Mil 663 páginas sobre su vida íntima, narradas como un diario por su hermano elegido
Borges, de Bioy Casares, intensa enciclopedia del saber y la vida
El volumen confirma muchas cosas que se sabían del escritor, pero ahora contadas de manera limpia y honesta
A dos meses de su lanzamiento, es el acontecimiento literario del año en Argentina
Ampliar la imagen Jorge Luis Borges en San Telmo, el 14 de abril de 1974 Foto: Imagen tomada por Adolfo Bioy Casares
Ampliar la imagen Borges, María Esther Vázquez, Silvina Ocampo, Cecilia Boldarín, Adolfo Bioy Casares y Marta Bioy en Mar del Plata, el 21 de febrero de 1964. Foto: Imagen tomada del libro Borges, de Bioy Casares
Ampliar la imagen El escritor y Vlady Kociancich, en 1960. Foto: Imagen tomada del libro Borges, de Bioy Casares
Ampliar la imagen Borges y María Esther Vázquez en Villa Silvina, en Mar del Plata, en febrero de 1964 Foto: Imagen tomada del libro Borges, de Bioy Casares
Un libro de mil 663 páginas, nueve centímetros de lomo, páginas de 9 por 23 centímetros, textos en 10 puntos times con interlineado a 14 puntos y material altamente combustible circula en las tertulias porteñas, que alcanzan hasta 40 grados centígrados de temperatura atmosférica, pero que se encienden todavía más por las reacciones que han desatado las intensas, honestas, sobrias revelaciones que contiene tan abultado volumen, novedad bibliográfica que mantiene en vilo a Buenos Aires desde hace semanas, catalogado como el acontecimiento literario de 2006 y apenas con dos meses de circulación ya domina el horizonte cultural de 2007.
Titulado simple pero poderosamente Borges y firmado por Adolfo Bioy Casares (1914-1999), es publicado por la Editorial Destino en una edición al cuidado de Daniel Martino, su albacea literario.
Poco antes de su muerte, Bioy preparó este documento extraordinario que ofrece algo mejor que una autobiografía, ya que sigue los modelos por antonomasia (Vida de Johhnson, de Boswell, y Conversaciones con Goethe, de Eckerman) pero prefiere el formato clásico del diario personal, que llevó por más de medio siglo.
Bioy publicó algunos de sus diarios antes de partir del mundo. Su proyecto póstumo fue un volumen de ellos dedicado por entero a su amigo, maestro, hermano elegido: Jorge Luis Borges (1899-1986). Lo que resulta es una enciclopedia del saber borgiano, tanto por sus conocimientos, vastos como los que poseían Diderot, Rousseau, Voltaire y Helvetius juntos, como por el entorno cotidiano e íntimo del más grande escritor en lengua española después de Cervantes.
Abrir este libro es ingresar a la recámara de Borges, sentarse a la mesa con él a tomar café y a leer juntos; ver cómo Bioy y Borges escriben a cuatro manos, escucharlos discutir de sus lecturas, desentrañar los secretos de sus escrituras. Además de una cátedra constante, un curso intensivo de borgemanía, abrir este libro es entrar a la vida íntima de Borges, confirmar muchas cosas que sabíamos de él, pero ahora contadas por su confidente de la manera más limpia, honesta y pulcra.
Aunque no piensa así María Kodama, la última esposa de Borges, quien el 17 de diciembre pasado declaró que la publicación de este libro es "una felonía. Sacar detalles personales de alguien cuando no puede defenderse es la peor de las traiciones". Aunque declinó ahondar en la polémica. Pero expuso: "cuando uno tiene un amigo, tiende a bajar la guardia". Consideró entonces que Bioy actuó "con una gran frialdad".
Bioy a su vez escribió en este libro póstumo y candente lo siguiente acerca de María Kodama: "una mujer de idiosincracia extraña. Se ponía furiosa ante la devoción de los admiradores" de Borges, quien "vivía temiendo enojarla".
Esta sensación cultural es la que mantiene en ebullición el verano porteño piazzollianamente.
Espejos de una convivencia conmovedora
En México todavía no ha sido editado. Gracias a nuestro compañero Fabrizio León, quien cambió el trajín de hacer rodar maletas por la emoción de cargar a cuestas desde Argentina la primicia literaria más voluminosa del momento, tenemos la oportunidad de conocer este portento de primera mano.
El primer asombro es lo descomunal del volumen: apenas puede sostenerse con una mano. Es más gordo que un diccionario pero dice más que el lexicón. Debe transportarse con aditamentos (una bolsita al tamaño, cuidados extremos) y manejarlo con destreza, al igual que se requieren tales artes para manejar una enciclopedia.
Además, leerlo es una aventura apasionante. Puede amanecer y lo único que requiere el cuerpo es movilidad. Hasta parece el Kamasutra porque el lector necesita adoptar las posiciones más inveteradas para acomodarse al libro conforme van transcurriendo las horas, las páginas y el grosor; los nueve centímetros de gordura del libro van pasando del lado izquierdo al derecho. Asu.
Como dirían los clásicos: las mil 663 páginas no tienen desperdicio. Contienen pensamientos de este talante: "El libro es la sombra de algo que está en la mente del autor y que el autor no conoce claramente: esa sombra llega a ser y lo otro desaparece".
