Lo paradójico de las paradojas
Es alarmante que ni el conocimiento ni la ciencia ni la ética ni la cultura ni la civilización ni las religiones, ni otras de las tantas palabras bonitas que hemos inventado los seres humanos sean suficientes para lidiar con "idea extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de las personas". Es, asimismo, preocupante que esas bondades no sean adecuadas para confrontar con dignidad "aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadero". Por último, es incomprensible que el conocimiento no baste para soportar el peso de la realidad sin tener que crear "figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción" (las comillas se refieren al término paradoja según el Diccionario de la lengua española. Real Academia Española. Vigésima segunda edición, 2001).
Las definiciones expuestas denotan que las paradojas tienen tres matices, pero no explican por qué la condición humana es una especie paradójica, aunque creo intuir la razón: ser inverosímil es parte esencial de la estructura de la humanidad. No pretendo reflexionar sobre las paradojas desde el punto de vista filosófico; me limito a las definiciones expuestas.
Somos paradójicos por necesidad. Trazar falsedades y aceptarlas como verdades es un arte humano que permite caminar sin acongojarse en exceso. Tolerar lo absurdo es un fardo con el cual convivimos para no desgastarnos demasiado. Aprendemos a mamar ideas extrañas y molestas sin que nos desvelen demasiado. Las acogemos y en ocasiones las aceptamos con beneplácito para poder mentirnos en voz alta. Hacemos nuestras múltiples contradicciones e inventamos lo necesario para que no mellen en exceso nuestra existencia, y, en ocasiones, incluso, les damos la bienvenida con furor. Somos paradójicos por necesidad. Alejarnos de esa característica implica tener un grado de verosimilitud demasiado pesado para la condición humana. Aunque parezca paradójico, no lo es: las paradojas nos permiten mentirnos sin remordimiento.
Me repito: somos paradójicos por necesidad. Los poetas lo saben: nuestra especie no soporta demasiada realidad. Los políticos explotan esa característica: sus acciones denuestan y denigran sin coto, sin miramientos, sin que importe lo que piensa la opinión pública. Los poderosos construyen su mundo con acciones que parecen verdaderas a pesar de ser falsas. Para soportar la realidad, pienso que nuestra especie debe tener un gen que nos permita ser paradójicos como parte esencial de nuestra estructura. Ejemplos sobran.
George W. Bush ahorcó a Saddam Hussein, mantiene las cárceles y las torturas en Guantánamo, envía más soldados a Irak y hace lo que quiere no obstante que la opinión pública de su país considera ¡eureka! que la guerra en Irak ha sido un error.
Ulises Ruiz, nuestro hombre en Oaxaca, sigue en el poder a pesar de que ha asesinado a varios connacionales, a pesar de las condenas de Amnistía Internacional y organizaciones afines, a pesar de que contamos con un nuevo Presidente del cual quiero suponer no aprueba sus acciones, a pesar de que el turismo extranjero ha dejado de acudir y, a pesar de que todos sabemos quién es Ulises Ruiz y de que su figura en el extranjero retrata nuestro México contemporáneo. A pesar de lo que significa a pesar, Ulises Ruiz pervive y desgobierna Oaxaca.
Por último, Vladimir Putin rige a diestra y siniestra, sin miramientos: atenaza a la comunidad europea por medio del inmenso poder que le dan la producción de gas y productos afines, calla y ejecuta a la disidencia y manda asesinar a periodistas valientes y sublimes como Anna Politkóvskaya. A pesar de que las conductas de Putin son paradójicas, Francia lo condecoró recientemente con una de esa medallas que más que honoríficas son de mierda.
Son dos las lecturas de los ejemplos previos. A nivel individual demuestran cuán compleja e inmanejable puede ser confrontar (y decir) la verdad. A nivel comunitario exponen la sumisión de la sociedad y el peso de la inercia. La suma de ambas situaciones es siniestra: con todo y que la razón y la lógica dictan ideas contrarias al modus operandi del mundo actual, prevalecen las acciones de los Echeverría, de los Pinochet, de los Ríos Mont, de los asesinos en Darfur. Lo paradójico de ser paradójico es que somos los humanos los responsables de hacer que lo inverosímil sea realidad y que lo absurdo deje de sorprender.
¿Y qué? ¿Y para qué las reflexiones previas? Sabemos que hemos creado un mundo crudo y sordo, pero, paradójicamente, seguimos preguntándonos. Por eso, los Bush, los Hussein, los Ruiz, los Putin y los incontables etcéteras siguen y seguirán deambulando por los siglos de los siglos a nuestro lado.