un poco la paz y el sentido común.
"Hicimos un viaje juntos a Guanajuato, tuvimos mucho contacto, no sólo periodístico e intelectual, sino fraternal. Era una especie de italiano polaco.
''Era un trotamundos y un trotarevoluciones que estuvo en los momentos clave de los cambios políticos del siglo XX.
"Luego de los sucesos de 1968 en Tlatelolco, sin pensar en soluciones mágicas, creía que el presidente Echeverría mostraba cierta apertura política en los altos niveles. Pero también sabía que entonces había mucha mala información revuelta con la buena información.
"Cuando vino hace un par de años a México nos encontramos. Hablamos de la familia, de su hija que vive en Canadá. También lo visité en Varsovia.
"Kapuscinski era un hombre de buen humor, eficiente, de muy fácil conversación. Tenía una experiencia bárbara, un ojo de águila para encontrarle el hilo a los fenómenos políticos.
"Hay que tomar en cuenta que a veces andaba por regiones en las que no hablaba la lengua, hay que reconocer, entonces, su labor como escritor que se metió de lleno en las turbulencias, que salió delante de éstas, a veces sin tener dinero ni protección diplomática, sin nada, sólo con su libreta y su lápiz.
"Kapuscinski era, sencillamente, un hombre de buen corazón", concluyó Wimer.