Es la entrada fechada el martes 13 de enero de 1948, justo en el inicio de este voluminoso documento. Cinco páginas después refiere Bioy lo vivido el viernes 22 de julio: "caminábamos (...) y de pronto sentí un olor que me conmovió. Borges me dijo que los recuerdos que más nos emocionan son los de los olores y gustos, porque suelen estar rodeados de abismos de olvido: hay que oler el mismo olor para recordar un olor, hay que sentir el mismo gusto para recordar un gusto (no ocurre así con imágenes y sonidos). ¡Con qué emoción volvemos a oler el mismo olor que por última vez olimos en tiempos lejanos, en lugares a los que nunca volveremos! (Comparar con Proust, A la recherche du temps perdu, I, 1, in fine)".
Dos páginas más adelante tenemos la primera intimidad borgiana: "trajeron champaña, Borges, Peyrou, Marta Mosquera y Estela Canto (...) Bailamos tangos, aún Borges. Estela dijo que cuando Cecilia Ingenieros daba una vuelta en sus danzas, las personas que la querían temblaban".
La abrumadora mayoría del diario que Bioy registró durante 40 años de su larga convivencia con su hermano mayor, porque los hermanos más intensos son los que se eligen aunque no sean de la misma sangre, inicia sus entradas con la siguiente frase: "Borges come en casa". O bien están en la peluquería, o en la esquina mateando (tomando mate), o escuchando tangos, esa gran pasión mundana del autor de Tlon Uqbar, Orbis Tertius. Estos textos son espejos de una convivencia conmovedora.
Espejea Bioy: marzo de 1950: "Estela quería que Borges se acostara con ella. Una tarde, en la calle, se lo dijo brutalmente: 'Nuestras relaciones no pueden seguir así. O nos acostamos o no vuelvo a verte'. Borges se mostró muy emocionado, exclamó: 'Cómo, ¿entonces no me tenés asco?', y le pidió permiso para abrazarla. Llamó a un taxi. Ordenó al chofer: 'A Constitución', y agregó, para Estela: 'Vamos a comer a Constitución. We must celebrate'''. "Borges estaba muy enamorado de Silvina Bullrich. Un día, ésta le preguntó: '¿Qué hiciste anoche, cuando volviste del Tigre?'. Borges: 'Fui caminando a casa, pero pasé frente a la tuya: tenía que pasar frente a tu casa esa noche'. Silvina le preguntó a qué hora había pasado. Borges: 'A las doce'. Silvina: 'A esa hora yo estaba en mi cuarto, en mi cama, con un amante'".
El temor ante lo atroz
Están en estos diarios las disquisiciones, análisis, disputas, los temas que han despertado la atención de borgianos pero especialmente de los no borgianos: la falta de recocimiento cabal a Borges, el no Premio Nobel nunca, sus disputas intelectuales e ideológicas, su aversión por Sábato y sus "ideas comunistas", su conservadurismo a ultranza. Pero también permea el tema de las mujeres:
Página 963, entrada del sábado 19 de octubre de 1963: "Borges me habla de la mujer que lo hace sufrir: 'La vi. Es un error. Mientras la veo es como siempre, me olvido de mi obsesión. Eso dura un rato. Después estoy igual que antes (...) Tengo aquí una intuición: la relación con esta mujer debe de ser un noviazgo blanco. Con noviazgo blanco quiero retener a las mujeres'".
Página 992: "De Estela Canto y Silvina Bullrich comenta tristemente: 'Pensar que pude quererlas, que en un momento quise llevarlas a casa, vivir siempre con ellas. Han de ser las personas más crapulosas del país'(...) Yo creo, pero no lo aseguro, que en su locura el pobre Borges está tan aterrado que hasta teme que pueda pasar algo atroz, como por ejemplo que su mejor amigo resulte un nuevo rival".
Página 998, martes, 31 de diciembre, 1963: "Por la mañana me habla la madre de Borges, nerviosa y preocupada por el estado de ánimo de su hijo: 'Cuando no ve a esta chica, está bien, pero apenas la ve se pone hecho un loco (...) Me parece bien que se case, pero con alguien como él. Le dije que vea a gente como él, que deje tranquilas a esas chiquillas (...) Una mujer que se case con él tiene que ser muy abnegada. Ocuparse de todo: de vestirlo, de lavarlo. La gente no sabe hasta qué punto es ciego'. Borges: 'Si el amor no sirve para la felicidad, nunca debe ser fuente de desdicha'".
Bioy acompañó a Borges hasta el último de sus días. En la página 1591 escribe lo ocurrido el lunes 12 de mayo de 1986: "Hoy hablé con Borges, que está en Ginebra. A eso de las nueve, cuando íbamos a tomar el desayuno, llamó el teléfono. Silvina atendió. Pronto comprendí que hablaba con María Kodama (...) Me dio el teléfono y hablé con María (...) Me dijo que Borges no estaba muy bien, que oía mal y que le hablara en voz alta. Apareció la voz de Borges y le pregunté cómo estaba. 'Regular, nomás', respondió. 'Estoy deseando verte', le dije. Con una voz extraña, me contestó: 'No voy a volver nunca más'. La comunicación se cortó. Silvina me dijo: 'Estaba llorando'. Creo que sí. Creo que me llamó para despedirse".
Borges murió el 14 de junio, 34 días después. Bioy murió el 8 de marzo, 13 años adelante.
Hoy circula en Argentina el testimonio de esos dos seres fantásticos que eligieron ser hermanos en la vida.